Un pueblo de Finlandia, Lestijärvi, ubicado en el centro-oeste del país, está haciendo lo posible y lo imposible por incrementar su población, actualmente de poco más de 700 habitantes, y desde 2013 ha decidido entregar hasta 10.000 euros a las familias que tengan un hijo en la localidad.
El procedimiento tiene sus detalles: no implica poner los 10.000 euros en manos de los padres nada más que nazca el bebé, sino una entrega progresiva, a razón de 1.000 euros cada año, hasta que la criatura cumple diez. Y de momento parece estar dando resultados. Entre 2013 y 2018, nacieron 55 niños allí, mientras que, en los seis años previos, habían nacido 33.
Un dato interesante, sin embargo, lo ofreció días atrás el alcalde Esko Ahonen al diario Taloussanomat, cuando aseguró que hasta ahora ninguna persona con derecho a la ayuda la ha solicitado. En este caso, al parecer, la sola existencia del mecanismo de apoyo podría estar funcionando, junto con otros factores, como un incentivo en pro de la natalidad.
En los pueblos más remotos y despoblados de España, el apoyo económico puntual por hijo nacido vale de poco si no se fomenta el empleo
Pero no en todos los casos funciona el principio de acción-reacción. Otro municipio que ha implantado básicamente el esquema de Lestijärvi es Miehikkälä, en el sureste del país, y que cuenta casi 2.000 residentes. Según explica su web, también se pagan 10.000 euros, a razón de 1.000 anuales, hasta los diez años del hijo, pero el beneficio se interrumpe si los padres se desempadronan del territorio, auinque sea por poco tiempo.
La experiencia de Miehikkälä es muy diferente. Estadísticas oficiales citadas por el diario señalan que, aun con la subvención, en 2018 nacieron cinco bebés, cuatro menos que en los dos años anteriores. No todo, como se ve, va de dinero.
“Vida familiar”
Los índices de fecundidad del país nórdico dibujan curvas muy parecidas a las de otros de similar nivel de desarrollo. Si en 1960 la tasa se ubicaba en 2,72 hijos por mujer, nueve años más tarde ya había descendido hasta niveles inferiores al de reemplazo poblacional (2,1), con 1,93, y nunca más se ha recuperado. En 2017, cada finesa tenía, en promedio, 1.49 hijos.
Estadísticas oficiales, de finales de octubre, revelan además que ha aumentado el porcentaje de mujeres de 45 a 49 años y con nivel de educación básico, que no tienen hijos: son el 22,5% de las de esas edades, tres puntos más que hace diez años.
Muchos de los consultados en Finlandia para una encuesta sobre la vida familiar, la asociaron con la posesión de bienes materiales
También ha ido a más esta tendencia entre las mujeres de ese mismo rango de edades y con estudios de bachillerato (18,7%, tres puntos más que en la década anterior), mientras que entre las que han egresado de la universidad, el 18,3% tampoco ha cambiado jamás un pañal. De todo el conjunto de quienes no han dado paso a la maternidad, el 40% vive en zonas urbanas.
Esto puede deberse al radical vuelco de algunos conceptos desde la década de los 60. En 2017, para la realización del estudio Family Barometer, la Federación de Familias de Finlandia indagó entre personas en edad fértil y sin hijos, acerca de qué significaba para ellas “vida familiar”, y los consultados asociaron la idea con el hecho de disponer de una casa y un coche propios, así como tener un puesto de trabajo seguro.
Además de ello, si en investigaciones de años atrás las mujeres sin hijos aducían que su estado se debía a la falta de una pareja dispuesta a tener descendencia, en la actualidad el argumento es que no desean procrear porque les preocupa perder su libertad, toda vez que tendrían que, hipotéticamente, abstenerse de viajar, disfrutar de sus hobbies y pasar tiempo con sus amigos.
Las ofertas monetarias de Lestijärvi y Miehikkälä tienen poco que decir frente a estos argumentos. Ritva Nätkin, profesora de Ciencias Sociales en la Universidad de Tampere, explicaba días atrás a la BBC que otros factores, como la incertidumbre económica y climática, están pesando en la decisión de abstenerse, y que, en su opinión, los incentivos financieros no serán el principal motor de un baby boom, porque son las actitudes personales hacia el hecho de la maternidad las que han variado con los años.
Mil, dos mil euros, ¿y después qué?
Lo que no hacen 10.000 euros en Finlandia, difícilmente puedan lograrlo cifras considerablemente menores en los sitios menos poblados de España. Si bien existen beneficios en forma de desgravaciones a las familias monoparentales y a las numerosas, así como para las madres de hijos que no han cumplido los tres años, las ayudas a nivel municipal son muy dispares, y los resultados no pueden ser tan espectaculares como en Lestijärvi.
En la localidad aragonesa de Montalbán, por ejemplo, la familia del recién nacido recibe apenas 250 euros “y algún regalo –comenta César Usón, secretario del ayuntamiento, a Aceprensa–. Nosotros pedimos que los progenitores estén empadronados con un año de anterioridad al nacimiento. Es lo que se exige para recibir las subvenciones, que damos desde 2014. Pero llevamos cinco años y no se ha producido ni un aumento ni una disminución de los nacimientos”.
El ayuntamiento de Lestijärvi ofrece 1.000 euros anuales por cada hijo hasta que el niño cumple diez años
El ayuntamiento de este pueblo de 1.300 habitantes concede 10 ayudas al año, aunque podrían ser más: “No todos los casos de familias con hijos cumplen con los requisitos, pues a veces uno de los dos progenitores no se ha empadronado aquí. Pero el número de nacimientos no varía desde que existen las ayudas”.
En la cercana Utrillas, hogar de 3.000 personas, el consistorio aporta 1.000 euros por hijo nacido, con la condición de que los progenitores lleven al menos un año empadronados. El programa comenzó hace 14 años, y si en un principio sí que subió la natalidad –unos 35 niños en 2005–, la tendencia ha ido a la baja, con 17 o 18 niños.
El alcalde, Joaquín Moreno, nos cuenta que, además, del dinero –“que es una ayuda simbólica”–, han creado una guardería con precios muy económicos. “Las familias necesitan ayudas, pero no solo monetarias, sino las del día a día, el tener al niño bien atendido. Allí están de 8 de la mañana a 4 de la tarde, con su comida garantizada”.
La iniciativa no ha impedido que el pueblo haya perdido 500 habitantes en los últimos 12 años. Tanto Utrillas como Montalbán están en zona minera, y con el cierre de las minas muchos se fueron. La falta de trabajo empuja a salir, y es ese el mismo drama de Sardón de los Frailes, en Salamanca, donde viven apenas 90 personas y también se ha querido fomentar la natalidad.
“Este es un pueblo muy pequeñito –nos dice su alcalde, Benjamín Cuadrado–. En los últimos años ha nacido algún bebé, pero tampoco la ayuda, implementada desde 2008, ha sido determinante: por el primero y el segundo bebé, se dan 1.000 euros a cada uno, y a partir del tercero son 2.000, pero nunca se ha llegado a ese caso”.
“La ayuda viene bien –prosigue–. Se da cuando el niño nace, y se pide que la familia esté censada durante tres años; pero no han nacido muchos. Al final, lo que habría que fomentar es el empleo, porque la gente, si no le das trabajo, por 1.000 euros que le des no se viene a vivir a Sardón. Ahí está el problema”.