En los últimos años me fui encontrando con los libros escritos por Antonio Rubio Plo. Comencé con un libro delicioso en el que el autor describe la relación de distintos personajes históricos con Roma. Después, me deleité leyendo y rezando con 50 santos para llevar en el bolsillo, mosaico de hombres y mujeres que iluminan lo maravilloso de la aventura de una vida cristiana vivida en plenitud. Hace pocos meses leí Solidarios, retratos alentadores de personas que han dedicado su vida a los demás, con sus corazones llenos de compasión y misericordia.
En su último libro –Las aventuras de la inteligencia. Viaje sentimental y espiritual por Francia e Inglaterra– son precisamente la compasión y la misericordia las que llenan las páginas. Rubio Plo nos guía por la Costa Azul, Burdeos, Lyon, París y otros lugares de Francia, y por Londres, Beaconsfield, Oxford y Cambridge en Inglaterra, para contarnos las peripecias espirituales de 23 intelectuales europeos. Abundan los franceses –19 de esos pensadores, artistas o escritores vivieron en Francia–, pero se interesa también por algunos españoles: Blasco Ibáñez, Goya, Machado, Manuel de Falla, García Morente, Unamuno, Guillermo Rovirosa. Los ingleses son Graham Greene, Dickens, Chesterton, Newman y Benson.
¿Por qué afirmo que la compasión y la misericordia llenan estas páginas? Porque Rubio Plo se acerca a estos personajes con empatía, con el deseo de comprender sus circunstancias vitales y culturales, sus prejuicios y sus intuiciones, y logra que el lector termine queriéndolos, comprendiéndolos, admirándolos. Porque en todos ellos sobresale la búsqueda sincera de la verdad, la añoranza de la fe perdida en la infancia o juventud, la alegría del reencuentro con esa misma fe, el descubrimiento de Dios como sentido de sus vidas, o la rectitud en la perseverancia en una búsqueda del sentido último de la existencia. Los diálogos entre Don Bosco y Víctor Hugo, las maravillosas páginas que Proust dedica a las catedrales góticas, las recomendaciones evangélicas de Dickens a sus hijos, la fe acendrada de Manuel de Falla y las dudas de Blasco Ibáñez sorprenderán al lector que quizá había clasificado con una etiqueta de agnósticos, anticristianos, paganos o cerrados a la trascendencia a varios de estos intelectuales.
En la dedicatoria del ejemplar que me envió el autor, escribe que el libro nace “de querer ver el mundo con una mirada de compasión”. A su vez, en un mensaje recibido hace poco, me explica que “ha sido escrito desde una mirada de misericordia; es la que he sentido por todos y cada uno de estos personajes”. Creo que este libro nos deja muchas lecciones: mirar al otro no solo con respeto, sino con esa empatía que nos hace comprender, entender, acompañar, evitando juicios apresurados.
Además, la lectura de sus páginas nos da una pista sobre cómo viajar con una “inteligencia” sentimental y espiritual, como reza el subtítulo de esta obra. El viaje puede ser un momento de crecimiento en humanidad, si lo sabemos realizar con la actitud de Antonio Rubio Plo.
Los cuatro libros del autor tienen una característica común: presentan los grandes valores de una vida plena, humana y espiritual, no con elucubraciones abstractas sino a través de biografías concretas. Cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles. Los retratos interiores de los 23 intelectuales de este libro así lo demuestran: vidas muy distintas entre sí, marcadas por el deseo de encontrar sentido a la existencia humana, siempre tan llena de paradojas, contradicciones, imprevistos y sorpresas.
Un último comentario: me hubiera encantado haber escrito este libro. Algunos de los personajes abordados por su autor forman parte de mi vida intelectual y espiritual. Por citar solo algunos, Machado, Tocqueville, Raïssa Maritain, Dickens, Chesterton y Newman. Antonio Rubio Plo logró darme nuevos motivos de admiración por estos hombres que pasaron por este mundo procurando hacer el bien.