Los cambios introducidos por la Iglesia anglicana para adaptarse a los nuevos tiempos, no parecen haber servido más que para agudizar una crisis multiforme. Una vez que el Sínodo General ha aprobado los cánones para la ordenación de mujeres, el próximo 12 de marzo se celebrarán presumiblemente las primeras ordenaciones. De momento, las aspirantes al sacerdocio son 1.200. Pero, como contrapartida, 5 obispos y 570 sacerdotes anglicanos, contrarios al sacerdocio de la mujer, han firmado una declaración en la que aceptan la plena autoridad de la Iglesia Católica Romana. Es la primera indicación del éxodo que puede darse hacia Roma.
Estos obispos y sacerdotes suscriben creer «todo lo que la Iglesia Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana enseña, cree y profesa como verdad revelada», fórmula que utilizan los conversos en la ceremonia de recepción por la Iglesia. De hecho, se han comprometido a convertirse al catolicismo próximamente.
Además, otros dos obispos y 142 sacerdotes han firmado una versión matizada del documento en el que, no obstante, reconocen al Papa como «Pastor Supremo». Aunque los nombres de los firmantes no se han hecho públicos, se sabe que, entre los obispos, tres son los dimisionarios de Londres, Leicester y Dorchester.
El éxodo de estos clérigos podría costar a la Iglesia anglicana 55 millones de libras, de acuerdo con las compensaciones previstas cuando se discutió la ordenación de mujeres.
La perplejidad ha alcanzado a las más altas personalidades de la jerarquía. Pocos días después de las conflictivas ordenaciones de mujeres, saldrá a la venta un libro escrito por el arzobispo de Canterbury, George Carey. En su libro, Spiritual Journey, rememora su visita a la comunidad ecuménica de Taizé en agosto de 1992, acompañado por mil jóvenes anglicanos. La experiencia le deslumbró y le ayudó a ver mejor las carencias de su propia Iglesia.
El arzobispo manifiesta su preocupación por «el fracaso general de la Iglesia en su intento de acercarse y educar a los jóvenes». Mientras que los jóvenes encuentran áridos y verbosos los servicios anglicanos, apreciaron las ceremonias sencillas y serenas de Taizé. En particular subraya el valor de los largos periodos de silencio que allí se viven. Reconoce que en la Iglesia anglicana el silencio es una práctica casi desconocida, pues la liturgia moderna prevé cortos momentos «de 20 segundos», insuficientes para «una oración personal profunda».
Sea por estas u otras causas, menos del 3% de los anglicanos cumplen el precepto dominical, en comparación con el 30% de católicos. Eso significa que, si bien en el Reino Unido hay unos 24 millones de anglicanos y sólo 5 millones de católicos, a la misa dominical asisten más del doble de católicos en números absolutos.