Por fin ha comenzado el suministro de vacunas contra el covid-19 a países pobres por parte de COVAX, la iniciativa de la OMS para favorecer la distribución equitativa en todo el mundo. Pero África y Latinoamérica dependen de China y Rusia, los únicos productores que les proporcionan dosis por ahora. El Occidente rico consume las que fabrica.
La primera entrega de COVAX se realizó esta semana en Ghana: 60.000 dosis de la vacuna de Oxford/AstraZeneca, fabricadas con licencia por unos laboratorios indios; se administrarán a 30.000 trabajadores sanitarios. Ghana (31 millones de habitantes) es uno de los 92 países integrados en COVAX que han de recibir vacunas gratis, merced a la ayuda de los otros 98 de la iniciativa, ricos o de renta media. Ghana ha contado hasta hoy unos 80.700 casos de covid-19 y 580 muertos; pero, como en la generalidad de los países africanos, las pruebas de detección del virus son escasas, y los números reales son seguramente mucho mayores.
La entrega hecha a Ghana es casi nada en comparación con el objetivo de la OMS, que es repartir, dentro de este año, 1.300 millones de dosis entre esos 92 países en desarrollo. El plan lleva retraso y no es seguro que se cumpla. Los países ricos aún no tienen suficientes dosis para sí mismos y han acaparado las existencias de las vacunas producidas en ellos. Contribuyen con mucho dinero a COVAX, pero apenas han puesto dosis a disposición de los demás. El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, se queja de que firmen acuerdos bilaterales con productores sin preocuparse de que disminuyan o retrasen suministros prometidos a COVAX.
China y Rusia reparten
De momento, según estimaciones de la OMS, se han administrado en todo el mundo unos 210 millones de dosis: más de la mitad solo en Estados Unidos y en China, y más del 80% en esos dos países y en otros ocho, principalmente ricos. Los demás dependen de China y Rusia, y en menor proporción la India, que sí están dispuestos a donar o vender sus vacunas.
China ha entregado vacunas a tres países africanos: Guinea Ecuatorial, Zimbabue y Sierra Leona, y planea hacerlo en otros 16. Para eso ha montado almacenes refrigerados en el aeropuerto de Adís Abeba, desde donde se hará la distribución.
Con el suministro de vacunas, China y Rusia ganan influencia en Latinoamérica y en África
Las vacunas chinas han empezado a llegar también a Latinoamérica. Brasil produce y emplea la de Sinovac, y Chile ha comprado 4 millones de dosis. A Perú llegará pronto la de Sinopharm. Rusia es el otro gran proveedor de la región: Argentina y Bolivia han empezado a vacunar con Sputnik V, que pronto llegará a México y probablemente se fabricará en Argentina y Brasil. No se ha dado a conocer los precios a los que chinos y rusos venden las vacunas.
¿Altruistas o interesados?
Observadores occidentales creen que China y Rusia aprovechan la ocasión para sacar tajada. Rusia quiere fortalecer sus relaciones con Latinoamérica, donde, con el final de la Guerra Fría, perdió mucho de su influencia. China, además, está interesada en asegurarse el suministro de materias primas abundantes en la región, como petróleo, cobre o soja. Es significativo que el año pasado, ante la falta de vacunas para la población, los diputados de Paraguay, único Estado sudamericano que reconoce a Taiwán, aprobaran una propuesta de romper con la isla y establecer relaciones diplomáticas con China. No se hizo, porque el Senado se opuso.
El Ministerio de Asuntos Exteriores chino ha declarado que con el ofrecimiento de vacunas no persigue ningún interés propio. Se le crea o no, el caso es que China y Rusia son las tablas de salvación de latinoamericanos y africanos mientras el Occidente rico siga empleando sus vacunas para sí, sin compartirlas. También influye que las vacunas occidentales –menos la de Oxford/AstraZeneca, que no logra cubrir sus metas de producción– son más difíciles de exportar, sobre todo a África. La de Moderna y la de Pfizer/BioNTech están hechas con una técnica nueva, a partir de ARN mensajero, que no puede aplicar cualquier laboratorio. Y la temperatura bajísima a que han de ser mantenidas hasta poco antes del uso no está al alcance de cámaras frigoríficas ordinarias.
Las vacunas chinas y la rusa, hechas con métodos más sencillos y conocidos, se pueden producir en laboratorios de países con industria farmacéutica media. Pero también tienen algunos problemas de suministro. Por ejemplo, la fabricación de la vacuna china de Sinovac quedó parada en Brasil porque no llegaban todos los ingredientes necesarios. En Brasil mismo, esta vacuna tiene mala fama en la opinión pública, por la falta de claridad en los resultados del ensayo realizado allí. El presidente Jair Bolsonaro la denigró públicamente; pero Brasil la emplea porque no tiene alternativa.
Lo mismo ocurre a la mayoría de los países del mundo: Sputnik V y las vacunas chinas son las únicas que tienen accesibles.