Nunca, casi nunca, a veces, siempre

TÍTULO ORIGINAL Never Rarely Sometimes Always

PRODUCCIÓN EE.UU. - 2020

DURACIÓN 101 min.

DIRECCIÓN

GÉNEROS

PÚBLICOJóvenes-adultos

CLASIFICACIÓNViolencia, Sensualidad

ESTRENO25/09/2020

Autumn tiene 17 años. Vive en Pennsylvania, donde trabaja como cajera. Está enfadada con su familia y con el mundo, como cualquier adolescente. Pero también está embarazada. Decide abortar y tiene que viajar a Nueva York para hacerlo sin que se enteren sus padres.

Premio del Jurado en Sundance y Berlín, esta durísima película recuerda mucho a la rumana 4 meses, 3 semanas, 2 días. Como en este título, Eliza Hittman centra el argumento en el periplo de dos jóvenes, la protagonista y su prima, y en las dificultades que encuentran hasta conseguir abortar.

La historia no es nueva, pero sí la forma de mostrarla. Hittman no cuenta apenas nada de las protagonistas; es una película con muy pocos diálogos, rodada de una manera casi documental, con un ritmo lento, muy lento. Y es un filme que coloca al espectador en un incomodísimo lugar: el de observador de una realidad que conoce, pero que quizás nunca haya vivido tan de cerca. El tono frío y distante de la cinta se revela, paradójicamente, muy eficaz para trasmitir la angustia de las dos protagonistas, dos jóvenes que viven una odisea sin inmutarse por fuera… mientras se destrozan por dentro. Un destrozo que se muestra asépticamente al espectador, sin eslóganes ideológicos ni recomendaciones morales en uno u otro sentido, sin denuncias, ni condenas, ni defensas. La realidad desnuda, pura, dura y doliente. A veces –al hablar del proceso médico–, más que realismo es hiperrealismo. La cámara simplemente observa. Y que el espectador concluya.

Supongo que esta fría objetividad dará lugar a múltiples interpretaciones, tantas como espectadores. Pero supongo también que muchos saldrán del cine vapuleados, con la convicción de que el aborto es un drama más en la vida de muchas mujeres jóvenes que se suma a una violencia sexual que a veces es estructural, a una deficiente educación sexual, a una familia en crisis, a una burocracia deshumanizada y, en definitiva, a una sociedad egoísta y enferma.

Concluir que la solución a todo esto es el aborto es ridículo. Tan ridículo como dejar sola a una joven de 17 años pensando que un embarazo adolescente es un problema individual.

Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta

 

 

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