En apenas unos meses, un nuevo agente patógeno que apareció en una ciudad de China se propagó por todo el mundo hasta llegar a paralizarlo. Este hecho nos ha vuelto a recordar que vivimos en un mundo globalizado. Pero este contexto no es nuevo, aunque nos lo pudiera parecer, ya que, como apunta Jeffrey Sachs, uno de los tres economistas vivos más influyentes según The Economist, la humanidad siempre ha estado globalizada.
Sachs se centra en la evolución de tres tipos de interrelaciones que considera fundamentales para explicar la globalización: las tecnológicas, las económicas y las institucionales. Estas adoptan su forma a través del comercio, de las finanzas, de las empresas, de la inmigración, de la cultura, de los imperios y de la guerra.
Desde esa perspectiva, el autor considera que la historia de la globalización atraviesa siete edades: la Edad Paleolítica, en la que los primeros humanos necesitaban encontrar alimento; la Edad Neolítica, en la que aparecen la agricultura y los primeros asentamientos; la Edad Ecuestre, cuando se emplea el caballo para el comercio y las comunicaciones; la Edad Clásica, con el surgimiento de los primeros grandes imperios; la Edad Oceánica, con la expansión de los imperios a otros continentes; la Edad Industrial, con la transformación provocada por la revolución industrial y la creación del mundo moderno. Y, por último, la presente Edad Digital, en la que estamos interconectados de manera instantánea y permanente.
Los riesgos hoy son, a su juicio, tres: la desigualdad, la crisis medioambiental mundial y las tensiones provocadas por los grandes cambios geopolíticos. Para gestionar los retos que plantea la edad de la globalización en la que nos encontramos, Sachs propone apoyarse en cinco conceptos: desarrollo sostenible (gobernanza que englobe objetivos económicos, sociales y medioambientales), socialdemocracia (entendida como enfoque inclusivo y participativo de la vida política y económica), subsidiariedad (en cuanto a que los problemas se resuelvan en el nivel de gobernanza más eficaz), reforma de las Naciones Unidas (que reequilibre el Consejo de Seguridad con la incorporación de nuevos países, en correspondencia con el desplazamiento del centro de gravedad mundial), y búsqueda de un consenso para un proyecto común (que implique, desde una “ética en acción”, a todas las comunidades sin distinción por razones de fe, cultura, raza o etnia).
Se podrá estar más o menos de acuerdo con las propuestas que plantea el economista americano para gestionar la globalización del siglo XXI, pero el recorrido y la panorámica que expone de la historia de la humanidad sugieren que necesitamos colaborar para crear un mundo mejor. La referencia, lo que nos une: la naturaleza humana y los muchos intereses comunes.