No hay nada de extraordinario en la vida de Chema Postigo –hijo, esposo y padre– y, sin embargo, todo resulta insólito porque su vida transcurrió en la alegría de la cruz. Jaume Figa Vaello ha hablado con sus familiares y conocidos para escribir este relato biográfico –que ya va por su segunda edición– de un hombre bueno que dejó una huella imborrable en el corazón de tanta gente..
A Figa le interesa eso precisamente: no la exactitud cronológica de los acontecimientos, sino lo que los demás descubrieron en Chema y lo que aprendieron de su forma de afrontar las dificultades. Estas no faltaron a lo largo de su existencia: su padre se marchó de casa, dejando a su madre al cuidado de catorce niños; Chema sufrió constantes dolores físicos y murieron tres de sus dieciocho hijos. Gabi, uno de ellos, no recuerda haber visto llegar del trabajo a su padre triste o enfadado. Otros amigos se asombran de su capacidad para “perder” el tiempo, ayudando y entregándose desinteresadamente a los demás. Nadie mejor para impartir cursos de orientación familiar.
Miembro del Opus Dei, vivió heroicamente su vocación y siguió con fidelidad ejemplar las enseñanzas de san Josemaría, con espíritu apostólico. Nadie podía quedar indiferente si pasaba a su lado. Pero Figa no ha escrito una hagiografía, sino la historia de un hombre de carne y hueso, con debilidades, pero enamorado de Dios y empeñado en amarle. Y eso es lo que arrastraba a los demás. En este sentido, Chema fue consciente, como escribió en uno de sus apuntes, de que lo principal era “dejar hacer a Dios”, porque en manos de Él, “no hay nada que no tenga solución”.
Desde que le diagnostican el cáncer hasta que falleció, transcurrió poco tiempo. Pero lo aprovechó para transmitir a sus hijos, y todo el que acudía a despedirse, lo más importante que puede decirles: que sean santos. Chema fue un ejemplo para todos: no porque fuera sobrehumano, no porque lograra el éxito profesional o poseyera unas cualidades inigualables, sino porque, como Jesús, pasó haciendo el bien y ayudó a ser mejores a los que le rodeaban.