A quien apueste por alimentos vegetales radicalmente naturales y ecológicos –entendido lo “natural” como la reducción a cero de toda intervención humana en la genética de las plantas–, le sorprenderá saber que, de no haber hecho nuestros ancestros más remotos una selección y cruce de los frutos del almendro, hoy serían amargos y tóxicos, a causa del cianuro que contenían los originales.
Para entendernos: ni las almendras actuales, ni el tomate, ni el maíz, ni otros tantos cultivos han sido ajenos a procesos de mejoramiento genético para que hoy podamos comerlos y alimentarnos, por más que cualquier noticia de modificación en la composición de los organismos vegetales evoque en algunas mentes una escena de tipos maquiavélicos, rodeados de mi…
Contenido para suscriptores
Suscríbete a Aceprensa o inicia sesión para continuar leyendo el artículo.
Léelo accediendo durante 15 días gratis a Aceprensa.