Según el Génesis, la primera frase que dijo el hombre fue: “Esta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne”, lo que atestiguaría que la dificultad para encontrar una pareja adecuada se remonta a los orígenes de la vida. Desde entonces, la exploración del amor ha propiciado la escritura de innumerables tratados, novelas, poemas y dramas, en una multiplicidad tan compleja de abarcar que cualquier intento de ordenarla es bienvenido.
Barbara Rosenwein, medievalista de la Universidad de Loyola (Chicago) devenida en historiadora de las emociones, propone cinco aspectos del amor que tienen un recorrido extenso en las artes. Estas figuras literarias son la amistad, la trascendencia, la libertad, la obsesión y la infinitud, y de cada una se encuentran ejemplos que muestran cómo han evolucionado con el tiempo.
El primer capítulo, dedicado a las afinidades, tiene como patrones a Ulises y Penélope, por una parte, y a Abelardo y Eloísa por otra. En este modelo, el amor surge con la identificación de dos almas gemelas que sienten y piensan al unísono, y podría remitirse a la dicha expresada por Adán.
La trascendencia o el amor de Dios se estudia bajo un doble prisma: como modelo del amor humano y como su superación. Para numerosos autores cristianos, y no solo en la época moderna, el matrimonio ha sido un reflejo de la unión mística del alma con el Creador, aunque también los ha habido que lo consideraban inferior a la de los consagrados.
Uno de los planteamientos más interesantes de la autora, que en este punto adquiere más relevancia, es la diferencia entre lo que se pensaba en el pasado sobre el amor y la visión que se tiene hoy sobre otras épocas históricas. El matrimonio por amor no es un invento reciente y, aunque los condicionamientos sociales y familiares han tenido peso, también en el pasado hombres y mujeres se emparejaban con libertad. Cuantas menos riquezas y poder tuviese una persona, más libre era para casarse con alguien de su elección. Si en Las amistades peligrosas, “Laclos pinta un retablo de disipación e inmoralidad aristocrática que ayudó a allanar el camino de la Revolución Francesa”, según Rosenwein, las clases populares han tenido con frecuencia una idea del amor más digna y consecuente que las acomodadas.
De un modo similar, el supuesto amor sin condicionantes del presente conlleva a veces más frustraciones y deberes que aquel que se sometía a determinadas convenciones externas. En una reflexión especialmente lúcida, esta autora apunta que, cuando todas las decisiones y actitudes han de responder a una especie de amor puro, y no al deber, las relaciones se vuelven agotadoras. Las páginas dedicadas a la obsesión tienen como inspiradores a Pablo y Virginia, desdichados adolescentes, y al joven Werther de Goethe, catalizador del romanticismo. El capítulo final se enfrenta a los amantes a granel, como Byron o Casanova, cuyas apetencias y exageraciones bien podrían ser la antesala del amor posmoderno, cuya historia literaria aún está por escribir.
Condensada, repleta de hallazgos y escrita con soltura, esta incursión selecta en las imágenes idealizadas del amor es una guía histórica y literaria que ayuda a reflexionar sobre la pasión más puramente humana, y que invita a seguir leyendo a los clásicos: un buen remedio contra los adanismos.