Como en otros países, en Estados Unidos la práctica del aborto va quedando recluida en clínicas especializadas en este negocio, pues la mayor parte de los médicos prefieren abstenerse. Los ginecólogos de hospitales generales, cuando no presentan objeción de conciencia, temen que, si aceptan realizar abortos, perderán la confianza de los pacientes o acabarán no haciendo otra cosa. Por eso, se ha decidido que a partir del año próximo los aspirantes a especialistas en ginecología y obstetricia tendrán que aprender métodos abortivos, enseñanza de la que ahora fácilmente se les dispensa.
La nueva norma proviene del organismo médico competente en títulos, el Accreditation Council for Graduate Medical Education. Entrará en vigor el próximo 1 de enero y afecta sólo a los médicos internos residentes del área de obstetricia y ginecología. Hasta ahora se exigía que estos residentes adquirieran experiencia clínica en planificación familiar, sin mencionar expresamente el aborto.
El cumplimiento de las normas del mencionado Consejo es un requisito para que la Administración federal reembolse a los hospitales el costo de los servicios médicos prestados por residentes a pacientes con algún seguro nacional de enfermedad. De ahí que el nuevo criterio suponga una coacción para los hospitales que excluyen el aborto por motivos morales. Así lo ha subrayado el Card. Roger Mahony, arzobispo de Los Ángeles y presidente de la Comisión episcopal para la defensa de la vida: «Es gravemente inmoral forzar a personas e instituciones a participar en la destrucción de vidas inocentes». La Iglesia católica norteamericana dirige numerosos centros sanitarios. El Consejo señala que ha previsto soluciones para los hospitales que rechacen el aborto por razones éticas; pero no se conocen los detalles.
El fondo del asunto es que cada vez hay menos lugares donde se realizan abortos, como destacó un estudio publicado el año pasado por el Alan Guttmacher Institute, emparentado con la organización abortista Planned Parenthood Federation. Según esos datos -no oficiales-, desde 1980 se ha dejado de practicar abortos en más de 500 hospitales y clínicas del país. Otros datos más antiguos indican que la proporción de residentes que aprenden a realizar abortos dentro de los primeros seis meses de gestación (el plazo en que al aborto es totalmente libre) descendió del 25% en 1985 al 7% en 1991 (ver servicio 73/92).
También ha disminuido el número de abortos. El Alan Guttmacher Institute calcula que ha pasado de 30 por cada 100 embarazos (1986) a 27,5 (1992). En esta disminución influye, más que la objeción de los médicos, que hay menos mujeres menores de 25 años (el grupo que aborta con más frecuencia) y más que prefieren dar a luz, como muestran las tasas de maternidad de adolescentes.