Un cliente llega a una farmacia a comprar paracetamol, y el farmacéutico, a modo de presentación, le suelta: “Hola, me llamo Paco. Soy hombre. Para dirigirse a mí, puede llamarme señor, y para referirse a mí en tercera persona, prefiero que utilice el pronombre masculino él. ¿Cómo le gustaría que me dirigiera a usted?”.
La clase de gramática protocolar puede estar bien, pero sin duda dilata innecesariamente el momento del encuentro entre el cliente y el paracetamol. Lo curioso es que este ejemplo no es del todo ficción en sitios como California: allí, desde enero pasado, el personal farmacéutico debe pasar un curso de “competencias culturales” para tratar con el público diverso que se acerque a sus establecimientos. Este es un ejemplo de l…
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