Elisabeth Kübler-Ross fue la psiquiatra que enseñó a afrontar la muerte con dignidad y sosiego a una sociedad que prefería ocultarla, y luchó por evitar que el proceso de morir se convirtiera en algo despersonalizado. El pasado 24 de agosto le llegó su turno y falleció en Scottsdale (Arizona) a los 78 años.
Kübler-Ross estudió medicina en Zürich, su ciudad natal. En 1959, recién casada con un médico norteamericano, llega a Nueva York donde se especializa en psiquiatría. Trasladada a Denver, trabajará con enfermos terminales en el Centro Médico de la Universidad de Colorado. Fue profesora de Psiquiatría en la Universidad de Virginia en Charlottesville y directora del Servicio Familiar y el Centro de Salud Mental South Cook Country en Chicago.
En 1969 publica «On Death and Dying» («Sobre la muerte y los moribundos»: ver servicio 151/93), un volumen clásico en la sociología de la muerte que recoge la experiencia de Kübler-Ross en su trato con más de 200 enfermos terminales, ilustrado con la trascripción de conversaciones entre la doctora y sus pacientes. En esa obra, fruto de un seminario auspiciado por el departamento de Psiquiatría del Billings Hospital de la Universidad de Chicago, la psiquiatra suiza nacionalizada norteamericana fijó las cinco fases que suelen atravesarse antes de morir (rechazo, ira, «negociación» con Dios, depresión y aceptación).
Defensora e impulsora de la medicina paliativa inspirada en el modelo Hospice, Kübler-Ross se opuso con firmeza a la eutanasia. Docente y conferenciante, escribió 13 libros, en los que se ocupó entre otros temas de cómo ayudar a afrontar la muerte de un niño y del estudio del sida. En 1999 la revista «Time» la incluyó en la lista de los 100 pensadores más destacados del siglo XX.
Casada y con dos hijos, Kübler-Ross fue una mujer de carácter, independiente, aguerrida y muy inquieta. A la absorbente dedicación a las conferencias y seminarios se unieron los conflictos que generaron algunas de sus iniciativas asistenciales. En 1997 escribe su biografía, «The Wheel of Life», que pone de relieve un carácter impulsivo, en el que se aprecia muy buena voluntad pero insuficiente formación antropológica y teológica. Educada en su niñez en el calvinismo, no perteneció a ninguna confesión religiosa, aunque manifestó aprecio por la labor de los capellanes católicos y protestantes de los hospitales. En su autobiografía se declara religiosa a su manera y apela a un Dios providente y amoroso y al valor enriquecedor del sufrimiento. Su interés por el más allá le llevó a un entusiasta acercamiento durante tres años a sesiones de espiritismo, que provocaron el abandono de su marido, que solicitó el divorcio en 1976. Establecida en Arizona desde 1995, sufrió varias embolias que la dejaron hemipléjica desde 1996.
En un artículo publicado en 1973, Kübler-Ross escribía: «La gente nacida y criada en una comunidad rural acepta por lo general más fácilmente morir que la gente que se ha educado en un medio urbano. Supongo que el nacimiento y la muerte han formado siempre parte de la vida del campesino. Culturalmente hay diferencias enormes en el modo de morir. En los Estados Unidos los pacientes tienen por lo general grandes dificultades para encontrar un médico o enfermera que se preste a escucharles y a participar en sus últimas preocupaciones. El 80% de la población norteamericana muere en una institución donde la muerte se convierte en un proceso mecanizado, despersonalizado y, a menudo, deshumanizado. No se permite a los niños que entren en las salas de los hospitales, y por eso raramente asimilan la experiencia de que la muerte es parte intrínseca de la vida. Hay que reconsiderar al paciente como ser humano, hacerle participar en diálogos, aprender de él lo bueno y lo malo del trato que se da al paciente en los hospitales».