Durante años, T.S. Eliot lamentó que su empleo en la banca le restase tiempo para la creación y la crítica literarias. Kafka, perito eficiente en una gran aseguradora, limaba horas al sueño para dedicárselo a la ficción.
El poeta Thomas Lynch (Detroit, 1948), por su parte, tuvo que hacerse cargo del negocio familiar cuando falleció su padre, quien había gestionado una funeraria hasta que pasó a necesitarla. Sin embargo, pasado el titubeo inicial, Lynch encontró en esa profesión una forma de servir a sus vecinos y amigos. En lugar de protestar por su destino, la cercanía con la muerte lo condujo a meditar sobre ella de un modo que, con toda probabilidad, no habría hallado solo con la práctica poética.
Varios de los ensayos que se agrupan en …
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