Está muy cosmopolita San Sebastián este verano. Entre otros visitantes, Woody Allen a sus 84 años rueda en la ciudad su nueva película y Joan Baez ha parado allí en uno de los conciertos de su gira mundial de despedida con 78 primaveras bien llevadas. Todos un poco “viejos rockeros”, aunque no canten rock. Pero la canción que me ha impresionado más la escuché hace unos días en el paseo de la playa de La Concha a media mañana.
Desde lejos empecé a oír la evocadora melodía de “No nos moverán”, que siempre agita los corazones de los que fuimos jóvenes en los convulsos años sesenta, cuando cantábamos en tono desafiante en las manifestaciones: “No nos moverán. / Unidos en la lucha, no nos moverán. / Como un árbol firme junto al río, / no nos moverán”. Pero las voces que entonaban ahora la canción de Joan Baez sonaban un tanto cascadas.
Cuando me acerqué comprobé que era una manifestación de pensionistas vascos, con sus banderas y pancartas, que exigían al Estado unas “pensiones dignas”, actualizadas según la inflación, por lo menos. Los pensionistas vascos, firmes junto al mar y unidos en la lucha, son los más reivindicativos de España. Quizá porque son los que más cobran y están más organizados. Los 359.000 pensionistas de Vizcaya, Álava y Guipúzcoa reciben una prestación media de 1.367 euros al mes, lo que supone 3.640 euros más al año que la media del resto del país. Quizá no sea suficiente para una ciudad cara como San Sebastián, pero hay que reconocer que a otros les cuesta más llegar a fin de mes.
La generación del “baby boom”, que cantó a la revolución en su juventud y gobernó el sistema en su madurez, tiene la peculiaridad de haberse considerado siempre antisistema aunque fuera “establishment”
También hay que recordar que en España la relación entre el último salario y la pensión inicial –la llamada tasa bruta de reposición– es un 78,7%. Con esta tasa nos situamos a la cabeza de la Unión Europea y de la zona euro, aunque también nuestro nivel salarial es más bien bajo. Pero no pretendo discutir aquí la viabilidad del sistema de pensiones, cada vez más comprometido por una combinación de elevada esperanza de vida, escasa natalidad y alto desempleo. En cualquier caso, exigir elevar las pensiones sin aceptar los ajustes necesarios para hacer viable el sistema es una actitud conservadora que echa la carga sobre las próximas generaciones.
Hasta ahora, los casi 10 millones de pensionistas han logrado que ningún partido con aspiraciones de gobierno se atreva a afrontar las dolorosas reformas, aunque todo el mundo reconoce que hay que “tomar medidas”. El “No nos moverán” de hoy está justificado por el poder del voto de los pensionistas. Como cantaba Joan Baez: “Afilad los cuchillos que guardasteis, / ponedlos en mi pecho y en mi mano / como un río de rayos amarillos, / como un río de tigres enterrados”. Y un río de tigres grises puede hacer mucho destrozo político en las urnas.
El “No nos moverán” de hoy está justificado por el poder del voto de los pensionistas
Mientras los manifestantes pensionistas lanzaban sus consignas a los bañistas de La Concha, pensé en la sorprendente capacidad del “sistema” para ser defendido hasta por los antiguos revolucionarios. Quizá fuera por la emoción, pero en la distancia creí oír cantar también el “We Shall Overcome” de Pete Seeger, que Joan Baez cantaba en 1965 a sus jubilosos 24 años. Entonces el “we shall overcome, some day” sonaba en sus conciertos por los derechos civiles y por la paz; hoy, en la guerra de los jubilados que se manifiestan “hand in hand” por el derecho a la pensión. Antes se quería trastocar el orden establecido y ahora se exige blindar las pensiones.
Los gobiernos temen mucho más a los pensionistas de hoy que lo que temían a los jóvenes airados de los años 60. Al final resultan ser las mismas personas, con la misma canción en los labios, solo que entonces se cantaba por la paz y contra la guerra de Vietnam, y ahora por la pensión y contra los recortes. La generación del baby boom, que cantó a la revolución en su juventud, que gobernó el sistema en su madurez, y que ahora quiere disfrutar de una jubilación generosa, sin haber tenido los hijos suficientes para financiarla, tiene la peculiaridad de haberse considerado siempre antisistema aunque fuera establishment. Por eso, ahora que se jubila Joan Baez, repetimos con ella: “No nos moverán”.