¿Desbancará DeSantis a Trump?

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Ron DeSantis. CC: Gage Skidmore

No es fácil ver al hombre tras la maraña de etiquetas, narrativas y pasiones que está concitando. Y el hombre esta vez es Ron DeSantis, al que hoy se ve como el republicano con más opciones de ganar a Donald Trump en las primarias de su partido y luego al demócrata Joe Biden en las presidenciales de 2024. ¿Cuál es su programa político? ¿Por qué gusta y por qué se le teme?

Trump ha vuelto al ruedo, si es que alguna vez se fue. Acaba de anunciar su candidatura a la presidencia para 2024. Y lo ha hecho desafiando a quienes le culpan de los decepcionantes resultados del Partido Republicano en las elecciones legislativas del 8 de noviembre: “De aquellos [candidatos] a los que apoyé, 232 han ganado y solo 22 perdieron”.

El dato no anda lejos del que ofrece la prestigiosa Ballotpedia, una web apartidista especializada en política estadounidense: según su recuento, en las elecciones decididas hasta ahora, han ganado 213 candidatos (el 86%) de los 249 respaldados por Trump. Lo que no dice el exmandatario es que, entre las elecciones perdidas, había varias decisivas para el reparto de poder en el Congreso. Aquí la proporción es muy distinta: sus favoritos solo ganaron 14 (el 38%) de 37 consideradas cruciales. De ahí el disgusto de muchos republicanos.

En este río revuelto, la aplastante victoria de Ron DeSantis aporta una inyección de optimismo: el gobernador de Florida revalida su cargo con casi 20 puntos de ventaja sobre su rival demócrata. La portada del New York Post del día siguiente es elocuente: “DeFuture”.

Pero Trump confía en que el apoyo de las bases sigue firme. En una encuesta de Morning Consult realizada en la primera semana de noviembre, justo antes de las elecciones, el 48% de los potenciales votantes en las primarias republicanas apoyaría a Trump; el 26%, a DeSantis, segundo favorito; y el otro 26%, a otros. La incógnita es cómo van esos apoyos tras el 8 de noviembre.

Y otra duda es qué va a hacer DeSantis. ¿Querrá plantar cara a quien ya le ha amenazado –con actitud matonesca– con sacarle trapos sucios si se presenta como alternativa? Y si lo hace, ¿le preferirán las bases republicanas?

Qué dice su programa

DeSantis ofreció a sus votantes una “agenda de la libertad” levantada sobre unas pocas preocupaciones, tales como “el valor de las comunidades seguras, la preservación del medio ambiente, una economía fuerte y un sistema educativo que respeta los derechos de los padres y apoya a sus estudiantes”.

La carta donde viene ese compromiso está llena de implícitos. Cuando DeSantis dice que sigue contando con los electores para “mantener libre a Florida” está aludiendo a su empeño por conciliar las exigencias de salud pública, economía y libertad durante la pandemia. Se opuso a la vacunación y al uso de mascarillas obligatorias, y fue uno de los primeros gobernadores en abrir escuelas y comercios, decisiones por las que sus críticos le pusieron el sobrenombre de “DeathSantis”. Según los datos de Statista actualizados el 8 de noviembre, Florida es el decimotercer Estado con la peor tasa de mortalidad por covid-19.

Cuando el gobernador proclama que Florida pone “los derechos de los padres primero” está evocando, de un lado, sus medidas a favor de la libre elección de escuela, y de otro, su firme campaña contra el adoctrinamiento en las aulas. Ahí entra la prohibición de enseñar la teoría crítica de la raza, o la de hablar de orientación sexual y de identidad de género a los niños menores de nueve años, norma que le llevó a un pulso con Disney. En su cruzada antiwoke también está la Ley de Equidad en los Deportes Femeninos, que impide a los transexuales participar en competiciones para las estudiantes en escuelas y universidades; o las directrices que impiden recetar a adolescentes bloqueadores de la pubertad u otros procedimientos de “reasignación” de sexo.

Pero DeSantis no solo viene a pelear con la izquierda woke: su “agenda de la libertad” también reivindica las aportaciones del gobernador en asuntos que encajan menos con la ortodoxia republicana. Mantiene el discurso a favor de la responsabilidad presupuestaria, como cuando fue aupado por el Tea Party en 2012, pero ahora también abandera el gasto social: fuertes inversiones en la escuela pública, incluidas las subidas salariales a los profesores; múltiples iniciativas medioambientales, dirigidas a restaurar y proteger especies y ecosistemas; grandes proyectos de infraestructuras…

El capítulo de los “valores familiares” –por usar sus propios términos– recoge medidas que resultan novedosas en la agenda conservadora: ayudas económicas a las familias de acogida temporal; programas de mentoría para jóvenes con padres ausentes; facilidades para cuidar o visitar a los parientes mayores o enfermos; el programa Esperanza Florida, que conecta a familias necesitadas con una red de entidades estatales, empresas, ONG y comunidades benéficas de inspiración religiosa…

Tras la revocación de Roe vs. Wade, DeSantis firmó una ley que restringe el aborto a petición de las 24 semanas de embarazo (plazo mínimo impuesto por aquella sentencia) a las 15. No está claro si su margen de maniobra venía limitado por ciertos factores –por ejemplo, a diferencia de lo que ocurre en la Constitución federal, el derecho a la intimidad al que apelaba Roe sí aparece en la de Florida–, o si no ha querido ir más lejos.

En otros temas, las posiciones de DeSantis siguen un guion habitual entre los republicanos de mano dura: defiende la pena de muerte; se opone a la mayoría de las restricciones a las armas; revocaría la reforma sanitaria de Barack Obama; prohíbe las “ciudades santuario” (aquellas que hacen la vista gorda con la inmigración ilegal); ha reforzado la financiación de los departamentos de policía, frente a la campaña “Defund The Police”; persigue con decisión el tráfico de fentanilo y la metanfetamina, pero tolera la marihuana para uso medicinal…

Quizá la mejor baza de DeSantis sea un hábil estilo político con el que puede ampliar la base del Partido Republicano

Por qué gusta

Si algo salió en claro del debate sobre el conservadurismo que avivó la derrota de Trump en 2020 es que el Partido Republicano quiere un guerrero cultural, pero uno que gane elecciones. Y parece que eso pasa por hacerse elegible fuera de las bases republicanas. Esa es la ilusión que ha despertado DeSantis, quien ha conquistado feudos tradicionalmente demócratas, como el condado de Miami-Dade, donde el 70% de la población es latina.

Entre los comentaristas conservadores, uno de los principales elogios que recibe DeSantis es que combina la determinación de meterse en disputas sobre valores con la capacidad de gestión. Jeffrey H. Anderson lo resume en la fórmula “principios, coraje y competencia”. Es verdad que la izquierda fue muy crítica con su gestión de la pandemia, pero también que Biden le felicitó por su respuesta ante el Huracán Ian: “Creo que ha hecho un buen trabajo”.

Para la articulista de The Federalist Elle Purnell, DeSantis no solo está dispuesto a librar la batalla de las ideas, sino que sabe pasar a la ofensiva y recuperar terreno perdido. En la práctica, eso significa legislar para revertir decisiones de los demócratas, sin esperar la bendición de los medios.

A esto, que ya hacía Trump, el gobernador de Florida añade el olfato político. Donde unos pueden ver oportunismo, otros hablan de versatilidad. Como explicaba en The Atlantic Reihan Salam, director del think tank conservador The Manhattan Institute, DeSantis ha sabido bailar al son del Tea Party y de Trump, pero luego –ya en el cargo de gobernador– fue por libre con medidas muy pensadas para los votantes de ese Estado. Además, frente a la lealtad incondicional que exige Trump, sabe rodearse de antiguos rivales y ha nombrado para cargos públicos a republicanos de otras facciones e incluso a algún demócrata. Así ha forjado un equipo que apela a distintos votantes.

Pero quizá su mejor baza sea un hábil estilo político con el que puede ampliar la base del Partido Republicano. Ross Douthat, columnista del New York Times, lo dice de forma cruda: “Es trumpista cuando es necesario, pero no todo el tiempo”. David Frum amplía la explicación en The Atlantic: DeSantis practica “una forma de judo político que funciona empleando una provocación sensata pero controlada, seguida de una retirada hábil, justo a tiempo, hacia el centro”. Y añade: “El gobernador de Florida se ha dado cuenta de que a los republicanos les encanta la batalla cultural, pero es consciente de que exagerar puede alejar al conjunto del electorado”.

Por qué se le teme

¿Verá la izquierda a DeSantis como un “mal menor” frente Trump? No tiene por qué. De hecho, una de las narrativas que va tomando cuerpo es que el flamante gobernador de Florida es una versión depurada del trumpismo y, por eso, más temible.

No solo porque DeSantis podría cautivar a más independientes o demócratas indecisos, sino también porque resulta más nocivo desde el punto de vista ideológico. Sería, a fin de cuentas, un ultraconservador por convicción y no por conveniencia.

Así lo sugería el periodista de Slate Robin Maril cuando decía que DeSantis (y en general, la derecha conservadora) estaba “emulando a Vladímir Putin” con sus “políticas anti-LGTB”. Y advertía frente a una pendiente resbaladiza que empieza en la defensa de los valores tradicionales y acaba en la criminalización de ese colectivo.

En The Guardian, el politólogo Cas Mudde sostiene que DeSantis, a diferencia de Trump, es un político que sabe moverse dentro de las instituciones y respeta las prácticas de Washington, pero solo para afirmar luego que practica el arte de “debilitar la democracia liberal desde dentro del sistema legal y político”, una acusación que no demuestra. Sí menciona un artículo crítico con la Oficina de Delitos Electorales y Seguridad, creada por DeSantis. El gobernador de Florida no secundó la narrativa de las “elecciones robadas”, pero ha hecho de la defensa de la “integridad electoral” un plato fuerte de su programa.

Por parte de Trump, señala Frum en otro artículo de The Atlantic, cabe esperar que convierta la posible contienda con DeSantis en un duelo de caracteres. De hecho, ya ha empezado, tachándole de “mojigato”. Y aunque DeSantis tienda a evitar los choques frontales con él, quizá no tenga más remedio que plantarle cara.

La apuesta particular de Frum, Douthat y otros centristas es que si hay un republicano capaz de aguantar el tipo en la nada fácil contienda que se le avecina si finalmente decide postularse, ese es DeSantis. Estén o no en lo cierto, Conor Friedersdorf da otra vuelta de tuerca: “Si no es DeSantis, entonces ¿quién?”.

Un comentario

  1. “ No es fácil ver al hombre tras la maraña de etiquetas, narrativas y pasiones que está concitando”, dice el autor del artículo, pero si alguien concita maraña de narrativas y pasiones es Trump. No será fácil exculparle del asalto al Capitolio.

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