Amazonia: sacerdotes, pero no casados, y mujeres, pero no diaconisas

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El tema que más captó la atención de los medios y de la opinión pública en el Sínodo de la Amazonia, la posibilidad de ordenar sacerdotes a hombres casados, no se menciona en la exhortación postsinodal que acaba de publicar el Papa. Tampoco hay referencias al diaconado femenino, la otra propuesta más llamativa.

Ya en su discurso al término del Sínodo, el pasado 26 de octubre, Francisco dijo que volvería a encargar un estudio sobre si en la Iglesia antigua hubo diaconisas, y no aludió a la ordenación de viri probati para la Amazonia. En cambio, subrayó la necesidad de no centrarse en aspectos organizativos, en especial con respecto al papel de las mujeres en las comunidades cristianas. En la exhortación, titulada Querida Amazonia, repite esa idea.

Primero, el Papa insiste en la urgencia de facilitar el acceso a los sacramentos en la región, sobre todo en la selva, donde la Iglesia tiene escasa presencia pastoral, en parte por la vastedad del territorio, la dispersión de los habitantes y las dificultades del transporte (nn. 84-85). Esa era la razón por la que en el Sínodo se planteó ampliar el número de sacerdotes recurriendo a hombres no célibes.

Pero Francisco no saca esa conclusión. Hacen falta, en efecto, más sacerdotes para lograr “una mayor frecuencia de la celebración de la Eucaristía, aun en las comunidades más remotas y escondidas” (n. 86). En este contexto, “es importante determinar qué es lo más específico del sacerdote, aquello que no puede ser delegado” (n. 87). Es “el sacramento del Orden Sagrado, que lo configura con Cristo sacerdote” y “lo capacita solo a él para presidir la Eucaristía” (ibid.).

Francisco pide “un contundente protagonismo de los laicos” para la Iglesia amazónica

En consecuencia, para asegurar el ministerio sacerdotal en la Amazonia, el Papa pide a los obispos, en especial a los de Latinoamérica, “promover la oración por las vocaciones sacerdotales” y buscar más sacerdotes que vayan a trabajar en la región (n. 90).

Protagonismo de los laicos

Ahora bien, “no se trata solo de facilitar una mayor presencia de ministros ordenados” (n. 93). También debería haber más diáconos permanentes, así como religiosas y laicos que asuman “responsabilidades importantes para el crecimiento de las comunidades” (n. 92). En concreto, Francisco desea que la Iglesia en la Amazonia se distinga por “un contundente protagonismo de los laicos”; que en ella se desarrolle “una cultura eclesial propia, marcadamente laical” (n. 94).

La exhortación destaca en particular el papel de las mujeres, que han contribuido decisivamente a sostener la fe en comunidades amazónicas privadas de sacerdote durante mucho tiempo. “Esto nos invita a expandir la mirada para evitar reducir nuestra comprensión de la Iglesia a estructuras funcionales. Ese reduccionismo nos llevaría a pensar que se otorgaría a las mujeres un status y una participación mayor en la Iglesia solo si se les diera acceso al Orden sagrado. Pero esta mirada en realidad limitaría las perspectivas, nos orientaría a clericalizar a las mujeres, disminuiría el gran valor de lo que ellas ya han dado y provocaría sutilmente un empobrecimiento de su aporte indispensable” (n. 100). Más bien, “las mujeres (…) deberían poder acceder a funciones e incluso a servicios eclesiales que no requieren el Orden sagrado y permitan expresar mejor su lugar propio” (n. 103).

Por tanto, ni la ordenación de hombres casados ni el hipotético diaconado femenino son para el Papa una prioridad, y centrar la atención en esos temas entraña un peligro de clericalismo y de caer en una concepción de la Iglesia reducida a lo funcional.

Todo eso aparece en el último capítulo de la exhortación. Los otros tres abordan, con fuertes acentos de lamento y denuncia, grandes problemas de la Amazonia: la situación de los pobres e indígenas, las amenazas a las culturas autóctonas y la destrucción del medio natural.

Ecología integral

Al hablar de una región que el mundo en general identifica con sus inmensos bosques tropicales, el Papa subraya la noción de “ecología integral”, que incluye a los seres humanos y, por tanto, tiene una intrínseca dimensión social. Citando el documento de trabajo del Sínodo, advierte (n. 8) que “no nos sirve un conservacionismo ‘que se preocupa del bioma pero ignora a los pueblos amazónicos’ [Instrumentum laboris, n. 45]”. Así, Francisco previene contra la “falsa mística amazónica” que, sobre todo en el siglo XX, consideraba la Amazonia como si fuera un territorio deshabitado y lleno de recursos que aprovechar (n. 12). Esa idea llevó a proyectos de desarrollo que “no respetan el derecho de los pueblos originarios al territorio y su demarcación, a la autodeterminación y al consentimiento previo” (n. 14).

La exhortación denuncia la destrucción de la naturaleza en la Amazonia y defiende los derechos de los indígenas

Los indígenas, empujados desde sus asentamientos originales, en las márgenes de ríos y lagos, al interior de la selva o a las ciudades (n. 30), han sufrido en muchos casos un duro desarraigo. En las periferias urbanas, son víctimas de “la xenofobia, la explotación sexual y el tráfico de personas” (n. 10).

La misma ecología integral no excluye cualquier tipo de desarrollo. “Se pueden buscar alternativas de ganadería y agricultura sostenibles, de energías que no contaminen, de fuentes dignas de trabajo que no impliquen la destrucción del medioambiente y de las culturas. Al mismo tiempo, hace falta asegurar para los indígenas y los más pobres una educación adaptada que desarrolle sus capacidades y los empodere” (n. 17).

No indigenismo cerrado

Un modelo educativo justo contribuiría a promover la Amazonia sin implantar una colonización cultural. Hay que respetar las riquezas tradicionales de los pueblos amazónicos, dice la exhortación en el capítulo sobre la cultura.

El Papa reconoce que “las culturas de la Amazonia profunda tienen sus límites” (n. 36). Tampoco están exentas de deficiencias las culturas urbanas de Occidente (individualismo, consumismo…). En el contacto mutuo, las culturas pueden enriquecerse. “De ahí que no sea mi intención –señala Francisco– proponer un indigenismo completamente cerrado, ahistórico, estático, que se niegue a toda forma de mestizaje” (n. 37). La civilización moderna debe dar su aporte a las culturas ancestrales del Amazonas, a la vez que aprende de ellas valores como el sentido comunitario o el aprecio por una vida austera y sencilla (n. 71).

En la Amazonia se puede encontrar, pues, una especie de cura del “paradigma tecnocrático y consumista” (n. 46) que subraya el usar y deja en la sombra el cuidar, en menoscabo de la naturaleza y de las personas, dice la exhortación en el capítulo dedicado a la ecología. A este propósito, Francisco cita a Juan Pablo II, en un discurso de 1997: “La conquista y explotación de los recursos (…) amenaza hoy la misma capacidad de acogida del medioambiente: el ambiente como recurso pone en peligro el ambiente como casa” (n. 48).

Como en el ámbito de la cultura, el Papa propone comunicación en beneficio mutuo: “Para cuidar la Amazonia es bueno articular los saberes ancestrales con los conocimientos técnicos contemporáneos” (n. 51). El aporte técnico debe ir acompañado del “sentido estético y contemplativo que Dios puso en nosotros y que a veces dejamos atrofiar” (n. 56). Pues las soluciones nunca son solo técnicas, o políticas o jurídicas. “La gran ecología siempre incorpora un aspecto educativo que provoca el desarrollo de nuevos hábitos en las personas y en los grupos humanos” (n. 58).

Anunciar el Evangelio

Con más razón, tampoco la misión de la Iglesia en la Amazonia puede reducirse a “un mensaje social”: “La auténtica opción por los más pobres y olvidados, al mismo tiempo que nos mueve a liberarlos de la miseria material y a defender sus derechos, implica proponerles la amistad con el Señor que los promueve y dignifica” (n. 63).

“Al mismo tiempo, la inculturación del Evangelio en la Amazonia debe integrar mejor lo social con lo espiritual, de manera que los más pobres no necesiten ir a buscar fuera de la Iglesia una espiritualidad que responda a los anhelos de su dimensión trascendente” (n. 76). El Papa parece aludir aquí a las carencias de la pastoral católica que ha llevado a muchos indígenas a adherirse a comunidades pentecostales.

El anuncio del Evangelio ha de llevar a que la fe arraigue en la cultura del pueblo que es evangelizado, el cual a su vez dará a la Iglesia un rostro nuevo. Eso es la inculturación de la fe, que “no desprecia nada de lo bueno que ya existe en las culturas amazónicas, sino que lo recoge y lo lleva a la plenitud a la luz del Evangelio”; y que “tampoco desprecia la riqueza de la sabiduría cristiana transmitida durante siglos” (n. 66).

En suma, la evangelización es el núcleo del mensaje de Francisco a la Iglesia en Amazonia. Si ha de haber “una Iglesia con rostro amazónico (…) debe resonar, una y otra vez, el gran anuncio misionero” (n. 61).

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