Libro de Harold Bloom sobre literatura infantil y juvenil
C.S. Lewis describió hace tiempo una clase de críticos que se ven a sí mismos como perros vigilantes obligados a denunciar la vulgaridad y la superficialidad donde quiera que se oculten. En esta línea se mueve Harold Bloom, que ha publicado Relatos y poemas para niños extremadamente inteligentes de todas las edades, cuya versión castellana sale ahora (1). En él agrupa una serie de lecturas con la calidad que, a su juicio, falta en la literatura infantil de hoy, «una máscara para la estupidización que está destruyendo nuestra cultura literaria». Después de una introducción, en la que Bloom revela su talante y da unas pocas pistas acerca de sus opciones, selecciona cuarenta relatos y ochenta y cinco poemas reunidos en bloques que se corresponden un poco con las cuatro estaciones.
Entre ellos figuran varias fábulas de Esopo y algunos cuentos clásicos como Los zapatos rojos de Andersen, La niña de los gansos de los hermanos Grimm, El Rey del Río de Oro de John Ruskin… Aparecen cuentos literarios muy conocidos como Rikki-Tikki-Tavi de Ruyard Kipling, El diablo en la botella de R.L. Stevenson, El horla de Guy de Maupassant, La nariz de Nikolai Gógol… Se incluyen relatos de Thomas Hardy, Herman Melville, O. Henry, León Tolstoi, Charles Dickens, Stephen Crane, Alexander Pushkin, Iván Turguéniev, Edith Wharton… No faltan poemas anónimos populares, otros del nonsense de Edward Lear y de Lewis Carroll -el autor más representado, no por casualidad-, y otros de William Blake, de William Shakespeare, H.W. Longfellow, A.C. Swinburne, Lord Tennyson, Christina Rossetti, Walt Whitman…
Esta selección tiene gran valor y utilidad para el mundo anglosajón, pues a él pertenece Bloom y, dada su categoría como crítico, su criterio es fiable. Es más dudoso el interés de la versión castellana, aunque sea valiosa la selección de relatos cortos. Al margen de la total ausencia de autores españoles y de la casi completa de latinos, en la traducción la poesía más o menos infantil y los textos del nonsense que se ofrecen no conservan ni de lejos el sabor original.
Los reparos
Otro reparo es que formalmente la edición no es apropiada para niños: una cosa es que todos los textos escogidos sean del XIX o anteriores, y otra es editar un libro para niños como si estuviéramos en el XIX. Además, el nivel de los textos pide un lector ya un tanto maduro. Por eso podría decirse que los compradores naturales del libro son padres que deseen compartir algunos textos con sus hijos, y dejar el libro en sus estanterías para que, cuando crezcan, ellos mismos tengan acceso a los relatos que contiene.
En cuanto a la selección, resulta sorprendente que Bloom sólo cite textos o libros anteriores a la Primera Guerra Mundial: o bien no conoce otros, o bien considera que no se ha escrito nada valioso desde entonces, o bien se ciñe a textos que recuerda de su infancia, o bien sólo ha usado textos libres de derechos de autor… En cualquier caso, parecería más lógico recomendar aquellos libros íntegros que se pueden conseguir con facilidad, tales como los de Alicia, en vez de incluir trozos, por respeto a la obra literaria. Y no estaría de más justificar algunas sorprendentes opciones como El insigne cohete de Oscar Wilde, William Wilson de E.A. Poe, o En la oscuridad de E. Nesbit… Aunque haya quienes agradezcan conocer algunos relatos menos populares, si nos dirigimos a niños y jóvenes parece más lógico apostar por los que la gran mayoría considera y parecen ser los mejores… En general, también hay que decir que Bloom manifiesta cierta preferencia por los relatos más o menos góticos y fantasmagóricos, muy acusada en el bloque titulado «Invierno».
Cualquiera que conozca el paño le dará la razón en su desprecio a una buena parte de lo que ahora se ofrece comercialmente como literatura para niños. Pero Bloom parece ignorar que los puntos de partida desde los que comienza un niño su itinerario formativo dependen de factores diversísimos, y no tienen que ser necesariamente los suyos. Su propuesta de un itinerario de lecturas para niños, siendo recomendable para quien pueda seguirla, recuerda el viejo ejemplo de quien quiere conducir mirando sólo por el espejo retrovisor: los chicos de hoy no crecen en los ambientes de ayer.
Y aquí viene bien recordar una obviedad. Si, frente a otros productos literarios, la literatura infantil y juvenil se caracteriza específicamente porque sus destinatarios son niños y jóvenes, eso implica que los libros para ellos son escalones: un padre quiere que ayuden a convertir a sus hijos en mejores personas, un profesor quiere que lleven a sus alumnos a la mejor literatura… No tienen por qué ser todos excepcionales, sino cumplir bien esas funciones, y si unos niños de aquí y ahora no pueden soportar ni entender a unos magníficos autores del pasado, sus textos no sirven como puntos de partida.
Por eso resulta contraproducente que alguien instalado en las alturas de la crítica literaria se dedique a increpar a quienes están abajo, reprochándoles su ineptitud y derribando la escalera por la que podrían subir. Aun así podemos agradecer a Bloom que nos ofrezca textos de gran categoría literaria y, por tanto, pasar por alto su arrogancia. Al margen de las opiniones sobre lo que falta o lo que sobra, cualquiera estará de acuerdo en que «si los lectores han de abrirse camino hasta Shakespeare y Chéjov, Henry James y Jane Austen, les será más fácil si antes han leído a Lewis Carroll y Edward Lear, Robert Louis Stevenson y Ruyard Kipling».
Luis Daniel González____________________(1) Harold Bloom, Relatos y poemas para niños extremadamente inteligentes de todas las edades. Anagrama. Barcelona (2003). 705 págs. 25 €. T.o.: Stories and Poems for Extremely Intelligent Childen of All Ages. Traducción: Damián Alou.