CC Tom A. Kolstad
Artículo publicado originalmente el 13-04-2023, actualizado el 5-10-2023
El Premio Nobel de Literatura de este año ha recaído en Jon Fosse (1959), un prestigioso dramaturgo noruego, ganador de premios importantes, que también ha publicado poesía, relatos y novelas. En sus obras, Fosse habla de su mundo interior, su misticismo, la intensa relación con su trabajo artístico, la amistad y el amor más allá incluso de la muerte.
En las informaciones sobre él, frecuentes a principios de este año por la publicación de Un nuevo nombre, el cuarto y último volumen de Septología, considerada una de las grandes obras de la literatura escandinava actual, se destacaba que fue un mediocre guitarrista de rock, alcohólico, que se convirtió hace unos años al catolicismo –muy presente en sus obras– y que era candidato al Premio Nobel.
Asle, pintor y narrador
Septología está compuesta por siete entregas divididas en cuatro libros titulados: El otro nombre I [1], El otro nombre II [2], Yo es otro (entregas III, IV y V) [3] y Un nuevo nombre (entregas VI y VII) [4]. En todas ellas, se repiten los mismos protagonistas y el autor emplea el mismo rigor estilístico, muy original, con un ritmo en las oraciones que evoca el fluir de los salmos.
En la costa suroeste de Noruega, junto al fiordo Sygne, cerca de la ciudad de Bjørgvin, en un sitio llamado Dylgja viven dos hombres ya mayores: Asle, el pintor protagonista y narrador, y su amigo Åsleik, un granjero y pescador de lo más directo en el trato. Cada una de las siete entregas ocurre, más o menos, durante un día, de un lunes a un domingo, que es Navidad, y, según avanza la semana, Asle dice que va sintiéndose cada vez más cansado y, por momentos, más confuso, algo que se refleja en varios tramos de textos inconexos.
En los dos primeros libros (El otro nombre I y II), Asle viaja a la ciudad para hacer unas compras; al volver se arrepiente de no haber ido a casa de su amigo Asle –otro pintor con su mismo nombre y con problemas de alcoholismo– y regresa: lo encuentra muy mal en la calle y lo deja ingresado en urgencias. En el tercer libro, en el que va de nuevo a la ciudad para llevar cuadros a su galerista, Beyer, se cuentan episodios de su infancia, su juventud y su época de estudiante. En el cuarto, Un nuevo nombre, poco antes de irse con Åsleik para celebrar la Navidad con él en la casa de su hermana Goro, volverá una vez más a Bjørgvin para visitar a su amigo en el hospital y entregar más cuadros a Beyer.
Personalidades dobles
El autor alinea su obra con otras que han hablado de personalidades dobles: el otro pintor llamado Asle es muy parecido al Asle narrador; también hay dos mujeres semejantes llamadas Goro. El narrador va contando su pasado y hablando de las personas con las que se ha relacionado en su vida, con frecuencia según pasa por los lugares donde ocurrieron las cosas. A medida que avanzan los libros, va ganando protagonismo Ales, que fue su novia desde que se conocieron y su mujer durante unos pocos años, y que fue quien comenzó por enseñarle a santiguarse y la que le movió a ingresar en la Iglesia católica.
Al modo en que rezan los salmistas, las frases del narrador son como las espirales de humo del incienso
Los diálogos interiores con ella van en aumento al avanzar el relato: una vez comenta que “cuando tengo uno de los rosarios de Ales en la mano es como si charláramos largamente los dos, sobre todo tipo de cosas”; en otra ocasión, que “quizá no quede tanto para que yo también vuelva con Dios, vuelva a ese lugar del que vengo, a ese lugar donde está ella, dice Ales, y yo pienso que así es la cosa, venimos de Dios y volvemos con Dios, pienso”.
Un estilo melódico
En el primero de los tres relatos que componen su novela previa, Trilogía [5], el primer libro del autor publicado en España, el narrador usa varias veces el punto y seguido para dar cuenta del pasado de sus personajes; pero en los otros dos relatos sólo emplea las comas, marca los diálogos con saltos de párrafo, pone mayúscula para comenzar cualquier frase que pronuncie alguien y no marca con punto ni siquiera el final. Igual procedimiento, el de un narrador que hila sólo con comas el relato de lo que le va sucediendo junto con sus recuerdos y reflexiones, es el que emplea en Septología.
Al modo en que rezan los salmistas, las frases del narrador son como las espirales de humo del incienso, semejantes pero desiguales, pronunciadas sin miedo a la reiteración, con una clara voluntad de insistir en lo mismo, algo que da intensidad y añade nuevos matices a los sentimientos o impulsos que se intentan expresar.
Este rasgo estilístico, que a los lectores apresurados les puede cansar, es muy pertinente por el modo de ser y de estar en la vida del personaje, y porque provoca en el lector una experiencia que algunos llaman hipnótica o como de un encantamiento. Tal como explica el narrador hablando de su arte, y esto se puede aplicar a Septología, “la forma y el contenido tienen una unidad invisible en un buen cuadro, el espíritu está en el cuadro, por decirlo así, y eso pasa en todas las obras de arte, en un buen poema, en una buena pieza musical, y esa unidad es el espíritu de la obra”.
La oración y el trabajo
Son frecuentes los momentos en los que Asle reza, muchas veces en latín, el Padrenuestro, o la Salve Regina, o el Rosario. Se podría decir que comprende la oración y el trato con Dios como respiración, algo que queda patente cuando, en cualquier situación, y en especial antes de acostarse, cuenta cosas como esta: “Digo una y otra vez en mi interior tomando aire profundamente Señor y soltando el aire despacio Jesús y tomando aire profundamente Cristo y soltando el aire despacio Apiádate y tomando el aire profundamente De mí”; o, en otra ocasión, “y digo para mis adentros kirie y suelto el aire y eleison y tomo aire y christe y suelto el aire y eleison”.
Son abundantes, y también repetitivas, las observaciones del narrador acerca de su trabajo. Dice que “en algunos cuadros consigo lo que quiero conseguir, lo veo, lo sé, y en esos casos lo que dice el cuadro no puede decirse de otro modo que exactamente como lo dice el cuadro, claro”. Indica que sus cuadros conseguidos son aquellos en los que “hay una especie de luz, una especie de oscuridad luminosa, una luz invisible que habla calladamente, y que dice la verdad”.
“En el fondo de sí mismas todas las personas creen en Dios, solo que no lo saben, porque Dios está tan cerca que no se fijan en él”
Habla también de que “un cuadro tiene que ocurrir, tiene que venir solo, como un suceso, como un regalo, sí, un buen cuadro es un regalo, y una especie de rezo, es al mismo tiempo un regalo y un rezo de gratitud, pienso, y yo nunca sería capaz de hacer un buen cuadro por medio de la voluntad, porque el arte ocurre, el arte sucede, así es la cosa”.
Un misticismo hipnótico
Sus disquisiciones sobre Dios o sobre aspectos de la fe católica, tomadas muchas veces de las obras del Maestro Eckhart según afirma, vale la pena conocerlas, aunque sean, como él mismo indica bastantes veces, confusas: “pienso con poca claridad y entiendo muy poco y estos pensamientos míos no conducen a ninguna parte, pienso”. Así, afirma que “es en la oscuridad donde vive Dios, Dios es oscuridad, y esta oscuridad, la oscuridad de Dios, bueno, esta nada, esta nada luce, y es de la oscuridad de Dios de donde viene la luz, la luz invisible”.
Señala cómo “en el fondo de sí mismas todas las personas creen en Dios, solo que no lo saben, porque Dios está tan cerca que no se fijan en él, y está tan lejos que por esa misma razón tampoco se fijan en él”; y, en otro momento, afirma esto: “Pienso que pocos de los que se creen dentro lo están en realidad, mientras que muchos de los que están fuera están dentro, los primeros serán los últimos, como dicen las escrituras, pienso”.
Sencillez y hondura estilísticas
Al leer estas obras de Fosse se puede pensar –o yo al menos he pensado– en José Jiménez Lozano, debido al modo de narrar las cosas de un modo muy sencillo y como al desgaire; en el estilo de Cormac McCarthy, por el uso tan abundante que hace Fosse del polisíndeton, aparte de que tampoco use las marcas habituales en los diálogos; en la construcción cuidadosa, como musical, de algunas obras de Thomas Bernhard pero sin su agresiva ironía; en el argumento de Hoja de Niggle, de Tolkien, por el tipo de amistad entre Asle y su vecino (levemente replicada en la relación entre el otro Asle y un amigo semejante); en la trama de Señora de rojo sobre fondo gris, de Miguel Delibes, también sobre un pintor que habla con amor y admiración sobre su mujer fallecida.
Por otro lado, si nos guiamos por lo que se indica en el interior de la historia, el narrador habla de su interés por Samuel Beckett y de sus lecturas del maestro Eckhart; y si atendemos a entrevistas con el autor o a comentarios que se han hecho sobre su obra, se ve que influyen en él Martin Heidegger, Henrik Ibsen y otros escritores noruegos. En cualquier caso, lo cierto es que, para quien lo lea con calma y se familiarice con las opciones estilísticas del autor, todo se puede seguir con facilidad, sean cuales sean las referencias que uno tenga.
[1] El otro nombre I. De Conatus. Madrid (2019). 220 págs. 18,90 €. T.o.: Det andre namnet – Septologien I-II. Traducción: Cristina Gómez Baggethun y Kirsti Baggethun.
[2] El otro nombre II. De Conatus. Madrid (2020). 126 págs. 13,90 €. T.o.: Det andre namnet – Septologien I-II. Traducción: Cristina Gómez Baggethun y Kirsti Baggethun.
[3] Yo es otro. De Conatus. Madrid (2022). 350 págs. 21,90 €. T.o.: Eg er ein annan – Septologien III-V. Traducción: Cristina Gómez Baggethun y Kirsti Baggethun.
[4] Un nuevo nombre. De Conatus. Madrid (2023). 214 págs. 20,90 €. T.o.: Eit nytt namn – Septologien VI-VII. Traducción: Cristina Gómez Baggethun y Kirsti Baggethun.
[5] Trilogía. De Conatus. Madrid (2018). 168 págs. 16,90 €. T.o.: Trilogien. Traducción: Cristina Gómez Baggethun y Kirsti Baggethun.