Con el placet del Papa Francisco, la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) ha declarado que la Iglesia “no dispone del poder para impartir la bendición a uniones de personas del mismo sexo”. La razón es que las bendiciones son acciones litúrgicas, relacionadas con los sacramentos, y por eso exigen que lo bendecido sea conforme con el orden divino establecido en la creación y revelado por Jesucristo.
Es significativo que la nota de la CDF no diga que la Iglesia rehúsa o no quiere, sino que no puede impartir la bendición a parejas homosexuales. Lo destaca en La Stampa Lucetta Scaraffia, que fue directora del suplemento “Mujer e Iglesia” de L’Osservatore Romano. La CDF emplea, dice Scaraffia, “un lenguaje muy cauto y cuidadoso para no ofender a las personas homosexuales” y explica la negativa con razones que no son de carácter moral.
La CDF se apoya en el significado de la bendición en la liturgia católica, que está relacionado con los sacramentos. “La bendición –anota Scaraffia– no es un simple acto que testimonia benevolencia, sino una petición de que intervenga la gracia de Dios”. Por eso no puede implicar aprobación de algo que no se corresponde con el orden de la creación, la cual pone como fundamento de la familia a una mujer y a un hombre, capaces de unirse para engendrar. Así, la negativa a bendecir las parejas homosexuales obedece a “una imposibilidad teológico-antropológica, que encuentra una confirmación concreta en el hecho de que dos personas del mismo sexo no pueden engendrar y, por tanto, formar su propia familia”.
Significado de las bendiciones
La declaración, que es respuesta a una consulta que se hizo a la CDF, comienza con una referencia al contexto actual: la extensión de bendiciones a parejas del mismo sexo, o de propuestas de hacerlas, “en algunos ambientes eclesiales”. A veces son manifestaciones de “una sincera voluntad de acogida y de acompañamiento a las personas homosexuales”, a fin de ayudarlas a comprender y realizar lo que Dios les pide. Tal acompañamiento se hace con la oración y la escucha de la palabra de Dios, y también con la participación en la liturgia.
“No es lícito impartir una bendición a relaciones, o a parejas incluso estables, que implican una praxis sexual fuera del matrimonio”
Pero no puede incluir la bendición a las parejas homosexuales. La razón es que las bendiciones que imparte la Iglesia son sacramentales, o sea, acciones litúrgicas, modeladas a imitación de los sacramentos, que “disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos” y por las que “se santifican las diversas circunstancias de la vida” (Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, n. 60). Por tanto, “para ser coherentes con la naturaleza de los sacramentales, cuando se invoca una bendición sobre algunas relaciones humanas se necesita –más allá de la recta intención de aquellos que participan– que aquello que se bendice esté objetiva y positivamente ordenado a recibir y expresar la gracia, en función de los designios de Dios inscritos en la Creación y revelados plenamente por Cristo”.
Así pues, “no es lícito impartir una bendición a relaciones, o a parejas incluso estables, que implican una praxis sexual fuera del matrimonio”. Tal es el caso de las uniones homosexuales, como también de las heterosexuales incompatibles con el matrimonio (por ejemplo, una pareja de hecho que incluye alguna persona divorciada). Aunque una pareja homosexual tenga “elementos positivos”, eso no basta para que puedan recibir una bendición eclesial, “porque tales elementos se encuentran al servicio de una unión no ordenada al designio de Dios”.
La nota añade que, como “las bendiciones sobre personas están en relación con los sacramentos”, no sería lícito bendecir una unión homosexual porque sería “una imitación o una analogía con la bendición nupcial”. La CDF lo ilustra con una cita de Francisco en Amoris laetitia, 251: “No existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia”.
Todo eso no obsta que se puede impartir la bendición a personas homosexuales que “manifiesten la voluntad de vivir en fidelidad a los designios revelados por Dios, así como los propuestos por la enseñanza eclesial”. Pero “la Iglesia no dispone, ni puede disponer, del poder para bendecir uniones de personas del mismo sexo”, pues eso equivaldría a “aprobar y fomentar una praxis de vida que no puede ser reconocida como objetivamente ordenada a los designios revelados por Dios”.
Reacciones en Alemania
Entre los “ambientes eclesiales” donde se practican o se proponen las bendiciones a parejas homosexuales, están muchos de Alemania. El reconocimiento de tales uniones es uno de los proyectos planteados en el camino sinodal, junto con la reforma de la moral sexual en su conjunto. La declaración de la CDF “parece ser la respuesta del Vaticano a algunos obispos alemanes que habían propuesto esta idea”, ha dicho al National Catholic Reporter el jesuita P. James Martin, conocido por defender el acercamiento de la Iglesia a los homosexuales.
De hecho, el Comité Central de los Católicos Alemanes, muy activo en el camino sinodal, se ha dado por aludido. Según su presidente, Thomas Sternberg, la negativa a bendecir las uniones homosexuales “está en la línea de los obstáculos que se están poniendo al camino sinodal”. Añade que no basta admitir la bendición a las personas homosexuales con la condición expresada en la nota de la CDF, pues les exigiría renunciar a los actos sexuales, cosa que para él es “inadecuada y la gente no la entiende ya”.
La CDF “ha aclarado una cuestión que está ocupando intensamente a la Iglesia en Alemania, así como en otros lugares, y que polariza”
Más cauto se ha mostrado el presidente de la Conferencia Episcopal alemana, Mons. Georg Bätzing, en un comunicado oficial. En las deliberaciones del camino sinodal, dice, “se tendrán en cuenta los puntos de vista de la Congregación”, que –según él– “reproducen el estado de la doctrina eclesiástica, tal como se refleja en diferentes documentos romanos”. Pero es necesario estudiar “cómo se puede seguir desarrollando esa doctrina”. Y concluye: “No hay respuestas sencillas a las cuestiones de esta clase”.
“No es un vaivén del Papa”
Otros obispos alemanes han acogido sin reservas la nota de la CDF. El de Ratisbona, Mons. Rudolf Voderholzer, ha comentado que la CDF reafirma la doctrina de Amoris laetitia: respetar la dignidad de toda persona, con independencia de su orientación sexual, y negar la equiparación de las uniones homosexuales con el matrimonio. Lo mismo ha dicho el obispo de Passau, Mons. Stefan Oster, que se manifiesta “agradecido por este pronunciamiento del magisterio”, que “ha aclarado una cuestión que está ocupando intensamente a la Iglesia en Alemania, así como en otros lugares, y que polariza”.
Varias organizaciones LGTB han expresado decepción. Pero quienes esperaban que Francisco cambiara la posición de la Iglesia sobre las uniones homosexuales no estaban siendo realistas, según Steve White, del Catholic Studies Program en el Ethics and Public Policy Center (Washington DC). El Papa simplemente reitera la enseñanza de la Iglesia, también cuando expresa su cercanía a las personas LGTB sin aprobar sus uniones. “Esto no es un vaivén del Papa Francisco –dice White–. Esto es totalmente coherente con declaraciones como ‘¿Quién soy yo para juzgar?’ La gente que no ve eso está malinterpretando al Papa”.
Con informaciones de José M. García Pelegrín (Berlín) y Manuel Sánchez (Roma)
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