Un trago antes de la guerra fue la primera de las seis novelas del ciclo de Patrick Kenzie y Angela Gennaro, la popular pareja de detectives de Dennis Lehane, y la primera también de su autor. Su lectura, casi tres décadas después de su aparición en 1994, confirma la solidez de Lehane cuando no había cumplido ni los treinta años, así como la vigencia de su proyecto narrativo.
Kenzie y Gennaro trabajan en Boston, una ciudad guetificada y con agudas tensiones raciales que las autoridades esconden debajo de la alfombra. La desaparición de una mujer de la limpieza que trabaja en la Casa del Estado de Massachusetts y su posterior asesinato a manos de un pistolero perteneciente a una banda desencadenan la “guerra” del título. Esta implica al hampa de Boston –liderada por un padre y su hijo–, salpica a los políticos corruptos de la ciudad y repercute, cómo no, en la pareja de sabuesos.
Hay en Lehane una mirada pesimista sobre la sociedad de su país, que el paso del tiempo no ha sido capaz de desmentir. El autor conoce muy bien los entresijos de Boston, su geografía física y moral, y esa verosimilitud enriquece una lectura que, por lo demás, se amolda a las convenciones del género negro. Puede que, en otra época, Dashiell Hammett hubiera firmado una novela semejante, y, de hecho, Lehane no esconde sus cartas cuando menciona el nombre de Sam Spade. Pero también Philip Marlowe, la creación de Raymond Chandler, parece guiar los pasos de Patrick Kenzie, un detective tan mordaz e ingenioso como sus predecesores, a quien Lehane confía la narración en primera persona.
Con esos mimbres clásicos, Lehane arma un cesto desbocado y violento, con mucha acción y alcohol no poco, diálogos frescos, tiroteos a plena luz del día, torturas y hasta un caso de pederastia. “Con esta gente solo tienes dos opciones: o los matas o los dejas en paz, porque nunca cambiarán”, concluye Angela, siguiendo la reflexión de un policía.