Claire Legros publica en Le Monde un artículo donde explica que “la idea de mezclar niñas y niños en la escuela de la República se ha generalizado por razones más pragmáticas y económicas que educativas”. La igualdad sexual que supuestamente se obtendría no ha llegado.
La periodista aborda los orígenes de esta modalidad de enseñanza, considerada en Francia como un pilar de la escuela republicana para garantizar la igualdad. En realidad, se impuso por motivos económicos y pragmáticos, sin tener en cuenta las razones educativas de fondo.
Citando a la filósofa Nicole Mosconi, Legros explica que numerosos trabajos exploran los efectos de esta mezcla de sexos “sin diseño”, y que, por la falta de estrategia, no se ha logrado la igualdad deseada. Por un lado, a las chicas les va mejor en la escuela que a los chicos; por otro lado, estos últimos se hacen notar más y dominan los espacios. Menciona también un estudio de la geógrafa Edith Maruéjouls, que analiza la desigual distribución en el patio de recreo: los chicos utilizan el centro para jugar al fútbol y las chicas se quedan en la periferia.
“Se construyen dos relaciones diferentes con el conocimiento: los niños para crear nuevos conocimientos, las niñas para transmitirlos, lo que influyen en la orientación y el lugar en la sociedad”, argumenta Isabelle Collet, investigadora en ciencias de la educación de la Universidad de Ginebra.
Dado que la mera mezcla sola no basta para alcanzar ningún fin pedagógico, la historiadora Geneviève Pezeu, autora de un libro sobre la escuela mixta, subraya la necesidad de formar a los profesores en temas de igualdad. También señala que “los períodos de separación entre chicos y chicas pueden ser útiles, a condición de que sirvan para construir mejor la diversidad”.
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