Fotografía: Mercedes Aguilar
María de León es un magazine de páginas frescas que combina bella fotografía, buen contenido y verdades como puños. Más que una influencer al uso, es un altavoz con peso específico en las redes sociales con la misión de colocar con arte los valores más potentes de la humanidad entre los trending topics. Bien, verdad y belleza frente a qué más da, todo vale, elefantiasis del postureo, el negocio es el Olimpo, empacho de superficialidad, exhibicionismo al vacío, guiño, like, monetización, caja, fama soluble y trayectoria instantánea.
Con acento sevillano y eco universal lleva trece años comunicando en Internet y una década prodigiosa de conocimiento, experiencias, aprendizajes, baches y crecimiento en Instagram. Su maratón digital le ha abierto el apetito por hincarle el diente a la ética en las redes sociales, como avala su iniciativa Think2bu. Justo en estos momentos se adentra en una ambiciosa propuesta para humanizar el imperio digital con la que pondrá la guinda al máster de Humanidades que se suma al elenco de su inquieta formación.
Pionera. Emprendedora. Dinámica. Apasionada. Preparada. La influencer humanista lleva años en las redes ofreciendo contenidos y mostrando con naturalidad sus esencias. El poder de lo auténtico ha hecho que esta experta en comunicación se convierta en una mujer influyente con estilo propio.
Alta. Moderna. Risueña. Clara. Empática. Normal. Embajadora y torera. Es el reflejo del alma para marcas como Adolfo Domínguez, Cinco Jotas o Le Pain Quotidien. Y precisamente en una mesa de Le Pain Quotidien hacemos doble clic sobre su Pantone de posibilidades en esta conversación sin colorantes, ni conservantes, ni trampa, ni cartón.
— Una entrevista que te hacían en El Mundo hace poco más de un año arrancaba así: “No es la influencer con más seguidores, pero sí una de las que tiene más prestigio”.
— El prestigio es un valor muy importante que hace que mi trabajo merezca la pena, porque significa que está calando en los demás de alguna manera.
“Creo en la necesidad de despertar la conciencia de las personas que desarrollan su actividad en las redes sociales para que enfoquen su tarea a la verdad, el bien y la belleza”
— Dices: “Me tomo mi trabajo en las redes sociales como una misión, que es la de poder transmitir cosas que ayuden a los demás”.
— Quien no vive para servir, no sirve para vivir.
— ¿Cuánto dura un influencer sin misión?
— Yo creo en la necesidad de despertar la conciencia de las personas que desarrollan su actividad en las redes sociales para que enfoquen su tarea a la verdad, el bien y la belleza, aunque, al final, la sociedad tiene la última palabra en el nacimiento de un influencer. Si los criterios de la calle para elegir a sus referentes pivotan sobre el hedonismo, el relativismo, el utilitarismo o la superficialidad de quedarnos en la imagen… La voluntad y el criterio de las personas son determinantes en la conformación de las élites que influyen, para bien o para mal: por eso el tiempo de vida de un influencer lo determinan los parámetros de la gente. Tengo la esperanza de que nuestra sociedad despierte a la necesidad de profundizar sobre los últimos conceptos, porque, si sigue dormida, es muy probable que una influencer sin misión, sin contenido, sin hilo conductor, sin nada que aportar, esté en la cumbre más de lo que objetivamente se merece.
— Alguna vez has citado en tus posts a Roy Edward Disney: “Cuando tus valores están claros, tus decisiones se vuelven más fáciles”.
— Los valores son la mejor guía para desarrollar un trabajo público. Mi labor como coach consiste en acompañar a las personas a aterrizar sus valores y a calibrar cómo de presentes están en su tarea profesional, porque, una vez que eso lo tienes claro, es más fácil saber cuál es el siguiente paso hacia adelante, por dónde debes tirar y por dónde no. Algunas veces ese camino implica más renuncias y más sufrimiento, porque necesitas tener más paciencia para obtener los resultados que esperas. Es un trayecto más arduo y más difícil, pero ningún objetivo grande se consigue con el menor esfuerzo posible. Yo ahora estoy haciendo un máster de Humanidades que me apasiona, pero me exige tiempo de dedicación y de estudio. Es la vida misma: el que algo quiere, algo le cuesta.
— Te ilusiona fomentar los valores en las redes sociales. Tu lifestyle no es el lifestyle generalizado en ese mundo virtual.
— No soy nadie para juzgar eso, pero sé que estoy donde quiero estar. Enfoco mi actividad digital mirando al horizonte en el que creo: poner al servicio de los demás lo que voy aprendiendo en la vida y lo que a mí me ayuda a evolucionar como persona. Trato de compartir mi lifestyle en tres áreas: cuerpo, mente y espíritu. Yo tengo una visión positiva de las redes sociales, porque hace diez años los ciudadanos particulares no teníamos la posibilidad de que se escuchara nuestra voz y llegar a tanta gente, y por eso me gusta usarlas para devolver a la sociedad lo que he recibido.
— Pero a veces te sientes como surfeando en la cresta de un tsunami…
— Sí. Pero tengo claro a dónde quiero llegar. Los místicos de la historia han sabido permanecer ajenos al ruido de las sociedades que habitaron, porque tenían un camino y una meta. No es que yo me considere una mística, ni mucho menos, pero ese ejemplo del pasado me sirve para demostrar que la sociedad evoluciona de una manera y eso no significa que yo me deba dejar llevar por la inercia exterior. Soy libre para tomar mis propias decisiones y, si eso implica no seguir la corriente del momento y aguantar el tirón, entonces toca ser coherentes, porque nuestra verdad está también en esas decisiones francas. Dice Pablo d’Ors en Biografía del silencio que “el éxito es la permanencia en el fracaso”: perseverar en un empeño que llena, durante el tiempo que haga falta, siempre merece la pena. Tarde o temprano, en conciencia, acabarás triunfando.
“Es importante que las marcas trasciendan la pura monetización y acierten en la elección de sus referentes, que deben ser un ejemplo para la sociedad”
— Llevas diez años en Instagram y trece con relevancia en Internet. Cada vez parece más claro que tu altavoz en las redes, más que una misión, es una vocación.
— Te tengo que decir que sí. Me emociono diciéndotelo, porque no sé por qué la vida me ha traído hasta aquí. Siento que atiendo a una llamada que viene de más allá de este mundo. Tengo 41 años y pongo mucho esfuerzo y energía en este trabajo. Estoy abierta a todas las cosas que vengan a mi vida, pero siento una vocación muy potente para poner mi granito de arena en la tarea de humanizar las redes sociales.
— Se estima que el marketing de influencers alcanzará en 2022 los 15.000 millones de euros. El 94% de las marcas lo considera efectivo para impulsar las ventas. ¿Las empresas traslucen una ética clara en su marketing de influencers o, si es por vender, todo vale?
— Las marcas deben ser mucho más selectivas en la elección de las personas que convierten en sus altavoces. Han de fijarse más en la calidad que en la cantidad de lo que aportan y en que sus valores estén alineados con los de las personas que serán sus representantes. Muchas marcas están obsesionadas con las estadísticas, porque necesitan traducir el marketing de influencers en productividad, pero el eco positivo incluye más cosas. Siguiendo la idea que apunta Nuccio Ordine en La utilidad de lo inútil, es importante destacar el humanismo por encima de la rentabilidad, porque eso contribuye a que aquellos a quienes llega el mensaje puedan evolucionar de una forma más humana. Creo que es importante que las marcas trasciendan la pura monetización y acierten en la elección de sus referentes, que deben ser, en primer lugar, un ejemplo para la sociedad por la actividad que realizan. A veces, desgraciadamente, todo vale por un like. Un influencer no solo debe estimular las ventas, sino ayudar al cliente a crecer de la mano de esa marca. Este trabajo no tiene nada que ver con vender la moto.
— ¿Cuántas veces has dicho: “¡No!”?
— Muchas. Y me ha costado, pero cuando algo no casa con mis valores o no lo veo claro, porque intuitivamente no me convence, prefiero decir que no.
— ¿Qué valor le das a la coherencia en la opinión pública?
— De la coherencia depende tu credibilidad y tu posicionamiento. Una persona veleta pierde muy pronto su reputación.
— La credibilidad que no dan los medios, ni la política, ni las instituciones, la buscamos en los influencers. La red permite crearnos un universo de credibilidades propio. ¿Hasta qué punto la autenticidad es esencial para no defraudar?
— Ser auténticos es la base de la misión. Ser de verdad es lo que hace que una voz pública tenga consistencia, continuidad, coherencia, empaque, personalidad, naturalidad y eco. El influencer que transmite mentiras tiene muy poquita proyección.
“Tengo necesidad de alimentar mi esfera espiritual, que es la que me mantiene plena”
— Te muestras, exhibes tus valores con autenticidad y credibilidad, pero logras preservar tu intimidad y tu privacidad. No es fácil esa ecuación o, al menos, muchas otros influencers no lo consiguen.
— La privacidad es uno de mis valores fundamentales. Mi pregunta mental es: ¿qué precio estaría dispuesta a pagar para conseguir éxito en las redes sociales? Hay personas dispuestas a pagar el precio de exponer su intimidad para aumentar su difusión. Lo respeto, pero ese no es mi camino. Yo genero menos morbo y tengo menos trascendencia en la prensa social y en las redes, pero soy feliz así, porque sé que si cuento más de lo que quiero viviría incómoda.
— Licenciada en Medio Ambiente. Especialista en comunicación. Experta en moda. Aventurera. Máster en Humanidades con formación en liderazgo empresarial, yoga y coaching dialógico. Con un máster de experiencias en viajes y estilos de vida. Esteta. Humanista. ¿La estabilidad de un influencer está en los pilares de sus contenidos y en el bagaje de su trabajo?
— La cultura se adquiere con formación y experiencia, y siempre nos hace más libres y mejores personas, porque nos ayuda a crecer. El conocimiento ofrece más garantías de seguridad. Estudiar Humanidades me está sirviendo para ordenar mi pensamiento y ver la vida de otra manera, desde otra perspectiva. Mis satisfacciones ya no están en el nivel uno, que diría el profesor Alfonso López Quintás: el exclusivamente material. Cuando tienes contenido dentro, buscas ideales más altos. Yo ahora tengo necesidad de alimentar mi esfera espiritual, que es la que me mantiene plena. Si yo hubiera basado mi felicidad en ese mundo material, necesario, pero no exclusivo, sería una persona profundamente infeliz. Me encanta la moda, pero no quiero ser una víctima de la moda. Y así, todo.
“Me empeño en practicar la mirada profunda y en estimular esta manera de ver la vida. Lo esencial es invisible a los ojos, como aprendimos en El Principito”
— Podrías haber sido una celebrity, reina del cuché, pero has decidido ser una persona éticamente influyente. ¿Tu madre está orgullosa de esta decisión o prefería una hija más famosa?
— Eso habrá que preguntárselo a ella, no lo sé, aunque ella también ve que sufro, porque puede parecer que todo es fácil, y no. Que te escuchen en un mundo con tanto ruido en el que se busca enloquecidamente el morbo por encima del contenido, es muy difícil. He tenido oportunidades de dejarme llevar por la corriente, pero no he querido.
— Estudias Filosofía, das charlas a jóvenes, impartes clases de yoga y has creado tu propio club de lectura… Dices que la pandemia te ha cambiado la vida, pero parece que ya venías cambiada de antes.
— Gracias por poner en valor todo eso. La pandemia me ha dado la oportunidad de dedicarle más tiempo al estudio y a hacer entrevistas a personas que tienen mucho bueno que aportar para compartirlo con mis seguidores. No quería arrepentirme de haber perdido el tiempo y aproveché el parón de mi actividad normal –viajes, ideas y venidas– para formarme y ayudar a los demás a través de mis contenidos.
— Te empeñas en huir de la superficialidad y mirar al fondo.
— Me empeño en practicar la mirada profunda y en estimular esta manera de ver la vida. Lo esencial es invisible a los ojos, como aprendimos en El Principito. La imagen es importante, contemplar la belleza es una manera de descubrir la verdad, pero quedarse en la superficie es ver con ojos miopes.
— No tienes ningún reparo en trasparentar tu inquietud espiritual.
— ¡Ninguno!
— La inestabilidad de las tendencias, la obsesión por el engagement, la tiranía del móvil, la dictadura del like, las caretas, el maquillaje… Dicen algunos psiquiatras que sus consultas están llenas de influencers. ¿Cómo se gestiona esa vida?
— Aprendiendo a pensar bien. He visto de todo, he vivido muchas cosas en mis propias carnes, y tengo experiencia en este campo después de unos cuantos años; por eso trabajo intentando aportar mi humilde contribución a la transformación de las redes para dar la vuelta a las tendencias que pueden convertirlas en cárceles.
— ¿Es importante que cualquier influencer asuma pronto que la vida no es Walt Disney?
— Meterse en las redes con infantilismo es peligroso. Conocerse, conocer el mundo que vivimos, ser realista, avivar ideales y saber qué podemos aportar a la sociedad son pilares importantes para navegar en lo virtual con timón y a toda vela.
— ¿Cómo se construye una marca personal sin derivar en la egolatría?
— Poniendo la mirada profunda en los demás en cada cosa que haces.
— Dicen que los influencers son catalizadores sociales. Supongo que esa idea está presente en cada post. Que impone. Habrás notado que tu forma de mostrarte habrá cambiado algunas vidas.
— Sí. Empezando por la mía. Yo he evolucionado mucho como persona, y el año que viene seré diferente, porque somos cambio. Hace un año yo tenía menos arrugas y sabía menos. Todos debemos preguntarnos quiénes somos más allá de lo que hacemos y tenemos, aunque la respuesta nos lleve toda la vida, porque siempre podremos ser mejores. Hay personas que ven este cambio reflejado en mis publicaciones, porque lo que cuento va alineado con quién soy. Y lo que me queda por aprender…
— ¿Cuál es tu éxito?
— Mi éxito son los mensajes de las personas que me siguen contándome que he influido positivamente en alguna esfera de sus vidas. Esas confidencias privadas las valoro como oro en paño.
Álvaro Sánchez León
@asanleo
Un comentario
Me ha encantado este artículo.