El pasado 16 de enero, el Departamento de Asuntos de Infancia, Juventud y Familia (Bufdir) de Noruega recomendó al Ministerio de Familia suspender temporalmente las adopciones de menores de otros países, al menos hasta que un comité de expertos ya creado por el gobierno examine todo el engranaje del sistema y decida qué hacer. Hasta que se den las conclusiones en 2025, y con tantos casos de irregularidades que va publicando la prensa, sería mejor parar (en Dinamarca y Suecia ha ocurrido algo parecido, y también están frenando).
El país nórdico mantiene en la actualidad acuerdos en materia de adopción internacional con siete Estados –Colombia, Perú, Sudáfrica, Bulgaria, República Checa, Hungría y Corea del Sur–, remanentes de una lista en la que hasta el pasado año figuraban Filipinas, Tailandia y Taiwán, a los que no se les renovó la acreditación como mediadores en procesos de adopción (a Madagascar incluso se le retiró antes de que expirara). Algunos otros, como Ecuador, ya habían quedado fuera previamente.
Con la instauración del comité de expertos y la consideración de lo que recomienda ahora el Bufdir, el gobierno quiere hacer ver que ha tomado nota de los testimonios sangrantes que están saliendo a la luz pública. “El resultado [de las pesquisas] debe proporcionar respuestas adecuadas y exhaustivas –dice la ministra de Infancia y Familia, Kjersti Toppe–. Esto es especialmente importante para los adoptados y sus familias. Quiero que se aclare lo sucedido, y saber si el sistema de adopciones en el extranjero ha sido lo suficientemente bueno”.
Porque no: parece que no lo ha sido del todo, y que algunas de las cigüeñas que han estado volando a Noruega durante décadas lo han hecho sin permiso.
“Me estaban buscando desde que desaparecí”
Hay historias duras, como la de Uma Feed. Su nombre verdadero es Uma Son. Nació en Corea del Sur, en un hogar muy pobre. En un período en que la familia atravesó por una aguda crisis, sus padres se los llevaron a ella y a su hermano a un orfanato, con la esperanza de traerlos de vuelta en cuanto pasara la situación de gravedad. El niño sí pudo regresar a casa. La niña no: cuando fueron a por ella, ya no estaba. Su primer cumpleaños, en 1983, se lo celebró una familia adoptiva en Noruega.
Dar a un menor en adopción y llevárselo al exterior no era un asunto difícil en los años ochenta. Según refieren dos periodistas de AP que realizaron una investigación sobre el tema, los militares surcoreanos –que gobernaban en ese momento– estaban deseosos de, por una parte, mejorar las relaciones con los países occidentales, y por otra, quitarse de encima demasiadas bocas que alimentar en un país en crisis. “Cuatro agencias de adopción buscaban activamente a parejas extranjeras que quisieran adoptar, y enviaron a unos 200.000 niños a Occidente”, aseguran los autores.
A Uma, el pensamiento de que su madre la había abandonado “en un agujero negro” la atormentó por muchas décadas. Experimentó tristeza, ira, rabia; hasta que en 2022, con 39 años, leyó en la prensa noruega que Corea del Sur había creado una comisión para investigar las injusticias cometidas contra menores adoptados.
La mujer viajó a su país de origen y entregó a las autoridades una muestra de ADN. Según cuenta al diario KlasseKampen, dos semanas después recibió una llamada telefónica: la muestra coincidía al 99,9% con las que había aportado un matrimonio surcoreano. “Descubrí que eran mi madre y mi padre. Me estaban buscando desde que desaparecí”. También conoció a un hermano mayor, que jamás cejó en el empeño de dar con ella. A día de hoy, lleva adelante una demanda contra la agencia de adopción Verdens Barn y contra el Estado, por presuntamente facilitar la falsificación de documentos y la trata de personas. “Ahora sé quién soy, pero no puedo cambiar mi nombre ni mi fecha de nacimiento en el registro nacional. No llegaré a ninguna parte en la burocracia mientras el Estado se niegue a admitir que ha cometido errores”, dice al mencionado diario.
De momento, trata de recuperar todo el tiempo de afectos que no pudo intercambiar con los suyos. Y agradece que exista el traductor de Google.
“Ante mis ojos no eres culpable de nada”
También para Simón Eriksen Valvik es una suerte tener a mano el traductor online: lo usa para hablar diariamente con sus hermanos ecuatorianos, a los que pudo conocer recién a finales de 2022. A él, alguien se lo había llevado con apenas unos meses a Noruega, en 1988, por lo que a sus 35 años no habla nada de español.
Desde la agencia mediadora de la adopción, le pidieron a Simón que no acudiera a la prensa y que no indagara sobre su origen, pues “no tenía sentido” saber más
Según informa el diario VG, que publicó una serie con varios casos de adopciones irregulares, en el verano de ese año, un abogado del país sudamericano, Roberto Moncayo, viajó con él a Noruega para entregárselo a sus padres adoptivos Geir y Marianne. En 2012, tras la muerte de esta última, Simón comenzó a interesarse por su origen: revisó archivos de prensa y descubrió que Moncayo había estado envuelto en casos de falsificación de documentos de identidad de niños ecuatorianos para su adopción en varios países europeos. Por cada uno –hubo 13 menores– se embolsaba 2.000 dólares.
El joven tocó entonces a las puertas de la asociación Adopsjon Forum (AF), que había mediado en su adopción. “Recordaban bien el caso del abogado Moncayo. Dijeron que no se había encontrado ningún indicio de que en mi caso hubiera ocurrido algo ilegal”. En la documentación de su proceso figuraba como su madre biológica una mujer cuyo teléfono le facilitó la embajada ecuatoriana. Contactada por Simón, la señora confesó que le hicieron firmar un papel como tal, pero que ella no era su madre. El joven pidió entonces explicaciones a AF. Como respuesta, le pidieron que olvidara el asunto, que no fuera a la prensa y que se centrara quien había llegado a ser. “No veo el sentido de saber más”, le dijo el que lo atendió.
Recurrió entonces a buscar en Facebook. Su padre adoptivo había encontrado una cinta que le habían colocado de recién nacido, donde aparecía el nombre de su madre biológica: Clara (la fuente no cita el apellido). Se dio así a revisar los perfiles con ese nombre o relacionados con él, y encontró a otro joven: Daniel, su hermano, que le sirvió de enlace. Clara, en efecto, decía haber perdido un hijo: había sido con 15 años, cuando trabajaba como empleada doméstica y lo había dado desesperadamente en adopción a cambio de dinero para mantener a su primogénito, todavía muy pequeño. Cuando días después recapacitó y quiso recuperar a Simón, su empleadora le mintió y le dijo que había muerto.
En 2022, aprovechando que un equipo de VG iba a volar a Ecuador a seguir casos como el suyo, Simon se enroló y fue a conocerla a ella y a sus ocho hermanos. Allí, madre e hijo se sometieron a una prueba de ADN. Las muestras se enviaron a un laboratorio noruego, y este confirmó la relación entre ambos.
Clara no halla la manera de pedirle perdón. “Lamento haber dejado que ella (la empleadora) te me quitara. Lamento no haberte buscado nunca. Le he pedido perdón tantas veces a Dios por haber dejado que te tomara de mis brazos”, dice ella por medio del interprete, a lo que el joven insiste: “Ante mis ojos no eres culpable de nada”.
También en Suecia y Dinamarca
Varios casos de adopciones irregulares han visto la luz recientemente en otros países nórdicos, lo que ha llevado a los gobiernos o directamente a las agencias de adopción a detenerse y ser más cautelosos. En Suecia, por ejemplo, la agencia Adoptionscentrum interrumpió en noviembre las adopciones desde Corea del Sur, tras varias reclamaciones por falsificación documental en el caso de niños originarios de ese país, que fueron declarados sin amparo, a pesar de que había familiares que podían cuidar de ellos.
Según HRW, varios de los 60.000 adoptados de otros países en Suecia presentaron quejas al descubrir que en sus expedientes faltaba información o figuraban datos incorrectos
Según AP, entre 1970 y 2022 Adoptionscentrum medió en 4.916 casos de adopción de niños surcoreanos hacia Suecia. Pero en 2023 fueron solo cinco los niños que viajaron a ese país. Seúl se ha vuelto más receloso, y para 2025 el Estado será el encargado de llevar la mayor parte de los expedientes de adopción, y no las agencias privadas.
Los problemas no han sido solo con menores de Corea del Sur. Una nota de prensa de Human Rights Watch, de 2021, revelaba que varios de los 60.000 adoptados de otros países ya habían presentado quejas al descubrir que en sus expedientes faltaba información o figuraban datos incorrectos, por lo que el gobierno sueco se había comprometido a investigar las presuntas irregularidades cometidas entre 1960 y 1990 (pese a los indicios de que pudo haberlas también en décadas posteriores).
En Dinamarca, entretanto, la Danish International Adoption (DIA), única organización que mediaba en adopciones internacionales, anunció el 16 de enero pasado que dejaba de hacerlo, lo que, en la práctica, congela este tipo de procesos.
El Ministerio de Asuntos Sociales, Vivienda y Mayores le había notificado previamente a la organización que debía suspender cautelarmente toda mediación con los cinco países con los que aún se ejercía –Filipinas, India, Taiwán, Tailandia y la República Checa–, luego de que la Junta de Apelaciones (instancia supervisora, dependiente del Ministerio) detectara indicios de “beneficios financieros indebidos” en casos desde Madagascar, causa por la que, a mediados de 2023, se cerró de plano toda relación con ese país.
Pero no era una situación nueva. Stine Jørgensen, profesora de Derecho Social en la Universidad de Copenhague e investigadora de adopciones internacionales, refiere a Aceprensa que “durante la última década ha habido varios informes de fallos cometidos por las agencias” mediadoras, entre ellos, errores sobre las normas que se debían haber seguido “e incluso casos en los que ha resultado que los padres biológicos no habían consentido la adopción”.
Según explica, muchos menores adoptados “han participado muy activamente en el debate sobre estas cuestiones tan críticas, pues por supuesto, están muy afectados: sienten que les han robado su historia, su familia y su identidad, y les preocupa que se les responsabilice por algo”. Pero personalmente es pesimista sobre la posibilidad de enmienda de los mecanismos existentes. “De momento no veo cómo establecer un sistema fiable para las adopciones internacionales”, concluye.
¿Recentralizar el proceso?
Por último, volvamos la atención una vez más a Noruega. Según nos explica la directora del Departamento de Servicios Internacionales del Bufdir, Kristin Ugstad Steinrem, unos 20.000 niños han sido adoptados en el exterior y llevados al país. Dichas adopciones “se han visto en gran medida como una situación en la que todos ganan, pero en los últimos años –reconoce– se ha prestado mayor atención a posibles prácticas ilegales”.
A preguntas sobre el alcance de la paralización temporal de estos procedimientos, Steinrem nos dice que se ha recomendado una excepción para casos muy avanzados, en que las familias adoptantes ya hayan sido emparejadas con un menor –hay 23 en esta situación–. En este caso, podrían seguir adelante únicamente tras un escrupuloso escrutinio de la documentación por el Bufdir, pues como una parte de los procesos se realiza lógicamente fuera de las fronteras nacionales, puede haber infracciones que escapen al control de Oslo.
En Noruega –prosigue– hay tres organismos acreditados para mediar en esas adopciones, y se les emiten permisos válidos por dos o tres años. La propuesta del Bufdir, sin embargo, parece ser recentralizar para lograr un control más efectivo. “Hoy día, los organismos acreditados para la adopción desempeñan un papel fundamental. Nosotros proponemos que las adopciones solo se lleven a cabo a través de la cooperación directa de Estado a Estado, y que cese el sistema de organismos acreditados para la adopción”.
Si ello contribuye a evitarles años de lágrimas a miles de familias como las de Uma y Simón, bien estará.