Basta encender la televisión o la radio, abrir un medio informativo en Internet o las redes sociales para ser testigo de la machacona insistencia en la agresividad comunicativa. Los políticos y los periodistas creen que vende y engancha, aunque las cifras dicen lo contrario. El debate público ha dejado de ser debate: se ha convertido en una carrera por la afirmación más descarnada, la acusación más gruesa. Pero no hay por qué resignarse a esta situación.
En España, el CIS publicaba hace unos días su estudio sobre las elecciones generales del pasado abril. Casi el 60% de los encuestados piensan que ha habido mucha o bastante agresividad en la campaña electoral; una cifra muy parecida a la de quienes dicen que la política les interesa poco o …
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