Las uniones homosexuales tienen mucho más riesgo de ruptura que los matrimonios
Cuando se habla de dar el estatus matrimonial a las uniones homosexuales suele olvidarse que esto significa acceder también al divorcio. Los abogados vislumbran ya aquí una nueva oportunidad de negocio. Sobre todo teniendo en cuenta que las uniones homosexuales registradas en Suecia y Noruega han demostrado ser mucho más inestables que los matrimonios. Un dato no despreciable cuando se plantea la adopción por parejas homosexuales.
Probablemente esa perspectiva no está en las mentes de las parejas de homosexuales que acuden a los juzgados en busca de un certificado de matrimonio, y menos aún en los brindis que les dedican sus amigos cumpliendo con el pseudorritual. Pero hay un beneficio inapelable en la concesión del matrimonio civil a gays y lesbianas: a partir de ese momento todos tienen derecho a beneficiarse de un divorcio en condiciones.
La cuestión de las consecuencias no sólo morales sino también económicas y legales de la aprobación del matrimonio homosexual en Massachusetts ha disparado la imaginación de los círculos jurídicos norteamericanos, tradicionalmente avezados en sacar agua del desierto. La delicia de los abogados norteamericanos, que ven en la propagación del matrimonio homosexual una nueva frontera de negocio, ha sido resumida por Jo Ann Citron, un letrado de Boston que está a punto de publicar un libro sobre el particular: «Lo más importante que se logra con el matrimonio es el divorcio -ha declarado Citron a la agencia Associated Press-, un proceso previsible por el que la propiedad de los cónyuges se reparte, se dividen las deudas en partes proporcionales y se establecen las normas para la custodia y visita de los niños».
Cuando la pareja rompe
En la actualidad, cuando las parejas de homosexuales rompen -un fenómeno más frecuente que en parejas heterosexuales-, los afectados con algún agravio deben someterse al juicio discrecional de un juez, que no tiene ninguna obligación de aplicar los criterios del divorcio civil. En los estados norteamericanos más permisivos, como Massachusetts, California y Washington, ha sido práctica habitual hasta hoy que los jueces apliquen a las parejas gay las normas del divorcio cuando hay niños por medio. En los estados más firmes en materia moral, como Texas o Virginia, los jueces suelen rechazar de modo categórico cualquier asimilación de las parejas homosexuales al matrimonio, incluso en el caso de que los solicitantes del divorcio hayan establecido acuerdos privados por escrito.
La presión a favor del divorcio civil gay, establecida sobre la base de una presunta «discriminación por razón de sexo», la ejercen, por una parte, el poderoso lobby gay y, por otra, un sector de la abogacía implicada en los negocios de esta minoría que dispone de un alto poder adquisitivo.
Junto a los abogados que llevan el caso, los más beneficiados del divorcio homosexual son las parejas más «débiles» en lo económico. Un reciente caso zanjado por la Justicia de California lo ilustra. Hace semanas un abogado de la localidad de Oakland, Frederick Hertz, presentó una querella a favor de una lesbiana que se había convertido en ama de casa mientras su compañera escalaba puestos como ejecutiva en una multinacional. Cuando la pareja rompió, la empresaria se negó a incluir sus stock options en el paquete de bienes comunes a repartir con su ex compañera. Esta denunció el hecho y ganó. «Conseguimos un arreglo decente -dijo el abogado a la prensa-; pero decente si se compara con nada, no con lo que hubiéramos obtenido si ellas hubieran estado casadas».
Panorama de pleitos
Este panorama de pleitos, cuentas y reparto de patrimonio y sueldo, hoy anecdótico en Estados Unidos, va a crecer de modo exponencial tras la decisión de la Corte Suprema de Massachusetts. Antes de que este estado aprobara el matrimonio de homosexuales, ya el pequeño territorio de Vermont había concedido los «derechos matrimoniales» a las uniones civiles de homosexuales anteriores al año 2000, otorgándoles con ello los derechos del divorcio.
El siguiente territorio de batalla es el inmenso estado de California, uno de los lugares de residencia favoritos de la comunidad gay. Pese a la tenacidad mostrada por su gobernador a favor de la protección del matrimonio -como contrato entre un hombre y una mujer-, una ley que debe entrar en vigor el próximo 1 de enero otorgará a las 25.000 parejas homosexuales registradas acceso a los tribunales de divorcio cuando rompan sus relaciones.
El panorama, según algunos analistas, no es tan rosa para las aspiraciones de la comunidad gay. En primer lugar porque -como afirma Art Leonard, profesor de Derecho de la Universidad de Nueva York- «la aplicación de los derechos del divorcio sólo afectará a las parejas homosexuales que se casen por la ley». La realidad muestra que, pese a las ventajas que concede la legislación en algunos territorios -tanto en Estados Unidos como en Europa- la mayor parte de los homosexuales prefieren limitarse a vivir juntos, sin establecer ningún marco legal de convivencia.
Descrédito del matrimonio
Está, luego, el problema de la movilidad social y profesional de los norteamericanos. Una pareja gay de Massachusetts que resida en cualquier otro estado tendría que volver al de origen de su contrato matrimonial para plantear el divorcio en los tribunales. La cuestión de los conflictos interestatales en esta materia ya está planteada.
Para algunos juristas, como Herma Hill Kay, la Constitución de Estados Unidos permite que un estado reconozca la legislación de otro aunque no la tenga incorporada a su acervo, y por tanto todos deberían conceder el divorcio a parejas gay casadas en Vermont o Massachusetts. Hay otro argumento en el debate: dada la repugnancia de la inmensa mayoría de los estados a homologar el matrimonio de un hombre y una mujer con la convivencia de los homosexuales, algunos jueces estarían dispuestos a facilitar el divorcio de los gay. El argumento tiene trampa, y lo único cierto es que la disparidad de legislaciones va a crear no pocos conflictos.
En particular el del propio concepto de matrimonio, una vez que el contrato se otorgue, con la perspectiva de divorcio, a cualquier tipo de unión. Para algunos expertos, esta situación irá en particular en descrédito del matrimonio civil y dará en cambio esplendor al matrimonio religioso, indisoluble y exclusivo entre un hombre y una mujer.
Francisco de AndrésAtención: uniones muy frágiles
La comparación del riesgo de divorcio entre matrimonios y parejas homosexuales no se había hecho hasta ahora porque no había pasado suficiente tiempo desde las primeras legalizaciones de estas uniones. El estudio Divorce-Risk Patterns in Same-Sex «Marriages» in Norway and Sweden (1) -presentado en el congreso anual de la Population Association of America (1-3 de abril), celebrado en la Universidad de Princeton- tiene la ventaja de haberse realizado en dos países pioneros en la legalización de las uniones homosexuales. Suecia desde 1995 y Noruega desde 1993 permiten el registro de las parejas homosexuales, con las mismas consecuencias legales que el matrimonio (salvo la adopción en el caso noruego), de manera que el estudio es de uno de los periodos más amplios posibles.
La muestra procede de los registros de parejas que establecen las leyes de ambos países, donde se consigna cualquier cambio de estado civil y se pueden hacer seguimientos gracias a los números de identidad personales de los registrados. Los últimos años se han criticado otros estudios sobre homosexuales -sobre todo los realizados en Estados Unidos- porque se hacían con frecuencia sobre homosexuales blancos, universitarios y con situaciones económicas desahogadas; cuando no estaban financiados por asociaciones de gays y lesbianas o se basaban en encuestas a lectores de determinadas revistas de este sector.
Pocos homosexuales quieren casarse
La primera observación es que la incidencia de las uniones homosexuales es muy baja. Entre 1993 y 2001 se registraron en Noruega 1.293 parejas homosexuales; en cambio, hubo 190.000 matrimonios (7 por cada 1.000). En Suecia, entre 1995 y 2002, hubo 1.526 registros y 280.000 matrimonios (5 por cada 1.000). En ambos casos, hubo un nivel elevado de registros inmediatamente después de aprobarse la ley, mayoritariamente por parejas de hombres (62%). Luego descendió y se mantuvo estable hasta los últimos años, donde ha subido sobre todo porque se han registrado más parejas de mujeres.
Otra gran diferencia que existe es la edad, que es significativamente más elevada en el caso de las parejas homosexuales. En el 52% de los matrimonios celebrados en Suecia y Noruega los cónyuges tenían menos de 31 años; el 34%, entre 31 y 40 años; y el 14%, más de 41. En cambio, en Suecia solo el 12% de las parejas registradas estaban formadas por hombres menores de 31 años (21% en Noruega); 38%, entre 31 y 40 años (46% en Noruega); y 50%, más de 41 años (32% en Noruega). Por lo tanto, las parejas homosexuales registradas habían legalizado su unión con más años y experiencia que los matrimonios, lo que en principio favorecería su estabilidad.
Por otro lado, en el 44% de las uniones de hombres de ambos países, uno de los integrantes es extranjero. Sin embargo, solo en el 22% de los matrimonios uno de los cónyuges lo es.
Un mayor riesgo significativo
El riesgo de divorcio se mide en el estudio teniendo en cuenta todas estas variables. En algunos casos, el riesgo de divorcio es similar en las parejas homosexuales y en los matrimonios, por ejemplo, cuando ambos son muy jóvenes o hay diferencias significativas de edad; cuando uno de los dos es extranjero, etc.
Pero en el resto y en el caso de Suecia, las parejas homosexuales tienen un riesgo de divorciarse muy superior al que se da en los matrimonios: 1,5 veces en el caso de los gays y 2,67 veces en el de las lesbianas. Los autores afirman que estos resultados reflejan mejor las diferencias si se descuentan los efectos de las variables demográficas (por ejemplo, hay muchas parejas de hombres en las que uno de ellos es extranjero; esta variable sube el riesgo de divorcio). Pues bien, realizado el ajuste, resulta que la probabilidad de divorcio en las parejas de gays es un 35% más alta que la de los matrimonios, y en las de lesbianas es el triple.
Si se tiene en cuenta que la tasa de divorcio en Suecia es muy elevada (53 divorcios por cada 100 matrimonios), el divorcio en las parejas homosexuales adquiere una dimensión todavía mayor.
Aunque los autores advierten de que el estudio sigue abierto, especulan con la posibilidad de que si hubiera más parejas homosexuales con hijos a su cargo se reduciría el riesgo de divorcio. Sin embargo, también han comparado el riesgo de divorcio con matrimonios que no tenían hijos y las conclusiones de mayor riesgo apenas cambian.
La fórmula que han elegido los autores para la conclusión es elegante pero contundente: «Hacen falta más estudios para determinar por qué las uniones gay tienen un riesgo significativamente mayor de divorciarse que los matrimonios, y por qué las uniones de lesbianas se rompen el doble de veces que las de los gays».
Ignacio F. Zabala____________________(1) Divorce-Risk Patterns in Same-Sex «Marriages» in Norway and Sweden. Gunnar Andersson, Turid Noack, Ane Seierstad y Harald Weedon-Fekjær. Más información en http://paa2004.princeton.edu/download.asp?submissionId=40208La prueba de la duraciónEl psiquiatra holandés Gerard van den Aardweg, autor del libro Homosexualidad y esperanza (ver servicio 175/98), contrapone el matrimonio y las uniones homosexuales en un artículo publicado en Studi Cattolici (marzo 2004). Reproducimos algunos párrafos.Durante 35 años de tratamiento psicoterapéutico de personas con problemas de homosexualidad, no he encontrado una sola relación homosexual que durase años, de modo que pudiera ser considerada una relación normal, adulta. Existen casos excepcionales de lazos de amistad que duran años entre parejas homosexuales, pero no de cohabitación duradera ni de fidelidad. Son relaciones caracterizadas por tensiones, celos, dependencia adolescente, fenómenos neuróticos de atracción-repulsión…
(…) Existe documentación abundante que prueba la breve duración de las relaciones homosexuales y la enorme promiscuidad del homosexual practicante. Basta citar los recientes datos estadísticos de un amplio estudio realizado en Amsterdam entre varones homosexuales respecto a la infección por HIV: los homosexuales con una relación «estable» tienen como media 8 parejas al año, los otros tienen 22.
La duración media de una relación «estable» es de un año y medio (lo que explica que el 86% de las nuevas infecciones por HIV se verifiquen en una relación «estable») (1).
Otro estudio (2) hecho en Holanda sobre parejas homosexuales «estables» muestra que el número medio de contactos con otros partners se iniciaba con 2,5 el primer año y en el sexto año llegaba a 11. Téngase en cuenta, sin embargo, que son pocas las relaciones que duran tanto. En conclusión, una relación homosexual «estable» está destinada al fracaso, lo cual es algo intrínseco a la dinámica del deseo homosexual.
Sin fidelidad sexual
A los militantes del movimiento gay no les interesa el matrimonio como tal. Para ellos es un instrumento de homologación social, fuente de ventajas financieras o el primer paso para el reconocimiento de «una nueva pluriformidad de relaciones», según el escritor homosexual Hinzpeter. (…) Las relaciones homosexuales son fundamentalmente diferentes de las heterosexuales, concluyen los autores (homosexuales) McWhirter y Mattison en su investigación sobre relaciones homosexuales duraderas: la «fidelidad sexual» no existe (3).
Entonces, ¿en qué se diferencian? Desde el punto de vista somático, naturalmente: no hay unión, sino solo un abuso desnaturalizado de partes del cuerpo, en una caricatura del coito normal. No existe unión, en el sentido de complementariedad, entre una psique masculina y una femenina. En el acto matrimonial la masculinidad del hombre y la feminidad de la mujer alcanza su pleno desarrollo, que incluye la dimensión de la potencial paternidad y maternidad. El hombre vive plenamente su virilidad, y la entrega a la mujer, y esta vive plenamente su feminidad, y la dona al marido. En el contacto homosexual, en cambio, actúa un hombre que, aquejado de un complejo de inferioridad por el que se siente poco logrado, intenta -en vano- hacerse apreciar como hombre por otro hombre. La lesbiana es una mujer que no se siente plenamente mujer. Lo que los homosexuales buscan es la estima de un amigo o amiga, a menudo de una figura paterna o materna, porque se han sentido siempre extraños, inferiores, a sus coetáneos del mismo sexo.
____________________(1) Xiridou M. et al., «The contribution of steady and casual partnerships to the incidence of HIV infection among homosexual men in Amsterdam», Aids, 2003, 17, 1029-1038.(2) Deneen A.A. et al., «Intimacy and sexuality in gay male couples», Archives of Sexual Behavior, 1994, 23, 421-431.(3) McWhirter D.P. & Mattison A.M., The Male Couple: How Relationship develops, Prentice-Hall, Englewood Cliffs, NJ, 1984, último capítulo.