“Confieso que desde hace unos cuantos años, mi ilusión máxima es el Mediterráneo”, escribe Josep Pla en este libro de 1942 que, desde entonces, no había sido reeditado, aunque, como suele ser habitual en Pla, primero apareció en revistas y periódicos y, años después, fue troceado y reelaborado en diferentes escritos que publicó en la revista Destino o como parte de otros libros. Como escribe Xavier Pla en la “Nota introductoria” de esta edición, también Las ciudades del mar padeció la “obsesionante reescritura a la que Pla sometió su trayectoria literaria a lo largo de seis décadas”.
El libro vuelve a demostrar la calidad de la prosa de Pla, dúctil, efectiva, limpia y moldeable, capaz de abordar diferentes temas, desde la calidad de los salmonetes en Fornells a la descripción del “sol nórdico, anaranjado y pajizo” de Mallorca, pasando por las ciudades del Rosellón y de Italia, Croacia Grecia, Turquía y hasta los Balcanes. En principio, se trata de escribir sobre pueblos y ciudades bañadas por el Mediterráneo, pero el concepto es amplio.
La obra sirve para ver cómo eran estos lugares hace cien años, aunque lo más sobresaliente, una vez más, son las observaciones de Pla sobre todo tipo de asuntos. En Florencia y Arezzo, habla de sus pintores favoritos: Piero della Francesca, Uccello y Masaccio. De Bolonia se entretiene en dar unas pinceladas gastronómicas; define a Rávena como la “Pisa del Adriático, taciturna y solitaria, lejana y desencajada, provinciana”. Para Pla, “todo en Orvieto es severo, imponente, eclesiástico, papalino”.
No deja de sorprender el estilo de Pla y sus a menudo sarcásticas anotaciones sobre lugares y personas con las que se encuentra. Libro muy ameno, repleto de descripciones impresionistas, ingeniosas observaciones y brillantes retratos en los que la prosa de Pla muestra su admirable elasticidad.
