El Partido Republicano ha sido el gran vencedor en las elecciones legislativas de Estados Unidos, celebradas el martes 4 de noviembre. Además de arrebatar a los demócratas la mayoría en el Senado, los republicanos han ampliado la que tenían en la Cámara de Representantes. Pero esta nueva ola republicana no se ha traducido, de momento, en el auge del voto conservador en cuestiones morales debatidas.
En estas elecciones en mitad del mandato presidencial se renovaba toda la Cámara de Representantes, un tercio del Senado, los gobernadores de 36 estados, las asambleas legislativas de casi todos los estados así como muchos cargos locales. Además, los norteamericanos han votado en referéndum 147 iniciativas legislativas sobre temas controvertidos como el aborto, la marihuana o la venta de armas.
La Cámara de Representantes ya estaba en manos de los republicanos desde 2010. Pero ahora han ganado 13 escaños más: tienen un total de 243 frente a los 179 demócratas (ver datos actualizados en Político).
En el Senado, los republicanos suman 7 escaños de los 36 que había en juego y logran la mayoría: se quedan con 52 de los 100 escaños; los demócratas con 43; y los independientes con uno. Faltan por conocerse los resultados en tres estados, pero las previsiones son que el partido del elefante gane otros dos asientos. El nuevo líder de la mayoría en el Senado –que es quien programa la actividad cotidiana– será el republicano Mitch McConnell, que sustituirá al demócrata Harry Reid.
El Partido Republicano también tiene mayoría de gobernadores en el país. Además de sus feudos tradicionales, ha ganado en estados “progresistas” como Massachusetts, Maine y Maryland. Por poco consigue la victoria en Colorado, Connecticut y Vermont. Entre otras cosas, los gobernadores tienen el poder de vetar leyes estatales que hayan sido aprobadas incluso por las dos cámaras del estado.
Tennesse vota a favor de restringir el aborto. Alaska, Oregón y el Distrito de Columbia legalizan el uso de la marihuana por placer
Más de 140 iniciativas legislativas
En estas elecciones, los norteamericanos también han votado 147 iniciativas legislativas que afectan a su vida cotidiana: el salario mínimo, las condiciones para votar, el impuesto sobre la gasolina, el etiquetado de los alimentos… Otras planteaban cuestiones sensibles que tienden a movilizar más a los llamados “votantes de valores”.
Tres estados han votado iniciativas relativas al aborto. Colorado y Dakota del Norte se han pronunciado en contra de proteger con más garantías al no nacido. En cambio, Tennesse ha votado a favor de restringir el aborto.
Cuatro estados decidían sobre la marihuana. Alaska y Oregón han votado a favor de legalizar el uso de la marihuana por placer. El Distrito de Columbia (Washington D.C.) aprueba la posesión, pero no la venta. Florida vota en contra de la marihuana para fines médicos.
El estado de Washington ha aprobado una iniciativa que exige más controles en los antecedentes de los compradores de armas y ha rechazado otra que intentaba prohibir esos controles. En Alabama ha salido adelante una iniciativa para proteger mejor –mediante una enmienda constitucional– el derecho a llevar armas.
Dentro del debate sobre la desigualdad, que ha dominado buena parte de los discursos electorales, cuatro estados decidían sobre el salario mínimo: Alaska, Arkansas, Nebraska y Dakota del Sur. Los cuatro han votado a favor de elevarlo.
No sería difícil llegar a acuerdos en una serie de temas en los que ambos partidos ya han empezado a acercar posiciones
¿Un Congreso ingobernable?
A diferencia de 2010, cuando muchos candidatos del Tea Party desembarcaron en el Congreso, en estas elecciones la mayor parte de las victorias republicanas corresponden a candidatos respaldados por la cúpula del partido del elefante. “Esta ha sido la mejor noche del establishment republicano en muchos años”, explica al Christian Science Monitor el politólogo Jack Pitney.
Esto da esperanzas a los demócratas dispuestos a pactar, pues muchos de esos republicanos tienen fama de pragmáticos. Al Tea Party no le ayudó la utilización del cierre de la Administración, en octubre de 2013, como medida de presión contra la reforma sanitaria de Obama. Desde entonces, importantes donantes republicanos han exigido a su partido que abandone las pataletas y se ponga a construir (cfr. Aceprensa, 21-11-2013).
Pero no cabe duda de que la nueva mayoría republicana en el Congreso puede dificultar todavía más los debates en que ambos partidos están muy divididos: la reforma migratoria, el control de las armas, la implantación de la reforma sanitaria, el cambio climático o la política exterior.
Tampoco hay que olvidar que Obama está decidido a usar sus decretos presidenciales para desbloquear algunos de esos debates, lo que puede calentar a los republicanos. Antes de las elecciones, el presidente anunció una orden ejecutiva en el tema de la inmigración. También podría usar su poder de veto ante nuevas leyes de iniciativa republicana. La duda es si está dispuesto a desgastarse en un momento en que su nivel de aceptación está en torno al 40%.
En los próximos dos años, el presidente demócrata Barak Obama tendrá que vérselas con un Congreso dominado por los republicanos
Alguien tendrá que ceder
Un editorial del Washington Post publicado tras las elecciones pide más diálogo entre ambas partes. De cara a la presidenciales de 2016, “los republicanos deberían ver estos dos años como una oportunidad para ‘legislar de buena fe’ (…), sin caer en la fantasía de pensar que el país se ha movido para siempre hacia una dirección más conservadora”. Por su parte, Obama no puede escudarse en la supuesta intransigencia de los republicanos para ir por libre.
Otro editorial del mismo diario defiende que no sería difícil llegar a acuerdos en una serie de temas en los que ambos partidos ya han empezado a acercar posiciones: la política de vivienda, las infraestructuras o la reforma financiera.
Hay quien llega a decir, como William Saletan en Slate, que los republicanos han ganado haciendo suyas preocupaciones y hasta un lenguaje de la izquierda sobre la desigualdad económica y el desempleo.
Los republicanos tampoco pueden olvidar que el bloqueo por sistema al Partido Demócrata le puede salir caro en 2016. La periodista de Univision María Ramírez lo ilustra en su blog POL16 con un ejemplo histórico: en 1946, durante el primer mandato de Harry S. Truman, los republicanos se hicieron con el control de ambas cámaras y bloquearon la mayor parte de las políticas de la Casa Blanca. Pero Truman volvió a ganar en las presidenciales de 1948 y recuperó el control del Congreso con su campaña “do-nothing Congress”, en la que acusaba a los congresistas de inoperancia.
Aunque Obama ya ha consumido la opción de su segundo mandato, el candidato que aspire a sucederle en el futuro siempre podrá reprochar a los republicanos que hayan seguido comportándose como un partido en la oposición mientras dominaban el Congreso.