África y Asia, los pulmones de la escuela católica

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Para conocer cuál es la salud de la escuela católica en el mundo podrían escogerse distintos medidores. Cabría, por ejemplo, fijarse en aspectos cualitativos: el nivel educativo de estos centros o la medida en que están realizando el fin propio –religioso y humano– que debería guiarlos. Más fácil resulta analizar un aspecto cuantitativo, pero elocuente: la matriculación y su tendencia. Es lo que hace un reciente informe, y el resultado ofrece un cuadro con más luces que sombras.

En todo el mundo, algo más de 60 millones de chicos y chicas estudian en una escuela católica, lo que supone, aproximadamente, un 5% del total de alumnos. Un informe publicado por Global Catholic Education –una institución sin ánimo de lucro con sede en Estados Unidos– permite conocer con detalle en qué regiones se está experimentando un crecimiento y dónde ocurre lo contrario, cuál es su “cuota de mercado” respecto al resto de centros, en qué etapa educativa hay más demanda de plazas, o cuál es el perfil socioeconómico de los alumnos. Además, los datos también muestran en qué medida la financiación estatal influye en todo lo anterior.

Un crecimiento continuo, aunque desigual

Puede sorprender que entre los países con más alumnos en escuelas católicas no haya ninguno europeo ni americano. El primero es India, y le siguen cuatro naciones del África subsahariana: Congo, Uganda, Kenia y Malawi. Esto se explica, por un lado, por cuestiones demográficas ­­–población total, tasa de natalidad–, pero también por la pujanza de la enseñanza católica en estas regiones.

Cuatro de cada diez alumnos en escuelas católicas están en África, y menos de un sexto en Europa. La diferencia es aún mayor en primaria

Basta analizar la evolución en el número de matriculaciones. En todo el mundo se ha doblado desde 1980, pero apenas ha variado en los continentes europeo y americano, mientras que se ha multiplicado por dos en Asia y Oceanía, y por cuatro en África. El crecimiento ha sido continuado, aunque se intensificó en la primera década de siglo y se ha ralentizado después. Desde 2018 ha habido un ligero retroceso, que se debe casi íntegramente al descenso de estudiantes en América. Es probable que los cierres de escuelas por el covid –que fueron especialmente largos en algunos países latinoamericanos y en muchos estados de Estados Unidos­– estén detrás de este cambio de tendencia, aunque es pronto para decirlo.

Actualmente, de todos los alumnos matriculados en una escuela católica, cuatro de cada diez están en África (el porcentaje supera el 50% si solo contamos los de primaria), cuando en 1980 apenas llegaban a dos de cada diez. Lo contario ha ocurrido en Europa y América: si entonces escolarizaban a dos tercios de los estudiantes católicos en el mundo, ahora solo representan un tercio del total. Como se ve, al igual que ocurre con el número de creyentes o de vocaciones religiosas, el pulmón educativo de la Iglesia católica ya no es Occidente.

Al servicio de los pobres

A pesar del crecimiento bruto del alumnado en centros católicos, el porcentaje que representa sobre el total no ha variado mucho en las cuatro últimas décadas: en todo el mundo, es de un 5% en primaria, y algo menos en secundaria. No obstante, también aquí se observan diferencias por regiones, tanto en las cifras actuales como en su evolución. El continente con una mayor proporción de estudiantes en escuelas católicas es Oceanía, donde acuden a ellas uno de cada cinco. Esto se debe a la elevada presencia de estos centros en Australia, y a que en su mayoría son financiados con dinero público. También África está por encima de la media: el doble, en concreto. En ambos continentes el porcentaje ha aumentado desde 1980, al contrario que en Estados Unidos.

En la elección de la escuela católica se observa, además de las diferencias geográficas, un claro factor económico: estos centros son especialmente demandados entre las familias más vulnerables dentro de cada país. Esto sucede sobre todo en primaria: un 70% de los alumnos pertenecen a las clases baja o media-baja; el porcentaje se reduce diez puntos en secundaria, aunque sigue siendo alto.

El efecto de la financiación estatal

Lógicamente, la existencia o no de financiación estatal influye mucho en el perfil socioeconómico del alumnado. Muchas escuelas católicas en África la reciben (por ejemplo, en los cuatro países antes mencionados). Lo mismo ocurre en Australia y, dentro de Europa, en Irlanda, Bélgica o España, lo que explica la elevada demanda de estos centros, y su variado perfil social. En cambio, en India (el país con más alumnos matriculados en colegios católicos) y Estados Unidos, está prohibido destinar dinero público para este fin.

La falta de financiación para construir nuevos centros limita el crecimiento de la enseñanza católica en el mundo

Aun donde el Estado subvenciona la matrícula, la construcción de un nuevo centro suele correr a cuenta del propio colegio, que tiene que buscar financiación privada. En algunos países pobres de África donde muchas escuelas tuvieron que cerrar sus puertas tras la pandemia (una parte del alumnado no volvió), abrir nuevas escuelas está resultando muy difícil.

Por otro lado, también en las regiones más pobres, los centros católicos se están encontrando con cada vez mayor competencia: a los colegios estatales se le suman los privados de bajo coste, un fenómeno muy extendido en zonas de África y Asia. Estas escuelas suelen ofrecer una atención más cercana a las familias y un mayor nivel académico, que eran dos razones que llevaban a muchos padres a preferir la enseñanza católica a la pública.

Otro reto para los centros católicos de estos países es aumentar su base de alumnos en secundaria. Mientras que el número en preescolar y primaria es alto (lo que debería asegurar que las aulas de la siguiente etapa se llenaran), lo cierto es que muchos estudiantes no continúan más allá: en África, solo cuatro de cada diez terminan secundaria. El fenómeno se explica por las necesidades económicas de muchas familias, y afecta a todas las redes educativas, aunque sería interesante comprobar –el estudio no lo permite– si en la católica la tasa de abandono es menor.

Latinoamérica y Estados Unidos, dos realidades muy diferentes

El informe considera a América como una sola región, y ofrece datos conjuntos. No obstante, la realidad de la escuela católica actualmente y su evolución en las últimas décadas es bastante diferente entre América Latina y Estados Unidos. Mientras que la matriculación sigue aumentando en Latinoamérica, aunque a un ritmo menor que en anteriores décadas, en Estados Unidos ha descendido mucho desde 1980. Como hemos señalado, la falta de financiación pública supone un obstáculo importante, al que hay que añadir la competencia de las charter schools, que sí cuentan con ella y que –al igual que ocurre en África con los centros privados de bajo coste– ofrecen un modelo de enseñanza basado en valores similares.

Durante la década de los 60, en Estados Unidos llegó a haber más de cinco millones de alumnos en las escuelas católicas, y hoy apenas llegan al millón y medio. Salvo un breve periodo de crecimiento entre finales de los 90 y comienzos de los 2000, el descenso ha sido continuo, y se ha agudizado en los últimos años. Además, afecta especialmente a las primeras etapas educativas: preescolar y primaria, lo que compromete el futuro de los centros de secundaria.

Ya antes de la pandemia se estaban cerrando muchos centros católicos, y los años de covid terminaron de “rematar” a algunas que sobrevivían con dificultad. No obstante, los últimos datos apuntan a un repunte en el pasado curso: se ha incrementado el número de matriculaciones y hay más familias que nunca en lista de espera. Parece, por tanto, que si se encuentra financiación para construir nuevas escuelas, podría iniciarse un periodo de crecimiento, aunque aún es pronto para decirlo.

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