La publicación, el mes pasado, de un experimento en que se crearon embriones quiméricos animal-humanos, ha sido recibida con entusiasmo por unos y con temor por otros. De momento, sin embargo, las expectativas en que se fundan tanto una reacción como otra están muy lejos y no se sabe si se podrían cumplir.
El entusiasmo se basa en la esperanza de que un día se pueda obtener una fuente abundante y segura de tejidos aptos para trasplantes. El temor obedece a la posibilidad de que se llegue a producir animales medio humanos. Las dos actitudes trazan una línea imaginaria desde lo conseguido hoy hasta un hipotético término, luminoso o terrible. Pero ese final es muy incierto. Lo que no impide hacer una valoración ética del experimento.
Conviene …
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