El reverendo Robert Duncan ha sido elegido primer arzobispo de la Iglesia Anglicana de Norteamérica, constituida en diciembre de 2008 como respuesta al alejamiento de la Iglesia episcopaliana de la doctrina bíblica. Aunque la creación de esta Iglesia paralela consuma el cisma de hecho que desde hace años vivía el anglicanismo, muchos fieles ven en ella una oportunidad para volver a sus raíces.
La Iglesia episcopaliana, rama estadounidense del anglicanismo, se ha convertido en el campo de batalla entre anglicanos revisionistas y tradicionales. La pugna se exacerbó en 2003 con la elección de un divorciado abiertamente homosexual como obispo episcopaliano de New Hampshire. Este hecho provocó una cascada de protestas por parte de casi todas las provincias anglicanas, especialmente en África, Sudamérica y Asia, que exigieron rectificación a los estadounidenses.
Lejos de rectificar, los revisionistas volvieron a la carga en 2006 al elegir como primada a una mujer, Katherine Jefferts Schori, conocida por sus ideas feministas y su apoyo a las uniones homosexuales. A raíz de este episodio, la Iglesia anglicana en Nigeria -que cuenta con 17,55 millones de miembros- comenzó a liderar un movimiento para expulsar de la Comunión Anglicana a los episcopalianos.
El resultado más visible de este movimiento se materializó en la creación de la Fellowship of Confessing Anglicans, una organización paralela que representa a la mitad de la comunión anglicana (unos 36 millones de fieles) y un tercio de los obispos de esta confesión. Todos ellos se oponen a la aceptación de la práctica homosexual, las ideas secularizadoras y los cambios en la familia que consideran contrarios a las Sagradas Escrituras.
Volver a las raíces
La creación de la Iglesia Anglicana de Norteamérica constituye un paso más -parece que no será el último- en la búsqueda de un anglicanismo renovado que vuelve los ojos a sus raíces bíblicas. El hecho de que se haya producido en Estados Unidos, bastión del anglicanismo “progresista”, ha sido muy valorado por los anglicanos de otros países como Uganda, Kenia, Tanzania, Brasil, Bolivia, Chile, Jerusalén o Ruanda.
Así lo ha puesto de manifiesto Charles Raven en un artículo publicado en VirtueOnline.org (22-06-2009), la agencia de noticias más representativa del anglicanismo ortodoxo: “La puesta en marcha de la Iglesia Anglicana de Norteamérica debería ser un motivo de acción de gracias a Dios para todos aquellos que quieren ver a la Comunión Anglicana unida en las Escrituras, en vez de construida artificialmente sobre interminables procesos de negociación y astutas ambigüedades”.
Según Raven, el gran escollo del anglicanismo contemporáneo está en el llamado “proceso de escucha”; una doctrina que se puso de moda a finales de los años noventa a raíz de una mala interpretación de la resolución 1.10 de la Conferencia de Lambeth de 1998. En esta Conferencia, que reúne a los obispos de la Comunión anglicana cada diez años, los asistentes se comprometieron a “escuchar la experiencia de las personas homosexuales”.
Lo que al principio constituía un loable esfuerzo de comprensión hacia los homosexuales se convirtió luego en un subterfugio para aprobar la ordenación de clérigos homosexuales y la celebración de bodas gays en el seno de la Iglesia anglicana. A ello se añadiría la polémica por la ordenación episcopal de mujeres, autorizada en el Sínodo de la Iglesia de Inglaterra.
Se suponía que la Conferencia de Lambeth de 2008 iba a zanjar definitivamente estas cuestiones, pero nada de eso ocurrió. La Conferencia dio paso al nacimiento de dos bloques bien diferenciados: los que respetan la tradición cristiana reflejada en la Biblia, y los que abogan por una interpretación de las Escrituras más acorde a la mentalidad dominante.
El arzobispo de Canterbury y primado de la iglesia anglicana, Mons. Rowan Williams, se ha mostrado cauto sobre la creación de esta nueva Iglesia. De momento, se ha limitado a enviar un observador de su confianza a la primera asamblea convocada por la Iglesia Anglicana de Norteamérica. Pero no ha dicho nada sobre la posible incorporación de esta Iglesia a la Comunión Anglicana.
Desde que se creó en 2008, la Iglesia Anglicana de Norteamérica ha logrado aglutinar a más de cien mil fieles, setecientas parroquias y cuatro diócesis: Pittsburgh, Forth Worth (Texas), Quincy (Illinois) y San Joaquín (California).