Las distintas fórmulas para dar incentivos fiscales a las entidades benéficas y a los donantes plantean cuestiones de justicia y equidad.
Para que una entidad reciba un tratamiento fiscal propio de entidad filantrópica, normalmente se exigen tres condiciones: no distribuir beneficios, una causa digna de protección, y que la actividad esté abierta a un sector del público suficientemente amplio. Entre las causas que merecen apoyo, las más habituales entre los 40 países de un reciente informe de la OCDE son: asistencia social, educación, investigación científica y sanidad, cultura y medio ambiente (más de 33 países), mientras que la religión se incluye en 29 países.
La gran mayoría de los países conceden exenciones fiscales a las entidades filantrópicas, según dos posibles enfoques. El primero es eximir todos los ingresos (o ingresos específicos) de la entidad, mientras que el segundo considera imponibles todos sus ingresos, pero permite a la entidad reducir su renta imponible si la reinvierte en sus fines filantrópicos.
En el primer enfoque, que es el más habitual, hay que distinguir entre los ingresos no comerciales de la entidad (donativos de individuos o corporaciones, subvenciones públicas) y los posibles ingresos comerciales que se derivan de la provisión de bienes y servicios de pago, como un museo que cobra la entrada o vende merchandising.
Por lo general, los países declaran exentos los ingresos no comerciales de estas entidades, mientras que el tratamiento de las rentas comerciales varía. Unos pocos países declaran exentos todos los ingresos derivados de la actividad comercial. En otros, todos los ingresos de la entidad están libres de impuestos, pero se restringen las actividades comerciales que pueden realizar. Y en otros se diferencia entre los ingresos relacionados con el fin específico de la entidad, que están exentos, y los ingresos no relacionados, que sí pagan impuestos.
Las deducciones fiscales benefician más a los contribuyentes más ricos que a los pequeños, pero aumentan el total de donaciones
Además, algunos países conceden a estas entidades un IVA reducido o nulo, así como determinadas exenciones en otros impuestos, como la tasa sobre la propiedad inmobiliaria. En este último caso, el inmueble debe destinarse a actividades propias de la entidad.
Para evitar abusos
En un informe sobre la filantropía y los impuestos no podía faltar un apartado sobre el posible riesgo de que una fundación se utilice como instrumento de evasión fiscal o para fines de aprovechamiento personal de sus directivos. Entre los posibles abusos, el informe menciona unos salarios excesivos para el equipo de gobierno y los empleados; malversar los fondos recibidos por la entidad para gastos personales en oficinas, coches, empleo de familiares; disfrazar como filantrópica una actividad con ánimo de lucro; inversiones de la entidad filantrópica en empresas controladas por sus empleados; asalariados encubiertos como voluntarios, sin declarar las retribuciones; no pagar el IVA en actividades no exentas; e incluso la utilización por parte de grupos terroristas de la pantalla de la filantropía para financiarse.
Frente a la posibilidad de estos abusos, algunos Estados han establecido reglas sobre la remuneración de los directivos y el gasto total en empleados, entre otras medidas de supervisión.
Opciones para los donativos
Por lo general, las personas que hacen un donativo a una entidad filantrópica gozan de algún beneficio fiscal. En la mayoría de los países, el beneficio es en forma de deducciones fiscales (tax deductions), que reducen la parte de la renta sometida a impuestos. En otros, es a través de desgravaciones (tax credits), que reducen la cuota tributaria a pagar. En algunos también es posible que en la declaración de la renta el contribuyente determine que una parte de sus impuestos se destine a una determinada entidad filantrópica (por ejemplo, en Italia, a la Iglesia católica).
¿Qué es preferible? Según el informe, en los países con un impuesto sobre la renta progresivo, las deducciones fiscales favorecen más a los contribuyentes más ricos, porque el beneficio de la deducción crece a medida que la tasa impositiva a pagar es más alta. Además, esto puede dar a los más ricos mayor influencia a la hora de determinar en qué se gasta el dinero en el campo filantrópico. Pero también hay que tener en cuenta que si los ricos encuentran un estímulo fiscal más fuerte, el total de donaciones hacia actividades filantrópicas será mayor.
La fórmula de la desgravación asegura que la misma proporción de beneficio fiscal se atribuye a todos los donantes, cualquiera que sea su renta. Esto puede ser más justo, aunque también reducirá el interés de los ricos para donar.
En cuanto a la posibilidad de destinar parte de los impuestos a una determinada entidad a través de la declaración de la renta, el informe estima que puede ser una fórmula oportuna en países donde no existe una cultura de la filantropía, pues hace más visible a este sector. De todos modos, no es un incentivo fiscal para donar. Cuando se trata de aumentar el nivel de donaciones, los incentivos fiscales son más útiles.