El cine de Aki Kaurismäki siempre se ha caracterizado por un minimalismo en el diseño de producción y por su laconismo, por estar poblado de personajes procedentes de la “planta baja” de la sociedad, así como por un ritmo lento. A partir de la que quizá pueda considerarse como su obra cumbre, Nubes pasajeras (1996), viene a añadirse un elemento más: el color, con tonos fuertes e incluso chillones.
Capítulo aparte merecen los actores del universo Kaurismäki, capaces de expresar diálogos enteros en una mirada o un gesto. Tras el fallecimiento, en 1995, de Matti Pellonpää, que había protagonizado sus películas de 1983 a 1994, Kati Outinen se ocupó de mantener el efecto reconocible en sus películas; protagonizó los filmes de Kaurismäki de 1986 …
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