Contrapunto
El veto de Bill Clinton al proyecto del Congreso norteamericano que prohibía el aborto por dilatación y extracción (D+X) enseña una lección interesante sobre dónde está la mesura y prudencia política en estos temas. La medida anulada era de alcance modesto: sólo ponía fuera de la ley un método de aborto especialmente cruel que se emplea en quinientos o mil casos al año. Pero el bando abortista, respaldado por el presidente, no está dispuesto a conceder ni eso.
El método en cuestión consiste en extraer el feto vivo, de seis meses o más, excepto la cabeza, y matarlo. Para ello, se perfora el cráneo y, después de sacar la masa encefálica por aspiración, se lo aplasta para que salga fácilmente por el canal del parto. Algunos médicos opuestos a la prohibición que testificaron ante el Congreso señalaron que no ven la diferencia entre ese sistema y el habitual de matar y despedazar dentro del útero a un feto más joven. No les falta razón; pero, como subrayaron los promotores del proyecto, la D+X termina con la vida de lo que en muchos casos podría ser simplemente un niño prematuro, de modo que borra la frontera entre el aborto y el infanticidio.
El proyecto, pues, aplicaba una estrategia pro-vida no maximalista: avanzar por pequeños pasos, dentro de lo políticamente posible (