Ediciones B. Barcelona (2001). 461 págs. 3.500 ptas. Traducción: María Antonia Menini.
En La granja aparece un argumento lineal y el mismo estilo eficaz que en el resto de la producción novelística de Grisham, aunque en esta ocasión no hay en juego millones de dólares, ni abogados, ni juicios, ni tramas de corrupción y engaño, ni un arranque fulgurante o un final inesperado. A cambio, sirviéndose de sus recuerdos infantiles, describe con detalle la vida de los cultivadores y aparceros de algodón en Arkansas durante los meses del verano y el otoño del año 1952. También, y para dar mayor colorismo, hay muchas escenas de la vida rural, mucho béisbol en la mente del pequeño Luke Chandler, catástrofes naturales… Aunque tarde y menos de lo que se podría esperar, Grisham también enciende la mecha de la tensión al presentar algunos personajes broncos.
Lo peor de esta novela es la falta de intensidad: si multiplicar los detalles puede ser necesario en un thriller, pues con ellos se gana verosimilitud, en una novela de sentimientos es preciso ser más conciso, podar lo innecesario y seleccionar lo revelador. Lo mejor es que Grisham, además de dibujar una familia cordial, intenta seguir la estela de las novelas que pretenden atrapar el mundo interior de un chico: los secretos que acumula y que le pesan, las cosas que sabe y ve y no puede decir, las deficiencias de una formación moral bienintencionada pero que a la hora de la verdad no le sirve para distinguir con claridad qué debe o no hacer… Quien se interese más por esta manera de reflexionar sobre la realidad, puede leer antes, si todavía no lo ha hecho, a Twain y Huck Finn, a Saroyan y La comedia humana, a Faulkner y Los rateros, a Harper Lee y Matar un ruiseñor, incluso a Robert MacCammon y Muerte al alba, entre otros.
Luis Daniel González