Quito.— El mensaje de unidad y encuentro que marcó la campaña del presidente electo, Guillermo Lasso, establece una nueva fase de esperanza y cambio para los ecuatorianos. Con una jornada electoral tranquila y ordenada, Ecuador eligió un cambio de rumbo que pretende dejar atrás el estilo político correísta.
La segunda vuelta electoral celebrada en Ecuador el pasado domingo, 11 de abril, se desarrolló de forma normal y, en pleno pico de contagios por covid-19, los ecuatorianos acudieron a las urnas. Andrés Arauz, claro ganador de la primera vuelta (correísta) y Guillermo Lasso (centro-derecha) se disputaron la presidencia en un jornada que se cerró con un aumento en el ausentismo y un porcentaje considerable de votos nulos.
El Consejo Nacional Electoral estuvo bajo la lupa en estos comicios. Por las sospechas que ha generado su gestión en elecciones anteriores y el caos ocasionado por el conteo rápido en la primera vuelta, su labor fue seguida por los ecuatorianos con desconfianza y finalmente, sorpresa, cuando ya a las 21.00 se tenía el 97% de las actas escrutadas y la tendencia proclamaba al ganador de forma clara.
Los resultados dieron la victoria al presidenciable de la alianza CREO-PSC. Guillermo Lasso asumirá el cargo en mayo, para enfrentarse a una compleja situación económica, social, política y sanitaria.
El rol del sector indígena y la campaña por el voto nulo
La clara fragmentación de la primera vuelta generó un clima de incertidumbre en Ecuador. De los 16 aspirantes a la presidencia, solo cuatro alcanzaron resultados que valga la pena mencionar: además de los tres predecibles (Arauz, Lasso y Pérez), que obtuvieron un apoyo disperso, destacó Xavier Hervas, aspirante del partido Izquierda Democrática. Hervas obtuvo el cuarto puesto en la contienda de febrero y el liderazgo de su candidatura le consiguió 18 escaños a su partido (más que los 12 escaños de CREO, de Lasso). El apoyo de estas fuerzas sería clave para la victoria en la segunda vuelta.
El considerable voto nulo (17%) viene de sectores indígenas o de izquierda que no quisieron apoyar al candidato conservador ni al correísta
Y lo que realmente creó incertidumbre y confusión fueron las semanas de tira y afloja que vivió el país instigado por la denuncia de fraude electoral del candidato Yaku Pérez. Pérez aseguraba tener evidencia de inconsistencias en el proceso y exhortaba al Consejo Nacional Electoral a revisar las actas. Aunque convocó a manifestaciones para denunciar el fraude, las mismas tuvieron relativamente poca cobertura mediática y, finalmente no avanzó en la carrera electoral por un mínimo margen.
Pérez reunió la indignación del sector indígena y el sentimiento de unas elecciones “robadas”. Su postura fue no apoyar a Lasso ni a Arauz, y él mismo votó nulo. Durante la campaña, el líder indígena Jaime Vargas, presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie) y reconocido por su rol en las destructivas revueltas de octubre de 2019, manifestó públicamente su respaldo a Arauz. En lo que se vio como una obvia maniobra para hacerse un puesto en el posible gobierno de Arauz y una traición al movimiento que apoyaba el voto nulo, Pachakutik lo expulsó del partido. Este caso y otros similares dejaron un rastro de división, que acabó por evidenciar nuevamente un sentimiento de hartazgo hacia líderes gastados con posturas extremistas y populistas.
Finalmente, los resultados del sufragio del 11 de abril mostraron un 16,26% de voto nulo, una cifra no insustancial. Cabe recordar que el voto en Ecuador es obligatorio. La sanción a quienes lo incumplen sin justificación es una multa del 10% del salario mínimo, por lo que la forma de mostrar el disenso ante las opciones disponibles es a través del voto nulo o en blanco, no a través de la inasistencia a las urnas. En este caso, el nivel de ausentismo (que también aumentó a un 17,29%) fue una señal del temor a la exposición al contagio de covid.
Lasso ajustó su discurso para acoger a un mayor espectro de votantes, como ambientalistas, indígenas, mujeres
Finalmente, las cifras de voto nulo apuntan a que no fue solo representación del sentir indígena, sino la elección de colectivos civiles como el feminista, el proaborto, el LGTBIQ y el de izquierdas; veían incoherente dar su voto al representante conservador, católico, profamilia y de derechas, pero tampoco se sentían representados por la izquierda populista del candidato de UNES. Un reto importante para la presidencia del mandatario electo será precisamente trabajar el diálogo con esos sectores de la población, que mostraron su descontento a través del voto nulo y que, a menos de una semana de su triunfo, ya cuestionan su capacidad de mantener el diálogo y la apertura que prometió con su campaña.
La victoria de la campaña del encuentro
La tercera es la vencida para Lasso. El nuevo mandatario se presentó a las elecciones de 2013 y 2017. Aunque está claro su enfoque personal en cuestiones desde economía hasta familia, en esta segunda vuelta ajustó su discurso, para acoger a un mayor espectro de votantes. Pasó a tratar temas de interés para colectivos ambientalistas, de mujeres, y de nacionalidades indígenas.
El gasto en publicidad, tanto digital como tradicional, del presidente electo fue superior a la del vencido. Además de ser una campaña fuerte, fue optimista, con un discurso de esperanza, tranquilidad, diálogo. Contó con el apoyo de personalidades relevantes de todos los ámbitos de la sociedad, líderes de opinión, celebridades y artistas de tradición.
El mensaje consistente de la segunda vuelta giró en torno a la necesidad de permanecer unidos como ecuatorianos y no desaprovechar la oportunidad para aportar al futuro, respetando las diferencias. Si bien la dinámica de fondo de ese llamado a la unidad está, en la práctica, sembrada sobre todo en el temor al correísmo, la idea que explotaba la comunicación de Lasso era la creación de espacios de encuentro. “Encontrémonos”, llamaban sus piezas publicitarias. Este concepto de fondo sirvió de pegamento para el pueblo ecuatoriano en esta campaña. Le recordó que vivió una década de intensa persecución y falta de libertad bajo Rafael Correa, seguido de un gobierno tibio con Lenín Moreno que, aunque lo intentó, no terminó de desembarazarse de la estela correísta.
Los escándalos de corrupción vinculados al gobierno de Correa se han ido conociendo en los años de mandato de Moreno. Mezclados con casos de corrupción más recientes y las crisis en el marco del combate a la pandemia de covid, han erosionado la confianza de los ecuatorianos en las instituciones. De hecho, el mismo martes, dos días después de las elecciones, el país despertó con la noticia de la presunta participación del contralor general del Estado (máxima autoridad de control gubernamental y auditoría de la gestión pública) en una trama de corrupción investigada por la Fiscalía. Y a la pandemia de corrupción se suma también el recuerdo de la participación del expresidente y sus seguidores en los eventos de las violentas protestas de octubre de 2019. El desencanto con el populismo y la incapacidad de Arauz de atraer los votos de la izquierda sellaron la derrota del correísmo en la segunda vuelta.
Retos: lo urgente y lo importante para el Ecuador de Lasso
Los medios de comunicación nacionales e internacionales se centran ahora en el futuro que le depara al nuevo presidente. Asume la presidencia en mayo y hereda un país endeudado, inmerso en crisis y con una pandemia que no da tregua.
Llevar a cabo un plan masivo de vacunación contra el covid será un foco de trabajo urgente. También atender la crisis económica, generar empleo productivo, reducir impuestos y reactivar la economía a través de la inversión privada. De momento, se observa que los mercados internacionales han reaccionado positivamente a la victoria: el indicador Riesgo País de Ecuador cayó 345 puntos el lunes tras las elecciones, señal de que la confianza aumenta.
La lucha contra la corrupción tendrá que ser un eje importante. Lasso asegura en sus intervenciones que no se perseguirá a nadie, que solo se tendrá que dejar trabajar a la justicia. También ha ofrecido reformas a leyes de educación superior, y un proyecto de ley sustitutiva para la actual ley de comunicación; proyectos que abogan por la libertad, por una mayor autonomía y, en resumidas cuentas, una menor intervención del estado.
Mirando los cuatro años que tiene por delante, Lasso se enfrenta a una situación compleja respecto a su gobernabilidad y su relación con el Legislativo. En la cámara no alcanza la mayoría y las fuerzas principales corresponden a UNES, el Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik e Izquierda Democrática. Será importante mantener las promesas de diálogo y trabajar pactos.
Sus planes son consolidar la democracia, la libre empresa y la apertura al mundo para generar oportunidades y reducir el déficit. Con el país en una profunda crisis, pero con los ánimos en alto, a Lasso solo le queda trabajar las promesas de oportunidad y encuentro que ofreció. Aunque el panorama no es sencillo (ni dentro ni fuera de las fronteras), este puede ser el inicio de un giro importante en la forma de entender y trabajar la política en Ecuador.