Muchos no saben lo extremista que es la sentencia “Roe”

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Manifestación en favor de Roe versus Wade, Washington, 2017 (CC Dwain Currier)
CC Dwain Currier

La posibilidad de que el Tribunal Supremo de EE.UU. revoque la sentencia de 1973 que liberalizó el aborto parece cercana, a juzgar por el borrador, filtrado, que ha publicado la revista Politico. Esto ha causado alarma y una fuerte reacción entre los abortistas, que tomarían el cambio legal como un retroceso histórico. Más sobriamente, si lo que temen se cumple, la regulación del aborto quedaría más o menos como quiere la mayoría de la gente y se pondría fin a una anomalía democrática.

Se ha repetido que los norteamericanos están en contra, por mayoría del 70%, de que se revoque la sentencia Roe v. Wade de 1973; pero no dicen lo mismo cuando se les pregunta descendiendo a detalles. Por ejemplo, el 69% quiere que se mantenga la sentencia (encuesta de la CNN, enero pasado), pero una proporción similar, el 65%, está a favor de que el aborto sea ilegal en el segundo trimestre de embarazo, cosa que Roe no permite (encuesta de AP en junio de 2021). La misma paradoja se ha dado en el último sondeo de Fox News: 63% contra la revocación de Roe y 54% a favor de algo incompatible con Roe: prohibir el aborto desde la semana 16.

Una sentencia extremista

Se deduce que bastante gente no sabe lo extremista que es la sentencia Roe. En general, las leyes del aborto europeas lo permiten, sin necesidad de alegar justificación, dentro de un plazo –en torno a 12 semanas de embarazo–, y en cualquier momento si se dan determinadas causas (peligro para la salud de la madre, malformaciones del feto…).

Roe, en cambio, definió el aborto como un derecho protegido implícitamente en la Constitución, y solo admite que se prohíba en el tercer trimestre de gestación (tras 24 semanas), porque hasta entonces “no hay vida humana con sentido” (meaningful). En el primer trimestre no puede ser prohibido ni limitado en modo alguno, y en el segundo solo se puede regular las condiciones para practicarlo, a fin de proteger la salud de la madre, pues a esas alturas de la gestación tiene mayor riesgo.

Sin “Roe v. Wade”, las disputas en torno al aborto podrán resolverse democráticamente, por medio de los representantes elegidos por el pueblo

Roe fue confirmada pero reformada en la posterior sentencia Casey (1992), que caerá también si el Supremo revoca la primera. Casey hizo dos cambios importantes. Primero, sustituyó el plazo de 24 semanas por el comienzo de la “viabilidad” del feto fuera del útero, que puede darse un poco antes, a las 22 semanas. Segundo, relajó las condiciones para regular el aborto antes del tercer trimestre: ya no se exige la “necesidad estricta” que corresponde a un derecho fundamental; ahora se requiere que cualquier limitación no suponga una “carga desproporcionada” para la mujer que desea abortar.

Eso es excesivo para la mayoría de los norteamericanos. Según una encuesta de Gallup en 2018, solo el 13% está a favor de que el aborto sea legal en el tercer trimestre, y no más del 28% quiere que sea legal en el segundo; el 60% lo admite únicamente en el primero. O sea, la mayoría es más restrictiva que la ley de Misisipi que el Supremo examina actualmente (caso Dobbs), pues fija el límite en 15 semanas, dentro del segundo trimestre. Misisipi es incluso más permisivo que Francia, que acaba de ampliar de 12 a 14 semanas el plazo para abortar libremente.

Vuelta a la normalidad

Si se anula Roe, la regulación del aborto volverá a estar en manos de los estados. Con el actual reparto del poder en los estados, trece lo prohibirán en cualquier momento de la gestación, con excepciones como peligro para la vida o la salud de la madre, violación o incesto. Otros 15 reducirían el plazo para abortar: generalmente a 15-20 semanas, y algunos a 6 semanas. Los 22 restantes, que ahora permiten el aborto en cualquier momento o hasta que el feto es viable, quedarían igual, salvo unos pocos que ampliarán el aborto legal o lo incluirán en sus constituciones. En suma, la mayor parte del país tendrá leyes de aborto como las que prefiere la mayoría de los ciudadanos. Más importante aún, todos los estados podrán tener las que apoyan sus propias mayorías de electores.

Por tanto, la revocación de Roe no sería una decisión tan drástica, tampoco por no respetar un precedente jurídico, pues el Tribunal Supremo de EE.UU. ha anulado total o parcialmente más de trescientas de sus propias sentencias. Y desde el punto de vista internacional, EE.UU. simplemente volverá a la normalidad: ¿cuántos países que permiten el aborto lo han consagrado en la Constitución?

Lo verdaderamente drástico fue Roe v. Wade, que halló un derecho constitucional dudoso y dio por zanjada una cuestión discutida, impidiendo que el debate civil se trasladara a las leyes a través de los órganos de representación política. Sin Roe, las disputas en torno al aborto podrán resolverse democráticamente, en un sentido u otro. Durante casi cincuenta años, la legislación sobre el aborto en EE.UU. ha sido prácticamente una foto fija; si se anula Roe, podrá comenzar la película.

 

Los argumentos del texto filtrado

El Tribunal Supremo ha confirmado que el texto publicado por Político es auténtico. Es la propuesta de fallo elaborada en febrero pasado por el magistrado Samuel Alito, que propone revocar las sentencias Roe v. Wade (1973) y Planned Parenthood v. Casey (1992).

A la vez, el Tribunal ha advertido que el borrador filtrado no es la versión final y que de él no se puede deducir qué dictaminará la sentencia, prevista para finales de junio o principios de julio de este año. En efecto, aunque la mayoría de los magistrados –seis de nueve– son considerados conservadores, no se puede prever a ciencia cierta cómo votarán en cada caso. Se da por seguro que Alito y Clarence Thomas se pronunciarán a favor de revocar Roe, y muy probablemente se les sumarán Brett Kavanaugh y Amy Coney Barrett; pero los casos del presidente John Roberts y de Neil Gorsuch no son tan claros. Se puede contar con que votarán a favor de Roe los tres magistrados restantes: Elena Kagan, Sonia Sotomayor y Stephen Breyer (aunque Breyer se retira, su sustituta, la recién nombrada Ketanji Brown Jackson, no ha tenido oportunidad de intervenir en el caso, iniciado antes de que ella llegara).

Roberts ha deplorado la filtración, que ha denominado una “grave deslealtad”, y ha ordenado una investigación interna para averiguar quién la ha hecho. Abundan las especulaciones sobre el interés que la ha motivado. Según la postura de cada comentarista, se atribuye a alguien conservador, que quiere preparar el terreno para la revocación, o a alguien progresista, que pretende suscitar reacciones contrarias para intimidar a los miembros del Tribunal. En cualquier caso, esta violación del secreto es insólita en el Supremo.

Un error de principio

En el borrador filtrado, Alito argumenta a favor de la revocación de Roe comenzando por negar que exista un derecho constitucional a abortar, derivado –según aquella sentencia– del derecho a la intimidad, que tampoco aparece en la Constitución pero estaría implícito en el derecho a la libertad personal reconocido en la 14.ª enmienda (“Ningún estado podrá privar a una persona de la vida, la libertad o la propiedad sin el debido proceso legal”). Señala Alito: “La Constitución no hace referencia alguna al aborto, y ningún precepto constitucional protege implícitamente tal derecho”. Roe adolece de un grave error de principio, añade, y “su razonamiento era excepcionalmente débil”.

Antes de 1973, “en torno a un tercio de los estados habían liberalizado sus leyes, pero Roe cortó abruptamente ese proceso: impuso el mismo régimen altamente restrictivo a la nación entera, y de hecho abolió las leyes de aborto de todos los estados”. Fue, según Alito, un “ejercicio de crudo poder judicial” y dio origen a “una controversia nacional que ha envenenado nuestra cultura política durante medio siglo”.

Al imponer una solución nacional, “el Tribunal cortocircuitó el proceso democrático, cerrándolo al gran número de norteamericanos que discrepaban de Roe”. Así, en unos estados, dice Alito, los electores pueden querer ampliar el derecho al aborto; en otros pueden querer restringirlo. “La idea de libertad ordenada históricamente arraigada en nuestra nación no impide que los representantes electos del pueblo decidan cómo habría que regular el aborto”.

Por eso, “es hora de acatar la Constitución y devolver el asunto del aborto a los representantes elegidos por el pueblo”. R.S.

Un comentario

  1. Si se confirma oficialmente el contenido del fallo de la sentencia, la campaña pro-aborto será descomunal. De hecho ya se están vertiendo en la mayoría de medios, des calificativos, insultos y diatribas contra el Tribunal Supremo de EE.UU. “Ni un paso atrás”. En un reciente artículo en el New York Times, el articulista Derrick Bryson Taylor escribe que la famosa sentencia Roe contra Wade de 22 de enero de 1973 “se trata de un fallo emblemático de la Corte Suprema que estableció el derecho constitucional al aborto”. Y en ese mismo medio, Amanda Taub escribía que el activismo pro abortista debe cambiar de estrategia: si los tribunales de justicia ya no son de fiar, habrá que asaltar directamente los parlamentos para que legislen y “blinden el derecho al aborto” en los términos más amplios posibles.
    Pero, en qué quedamos? No había escrito su compañero que es un derecho constitucional según aquella sentencia? Ni la de EE.UU, ni ninguna Constitución que yo conozca, -en caso contrario que alguien me ilustre-, reconocen ese pretendido derecho a abortar.
    Pienso que este tema que afecta de pleno a la esencia del ser humano, no debe plantearse en base a estadísticas, o si una mayoría piensa ahora de un modo y otra opina algo distinto. Igualmente, no es un asunto que deba enfocarse desde las creencias que cada cual posea. No me gusta la expresión “vuelta a la normalidad”. No caigamos en la trampa de ese lenguaje inclusivo, posmoderno en el que las palabras cambian su significado según conveniencia de cada cual. El aborto, es decir la muerte de un ser humano, ya sea en la primera, en la cuarta o en la octava semana nunca será algo normal. Desde aquella famosa sentencia han pasado casi 50 años con unos 65 millones de niños abortados sólo en USA. El caso Roe (su verdadero nombre era Norma McCorvey), que como se ha demostrado para el que quiera investigarlo, se basó en una serie de mentiras y manipulaciones para condicionar la decisión del Alto Tribunal, declaró que las leyes que restringían el aborto eran inconstitucionales porque conculcaban la Novena Enmienda de la Constitución estadounidense que protege el derecho a la privacidad, es decir, el derecho a que ninguna mujer tuviera que explicar por qué quería abortar. Peregrino y bastante sibilino, no?
    Con esta nueva sentencia del Tribunal Supremo cada Estado podrá legislar sobre el aborto con libertad. Ah, libertad esa palabra que horroriza a la izquierda progre cuando no la ejercen los de su tribu.
    En fin, un pequeño paso en favor de la vida que ojalá suponga el inicio de un cambio de paradigma para el futuro. Ahora bien, tengan por seguro que los aullidos, exabruptos y amenazas de los compadres de Planned Parenthood no nos van a faltar. Empieza el circo mediático y mefistofélico.

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