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Vuelta a las aulas. Rentrée. Nuevo y joven ministro de Educación en Francia, Gabriel Attal. Antes que prohibir vestes en nombre de la laicidad, podría atender la petición de un nutrido elenco de personalidades de la cultura, y hacer que se recupere la importancia de leer y escribir.
Firman la carta abierta al ministro figuras como Jacques Attali, Elisabeth Badinter, Tahar Ben Jelloun, Isabelle Carré, Edgar Morin, Pierre Nora y Daniel Pennac, entre tantos intelectuales, premios Goncourt y editores.
No presentan sus laureles, sino su condición de “padres y abuelos tristes y desarmados. Ciudadanos enfadados pero luchadores”. Quieren contar al ministro “una situación que nos quema, que afecta al futuro de nuestros hijos y de la que, sorprendentemente, nadie habla. ¿Será porque es demasiado inquietante?” Les preocupa caer en el negacionismo, al ver que niños y adolescentes, de la generación del “todo-pantalla” –pronto, de la IA–, no leen y les cuesta escribir articulando sus pensamientos y razones.
No se trata sólo de ortografía, que es la punta del iceberg, sino de valorar la expresión escrita en la enseñanza primaria, donde se inculcan fundamentos y se forjan ilusiones. La sobrecarga en los planes de estudios y el exceso de alumnos impide a los profesores atender adecuadamente el proceso de aprendizaje, especialmente ante el crecimiento de los trastornos de atención.
Lo importante es dar sentido a lo que se escribe, algo especialmente necesario para una generación sometida a tantas exigencias contradictorias en un mundo volátil, virtual, ilegible para ellos. Porque aprender a escribir es aprender a pensar, a plasmar y comunicar ideas, a desarrollar espíritu crítico.
“¿Qué ocurrirá mañana si se socavan estas nociones, cimientos esenciales de todo ser humano, de toda sociedad y de toda civilización?”. Sin olvidar que “la violencia y las fracturas sociales se nutren de la ausencia de palabras y pensamiento”.
Reconocen la resistencia de muchos profesores, así como el florecimiento de iniciativas individuales que mencionan, pero son gotas anónimas en el mar. Sienten el deber de legar a sus hijos, además de un mundo habitable, la base y la capacidad de reflexión necesarias para no perderse delante de pantallas que es preciso aprender a utilizar conscientemente. “Ya es hora de volver a iluminar las estrellas”, sintetizan con Apollinaire.
Y piden al ministro en concreto que “establezca media hora diaria de escritura creativa o expresión libre (escribir una carta, un relato de ciencia ficción, un libro, un discurso, un periódico, un slam poético, una pieza teatral, una serie de televisión, caligramas, una emisión de radio, etc.)”. En síntesis, liberar tiempo de alumnos y profesores, para involucrarse en proyectos con fondo y divertidos. Será el camino para construir “una verdadera cultura de la lectura y la escritura, acompañada de un uso inteligente de las nuevas tecnologías”.