Uno de los privilegios del crítico es descubrir películas que el gran público disfruta mucho más tarde… o no descubre nunca. En este último caso, el privilegio es doble y el crítico siente el placer de la utilidad social, del servicio público. Creo que en estos casos es donde la crítica se acerca más al buen periodismo.
Sirva esta introducción para hablar de Primeras soledades, un pequeño documental francés que se estrenará quizás en pocas salas y tendrá –confío– una segunda y fructífera vida en plataformas, cinefórums, institutos y colegios.
Claire Simon, directora y guionista, participó en un experimento educativo en un instituto francés donde había 10 alumnos en una asignatura optativa de cine. El experimento consistía en que ella escribía un corto que los alumnos interpretaban, iluminaban y editaban. Para escribir el guion, quiso conocer a fondo a los alumnos… y descubrió que allí había material, no para una, sino para una decena de películas.
Así que cambió el proyecto y puso a los adolescentes a hablar entre ellos con varias condiciones: eligió un tema –la soledad– y un tono intimista y profundo. Quería que se preguntaran y escucharan, que tradujeran en palabras y relatos todas esas sensaciones y emociones que hacen sufrir y emocionarse a un joven en la adolescencia. El resultado es un prodigio. Una decena de conversaciones llenas de naturalidad, de reflexiones cargadas de humanismo, de sufrimiento, de ilusiones… y una llamada a la responsabilidad de los adultos y especialmente de los padres.
Porque si hay un tema latente en todos los diálogos es el papel fundamental de los padres y madres en ese momento de la vida. Muchos son hijos de padres divorciados y confiesan la herida, muy profunda en algunos casos, que ha provocado esa separación y el anhelo de tenerlos cerca y de poder hablar más con ellos.
Hablar… Volvemos a la conversación, que es el otro gran tema de la película. Sin dramatismos, con serenidad, unos y otros insisten en lo que es el gran vacío de sus vidas: la falta de comunicación con sus padres. Un diálogo que quizás externamente rechazan, pero que internamente desean y necesitan.
El reflejo que hace de la adolescencia Primeras soledades es radicalmente diferente al que hacen muchas otras películas… y la paradoja es que es mucho más real. En resumen, un título no dirigido a las mayorías, pero de visión obligada para los padres, los educadores y para los propios jóvenes.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta