El laicismo europeo sigue discutiendo sobre temas más bien accidentales, como el referéndum suizo sobre los alminares, la posible ley francesa contra el empleo del burqa, o la débil sentencia del Tribunal de Estrasburgo sobre crucifijos en escuelas públicas. Entretanto son asesinados cristianos en Irak o en Egipto, sin apenas repercusión en los medios informativos. Y la intolerancia no se reduce, como señala un amplio reportaje del diario francés La Croix, basado en un informe del Pew Research Center’s Forum on Religion and Public Life, una institución muy reconocida en Estados Unidos, titulado Global Restrictions on Religion.
Aunque los Estados con fuertes limitaciones a la libertad religiosa son una minoría, se trata de países con mucha población. Por eso el Pew Forum concluye que alrededor del 70% de los habitantes del planeta está sometido hoy a fuertes restricciones de su libertad religiosa. Esa afirmación es consecuencia de la valoración de parámetros concretos, país por país, en torno a restricciones gubernamentales y a hostilidades sociales interreligiosas. Lo que diferencia al informe del Pew Forum es que se trata de un estudio cuantitativo para llegar a establecer unos índices de limitaciones a la religión.
Respecto de las restricciones gubernamentales, se aplican veinte criterios, en función de leyes nacionales o locales, textos jurídicos o injerencias policiales, que restringen las libertades de enseñar o predicar, prohíben o dificultan las conversiones (75 países), controlan a los grupos religiosos, obligan a registros previos (178 países) o favorecen de modo preferente a una determinada religión. Esas dificultades afectan a católicos, protestantes (sobre todo, evangélicos), judíos, budistas e, incluso, a ciertos grupos minoritarios de musulmanes. Y 43 países tienen una tasa alta o muy alta de restricciones, como: Arabia Saudita, Pakistán, Irán, Egipto, Argelia, Turquía, Indonesia, la Rusia mayoritariamente ortodoxa, la India hindú, la Birmania budista, y los países comunistas Vietnam y China.
Hostilidad social
Las hostilidades sociales por motivos religiosos se producen, sobre todo, en países musulmanes o budistas. El Pew Forum aplica trece criterios que miden las diversas formas de actos hostiles, individuales o colectivos, organizados o espontáneos. El informe precisa que la falta de actos violentos no significa necesariamente que no existan tensiones religiosas. Son 41 los Estados con tasas elevadas o muy elevadas de hostilidad: países musulmanes como Irak, Afganistán, Sudán o Somalia; budistas como Sri Lanka. Además, en 17 países la religión ha estado en el origen inmediato de acciones terroristas.
Las restricciones gubernamentales y las hostilidades sociales no siempre van de la mano. Por ejemplo, los gobiernos de China y Vietnam mantienen muchas restricciones de las actividades religiosas, y en cambio las hostilidades sociales son muy bajas. Por el contrario, en Nigeria y Bangladesh hay muchos conflictos sociales por motivos religiosos, pero moderadas restricciones de origen gubernamental.
Si se entrecruzan las dos clasificaciones, que no coinciden necesariamente, resulta que 64 naciones -un tercio de los países estudiados- tienen una tasa elevada o muy elevada de restricciones a la libertad. Y, como la mayoría de esos países están densamente poblados, el problema alcanza a una gran proporción de habitantes del planeta.
Entre los 25 países más poblados del mundo, los que tienen más limitaciones -teniendo en cuenta ambos índices- son Irán, Egipto, Pakistán e India. Por regiones, Oriente Medio y el Norte de África son las que tienen más restricciones, mientras que las dos Américas son las más respetuosas con la libertad religiosa.
El reportaje de La Croix, se refiere también al último número de la revista de l’association Conscience et Liberté, con sede en Berna, dedicado a extremismo religioso y libertad de religión. Karel Nowak, secretario general de esa publicación, afirma que los extremistas son muy poco tolerantes. Por el contrario, “una mayor libertad religiosa, especialmente de culto y enseñanza, constituye un potente antídoto contra el extremismo religioso. La promoción del derecho a la libertad de religión o de convicciones no es sólo un imperativo moral, sino una obligación pragmática. Es el mejor remedio contra el extremismo y el fanatismo, y un medio esencial para garantizar la seguridad del mundo”.