Cuando se encontraba en pleno apogeo de su carrera literaria, Raymond Carver (1939) falleció de un cáncer de pulmón en 1988, después de una vida azarosa marcada por el alcoholismo, las crisis matrimoniales y sus fracasos literarios. En esos años, la influencia de Carver fue determinante, pues incluso se habló de él como el inspirador de una estética literaria, el realismo sucio, en la que la realidad aparecía desnuda sin esconder mensajes ocultos ni interpretaciones psicoanalíticas sobre el fin del sueño americano. Con un estilo sobrio, lacónico; con unos personajes frustrados y grises, frecuentemente condenados a la deriva existencial; con una mirada compasiva; y con una estructura abierta, sin apenas tramas y con unos finales cortantes, Carver es el principal protagonista de una manera de narrar que ha hecho furor en Estados Unidos y en Europa. La huella de Carver es hoy demasiado evidente en muchos poetas y narradores, y no sólo de relatos cortos.
Si me necesitas, llámame contiene cinco relatos inéditos que años después de su muerte aparecieron en diferentes bibliotecas y archivos. Pero no se trata de restos del naufragio, de relatos inacabados o desechados por el autor. Todos ellos tienen mucho que ver con las narraciones anteriores, con las que Carver revolucionó el relato corto y que fueron recogidas en ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?, De qué hablamos cuando hablamos de amor, Catedral y Tres rosas amarillas (ver servicio 7/90).
En estos cinco relatos vuelve a estar presente el inconfundible estilo de Carver. En Leña, un escritor intenta rehacer su vida afectiva y literaria, sin apenas resultados. ¿Qué queréis ver? y Si me necesitas, llámame son relatos sobre matrimonios al borde de la ruptura. En Sueños aparece reflejada la vida doméstica norteamericana, sin ninguna intención sociológica. Vándalos es la constatación de que la memoria no desaparece.
En todos estos relatos hay algo turbador que procede de las vidas planas de unos personajes sin épica que encarnan la soledad, el desamor y la resignación vital. Con un estilo duro y seco, pero a la vez con ternura y comprensión, muy en la línea de Chejov, uno de sus confesados maestros, Carver da vida a una realidad descolorida, anodina, sin brillo, que consigue, sin embargo, conmover al lector.