Jóvenes de todo el mundo –católicos, cristianos de otras confesiones y no creyentes– se encuentran reunidos en Roma del 19 al 24 de marzo para preparar el Sínodo de octubre, cuyo tema es “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. En el encuentro inicial, el Papa les invitó a plantear con valentía las cuestiones que les preocupan y les pidió humildad para escuchar. Él, avisa, no va a complacerles con alabanzas fáciles: quiere una comunicación directa, “cara a cara” y “sin distancias de seguridad”, donde cada joven se sienta interpelado.
“¡Hay que tomarse en serio a los jóvenes! Me parece que estamos rodeados de una cultura que si, por un lado, idolatra la juventud, tratando de conservarla siempre, por otra, excluye a tantos jóvenes de ser protagonistas”. Pero en vez alimentar el victimismo, les recordó el papel activo que deben tener en la edificación de la sociedad: “Ustedes son constructores de cultura, con su estilo y su originalidad”.
Tras reafirmar “la voluntad de la Iglesia de escuchar a todos los jóvenes”, el Papa abordó al tema central del próximo Sínodo de los obispos: el deseo de que esa reunión sirva para mejorar el acompañamiento a los jóvenes en su discernimiento vocacional, “para que reconozcan y acojan la llamada al amor y a la vida en plenitud”, como dijo citando el documento preparatorio del Sínodo.
“Esta es la certeza básica: Dios ama a cada uno, y a cada uno dirige personalmente una llamada. Es un regalo que, cuando se descubre, llena de alegría (cfr. Mt 13, 44-46). Ten por seguro: Dios confía en ti, te ama y te llama. Y, por su parte, no te fallará, porque es fiel (…) Él te hace la pregunta que hizo a los primeros discípulos: “¿Qué estás buscando?” (Jn 1, 38). Yo también, en este momento, pregunto a cada uno: “¿Qué estás buscando? ¿Qué buscas en tu vida?”.
“El próximo Sínodo –añade el Papa– también será un llamamiento a la Iglesia, para que redescubra un renovado dinamismo juvenil”. De las respuestas de los jóvenes al cuestionario enviado por la secretaría del Sínodo, a Francisco le impactó sobre todo que varios jóvenes pidieran “a los adultos que estén cerca de ellos para ayudarles a tomar decisiones importantes”. Su deseo es que el Sínodo sirva para descubrir “nuevas formas de presencia y cercanía”.
- Defiende la dignidad de cada mujer
El turno de preguntas lo inició la nigeriana Blessing Okoedion, víctima de la trata, que logró liberarse de sus explotadores gracias a la ayuda de una comunidad de monjas. Preguntó cómo concienciar a los jóvenes clientes de la prostitución sobre la gravedad de este pecado. El Papa amonestó duramente a quienes recurren a la prostitución y pidió a los presentes que se impliquen en la lucha “por la dignidad de las mujeres”, para que la sociedad vea en cada una “a una hija de Dios”.
- Habla, pide consejo
El francés Maxime Rassion, estudiante de Derecho, no bautizado, le pidió consejo para salir del vacío existencial en que se encuentra. Francisco elogió su valentía para no acallar las preguntas que se estaba planteando y le animó a compartir sus inquietudes con alguna “persona sabia”, es decir, “alguien que no tenga miedo, que sepa escuchar y que tenga el don del Señor para decir la palabra oportuna en el momento oportuno”. Ese diálogo le ayudaría a discernir: “Una cosa encerrada en el alma, tarde o temprano acaba convirtiéndose en una carga y te quita libertad”.
- Usa la cabeza, el corazón y las manos
La argentina María de la Macarena Segui, de Scholas Occurrentes, lamentó los enfoques educativos demasiado racionalistas y pidió al Papa consejo para transmitir a los alumnos el sentido de la trascendencia. “Para tener una educación completa –respondió Francisco– hay que usar los tres lenguajes”. Primero, “el lenguaje de la cabeza; o sea, aprender a pensar bien”, lo que, entre otras cosas, exige adquirir conocimientos y criterio propio. “Segundo: el lenguaje del corazón. Aprender a sentir bien” y, para eso, hay que educar los afectos. “Y tercero, el lenguaje de las manos”; es decir, la capacidad de “hacer” y de sacar partido a los dones recibidos. Para el Papa, la educación integral es aquella que procura en lo concreto “la armonía de los tres lenguajes”.
- Busca el apoyo de una comunidad
Yulian Vendzilovych, seminarista ucraniano, pidió consejo para los candidatos al sacerdocio que desean ser testigos de Cristo entre sus coetáneos, sin desvirtuar su llamada y comprendiendo qué hay de valioso y qué de inauténtico en la cultura actual. Francisco le animó a realizar ese deseo de ser testigo dentro de “una comunidad de testigos”, para que nunca se encuentre solo. La relación entre el sacerdote y la comunidad debe evitar caer en el clericalismo, que reduce la vocación sacerdotal al papel de gestor; en el rigorismo, incapaz de comprender; en la mundanidad –“los sacerdotes mundanos hacen tanto daño”–; en la murmuración… Y a propósito de un ejemplo que puso el seminarista, le invitó a tomar pie de los hábitos de los jóvenes para iniciar un diálogo: ¿qué busca el joven que se tatúa? ¿qué pertenencia expresa?… “No te asustes. Con los jóvenes nunca debes tener miedo. ¡Nunca!”.
- Fórmate bien
La hermana Teresina Chaoying Cheng, estudiante de Teología, planteó una pregunta que, aunque referida a la situación de las religiosas en China, también vale para otras vocaciones: ¿cómo formarse frente a la cultura dominante? Al igual que hizo con la pregunta sobre la educación, Francisco habló de armonizar cuatro aspectos: la formación espiritual, intelectual, comunitaria y apostólica. Para madurar, concluyó, hay que crecer en los cuatro ámbitos, sin esquivar ninguno, sin sobreproteger. El mismo consejo dio a los laicos. “La mayoría de ustedes se casarán, tendrán hijos; por favor, edúquenlos bien, con todos estos potenciales. No anulen. No sobreprotejan. Esto es malo, muy malo, y te vuelve psicológicamente inmaduro”.
La formación en el discernimiento ha sido el tema del vídeo del Papa en marzo. “El tiempo en el que vivimos nos exige desarrollar una profunda capacidad para discernir… Discernir, de entre todas las voces, cuál es la voz del Señor, cuál es la voz de Él que nos conduce a la Resurrección, a la Vida, y la voz que nos libra de caer en la ‘cultura de la muerte’. (…) Recemos juntos para que toda la Iglesia reconozca la urgencia de la formación en el discernimiento espiritual, en el plano personal y comunitario”.