Seix Barral. Barcelona (2001). 124 págs. 11,42 €.
Tras unos años de exilio voluntario de su país, con estancias en Nueva York y Tánger, el escritor Rodrigo Rey Rosa (1958) regresa a Guatemala en 1993. Desde entonces, se aprecia en sus obras un acusado interés por los problemas sociales y políticos de su país, novelados de una manera muy crítica. Este es el tema de El cojo bueno (1997), Que me maten si (1997), y de su libro de relatos Ningún lugar sagrado (1998), estéticamente alejados de sus primeros relatos: El cuchillo del mendigo, El agua quieta (ver servicio 52/92). Su singular mestizaje cultural y cosmopolita sigue estando presente también en otros de sus libros, como La orilla africana (ver servicio 26/00).
En Piedras encantadas vuelve a reflexionar sobre la realidad social de su país. Un mínimo suceso, un accidente de coche, aparentemente casual, que acaba con la vida de un niño, sirve al autor para denunciar, con la técnica de la novela negra, la mentira y la falsedad de la quebrada sociedad guatemalteca. Rey Rosa critica a los políticos, los abogados, los medios de comunicación… En su declarado afán iconoclasta, identifica el fanatismo con la religión, por lo que defiende la extensión del ateísmo en su país como un síntoma de desarrollo.
Pero en Piedras encantadas le vuelve a suceder lo mismo que en otros de sus escritos: que el laconismo retórico acaba por ir en contra de la sustancia novelística. Los ingredientes eran interesantes no para construir una novela de denuncia, lo que el autor evita a pesar de la violenta temática social que utiliza, sino para indagar en las causas de la falta de consistencia y el hastío literaturizado del protagonista.
Adolfo Torrecilla