Amsterdam. El pasado domingo recorrió el canal Keizersgracht de Amsterdam una comitiva muy inusual: unas 1.500 personas acompañaban al Santísimo en la procesión del Corpus presidida por el obispo de Haarlem, Mons. Josef Punt. Para los católicos de Amsterdam ha supuesto recuperar el culto público a la Eucaristía, que fue prohibido en 1578. Sin embargo, quien conoce la trayectoria de la Iglesia en Holanda desde los años setenta del siglo pasado sospechará que lo que vivió Amsterdam el 13 de junio fue algo más.
En un trayecto de media hora por la zona más pintoresca de la ciudad, transitada por turistas y holandeses que no salían de su asombro, la procesión alcanzó el Begijnhof. En este patio ajardinado de viviendas se encuentra una iglesia en la que se conmemora un milagro eucarístico ocurrido en 1345. Aquí tuvo lugar la bendición con la custodia y el fin de la ceremonia.
En el siglo XIII Amsterdam era una ciudad de pescadores a orillas del Zuiderzee con dos iglesias, San Nicolás y San Pedro. En 1345 tuvo lugar un milagro eucarístico que dió un enorme impulso a la práctica religiosa y atrajo a multitudes de peregrinos de fuera del país. Se celebraba cada año con ocho días de fiesta. La procesión que conmemoraba el hecho dejó de organizarse cuando en 1578 el gobierno de la ciudad pasó a ser oficialmente protestante y prohibió el culto público católico. A partir de 1989, un cambio de legislación permite las manifestaciones religiosas públicas.
Ahora, casi cinco siglos después, la iglesia de Nuestra Señora, que atienden sacerdotes del Opus Dei, ha retomado esta antigua tradición para celebrar su 150º aniversario. «Es sorprendente cómo ha cooperado todo el mundo desde el primer momento de lanzar la iniciativa», comenta Frans D’Agostino, sacerdote de la prelatura del Opus Dei. «El obispo contestó a la invitación del rector de la iglesia a los dos días. Han participado el rector del seminario de Haarlem y los seminaristas; el ayuntamiento concedió la licencia no sin asombro ante la idea. Han asistido fieles de numerosas parroquias de Amsterdam, así como la Comunidad de Sirios Ortodoxos y los católicos del Surinam que comparten el uso de la iglesia de Nuestra Señora».
«No se trata de hacer espectáculo- explicó Mons. Punt en la homilía-. Hoy como nunca privan las imágenes y vamos con el Señor por la ciudad para dar testimonio de que Dios existe, de que se ha hecho hombre, de que murió por nosotros y resucitó. La ciudad lo necesita. El mundo lo necesita. Cristo se nos da en la Eucaristía, hay esperanza, hay eternidad».
En Amsterdam, ciudad conocida en el extranjero sobre todo por los coffee shops y por su exotismo transgresor, hay espacio para todos. Muchos vecinos han visto la iniciativa con aprobación e interés. La gente se ha parado respetuosamente al paso de la procesión. Quien llevaba cámara ha hecho fotos. Desde hace dos años, mezquitas, templos, iglesias y centros de espiritualidad abren sus puertas, invitando al público a conocer sus credos y actividades. Job Cohen, alcalde de Amsterdam, judío como la mayoría de sus antecesores en el puesto, promueve desde su cargo la importancia de la práctica religiosa y la necesidad de que la religión esté presente también en el espacio público. En la «conferencia Guillermo de Orange» que impartió en Delft hace unos meses, abogaba por una cooperación que fuera más allá de la tolerancia.
La procesión del Corpus es también un signo externo de que muchas viejas polémicas entre los católicos holandeses son agua pasada. Wim Peeters, portavoz del obispo de Haarlem, comenta el hecho: «En la diócesis de Haarlem (a la que pertenece Amsterdam), la más secularizada del país, las conversiones de adultos han aumentado de unas 100 por año a unas 250. La polarización entre católicos progresistas y tradicionales casi ha desaparecido, más aún: ya está superada. Para la gente de menos de 35 años todo aquello que se consideraba polémico para aceptar la fe, no supone ningún problema».
En la misma línea, Utrecht celebró en 2002 la procesión de San Wilibrordo -gran promotor de la cristianización en los Países Bajos-, suspendida en 1673. Y el año pasado se celebraron los 150 años de la restauración de la jerarquía católica. Podrían ser indicios de que los católicos holandeses están recuperando la vitalidad que les caracterizó en la primera mitad del siglo XX y que ahora necesitan para vivir la fe como una minoría activa.
Carmen Montón