El debate sobre la coeducación

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No hay razones para imponer un modelo único
La escuela mixta, considerada indiscutible durante años, se pone ahora en tela de juicio como modelo único. Diversos estudios -algunos reseñados en Aceprensa- concluyen que también la educación diferenciada tiene sus ventajas, en especial para las chicas. El especialista español Víctor García Hoz, catedrático jubilado de Pedagogía y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, resume en este artículo, publicado antes en Actualidad Docente (Madrid, octubre 1995), los términos del debate.

Unida al movimiento en favor de la escuela laica, que ocupó todo el siglo XIX, se fue extendiendo en el siglo XX, particularmente en la década de los sesenta, una actitud hostil contra las escuelas diferenciadas por el sexo. Este movimiento, con una buena dosis de irracionalidad, se halla relacionado, por un lado, con una cierta idea de progresismo y, por otro, con los llamados movimientos de liberación, entre los cuales el de la liberación sexual es uno de los más virulentos. A estas ideologías, de raíz política, se suele añadir la dificultad de que un colegio pueda seguir contando con el alumnado suficiente si admite únicamente a alumnos de un solo sexo, sin olvidar el bobalicón miedo a que, manteniendo la educación separada de sexos, un centro se queda anticuado.

Con frecuencia se hace alusión a trabajos científicos que vienen a apoyar una u otra de las actitudes, a favor o en contra, que frente a la coeducación se han adoptado. La verdad es que, desde un punto de vista científico, no hay evidencia clara para decir que la coeducación sea superior a la educación separada de los sexos o que ésta sea superior a la primera. Los apoyos científicos que suelen invocarse generalmente son estadísticas, cuestionables por el método utilizado para obtenerlas, por la población a que se refieren y, sobre todo, por la interpretación subjetivista de los datos recogidos. Si se pueden presentar estadísticas favorables a la coeducación, igualmente se pueden presentar estadísticas favorables a la educación separada.

Sin pruebas definitivas

La dificultad de encontrar evidencias científicas claramente justificadas surge de la complejidad y el carácter mismo de la educación y de la psicología estudiantil, así como de la dificultad de distinguir entre lo que es efecto de la unión o separación de sexos y lo que es efecto de la acción de otros factores.

Por poner un ejemplo, la diferencia de rendimiento escolar entre los alumnos de un centro mixto y los de un centro con alumnos de un solo sexo, ¿se debe a la unión o separación de sexos o a que son mejores los profesores de un centro que los de otro? Las encuestas pueden servir para fundamentar una opinión lo más objetiva posible, sabiendo de antemano que no se puede presentar como una afirmación apodíctica suficientemente demostrada.

Pero aún hay una cuestión más profunda. Los conocimientos obtenidos mediante las encuestas indican la existencia o no existencia de una cosa o un hecho determinado; pero no indican si tal hecho es admisible o reprobable. No sirven para explicar el valor de las cosas para la vida humana. Ante un problema ético poco pueden decir.

La coeducación pasa a la defensiva

La polémica sobre la coeducación sigue viva, y a partir de los años ochenta ha cambiado de signo. Hoy, tras una veintena de años de rápida difusión de las escuelas mixtas (1), son los partidarios de la educación separada quienes combaten a la educación mixta, con la ventaja de tomar como fundamento los resultados de uno y otro tipo de educación.

Hoy existe un movimiento claramente perceptible en Inglaterra, en Alemania y la Europa Central y en los Estados Unidos que, a la vista de los resultados, niega la conveniencia de que todos los centros escolares se organicen en régimen de enseñanza mixta. Lo llamativo es que bastantes autores justifican la necesidad de una educación separada porque la unión indiscriminada, como alumnos del centro, de chicos y chicas resulta claramente lesiva para las muchachas. Es curioso que veinte años después de la explosión coeducadora vienen a coincidir «la posición de los pedagogos tradicionales, que propugnan la separación de los sexos, y la reciente evolución de la pedagogía feminista» (2).

El juicio sobre la conveniencia de uno u otro tipo de escuelas se puede facilitar comparando los argumentos que se ofrecen desde una y otra posición ante los distintos aspectos de la enseñanza.

En busca de la igualdad

La coeducación, se dice, es el mejor medio de asegurar la igualdad de la educación para el hombre y para la mujer, sin discriminaciones.

Evocando a la familia, la escuela mixta se presenta como una forma de organización «natural», como medio para que entre las personas de diferentes sexos se establezca también una relación natural como ámbito adecuado para solucionar las tensiones -entre ellas las eróticas- desarrollando las propiedades masculinas y femeninas de forma óptima y sin tabúes ni riesgos. Los pedagogos partidarios de la escuela mixta opinan que la influencia mutua de los sexos en la escuela coeducativa llevaría al desarrollo de las propiedades masculinas y femeninas en su «forma óptima y más pura».

Ya que en las relaciones sociales y profesionales conviven personas de uno y otro sexo, se argumenta que prevalecerá el trato de igual a igual entre chicos y chicas. La escuela con separación de sexos es una forma retrógrada de la educación. La escuela mixta es escuela progresista, a favor de la liberación de la mujer.

Reconocer las diferencias

Desde el otro lado, se replica que la escuela separada responde a la idea fundamental de que la educación ha de atender a las diferencias naturales entre el varón y la mujer. El principio de adaptabilidad al educando se cumple más fácilmente en una educación separada que en una educación mixta.

Precisamente, en España, el Ministerio de Educación y el de Cultura, para justificar la arbitraria disposición de que en los colegios públicos fuera obligatoria la educación mixta, organizaron conjuntamente, en 1984, un seminario sobre «La coeducación como alternativa para la renovación del sistema educativo». Según la información periodística sobre las conclusiones del Seminario, se lee que, de acuerdo con las experiencias realizadas en distintos centros de Educación General Básica, los profesores y profesoras «hacen más caso» al niño que a la niña, lo que pone de manifiesto que hay, de hecho, un «modelo» de apreciación distinto para las alumnas y para los alumnos.

El distinto trato a diferentes tipos de sujetos es una cosa natural. No hablamos lo mismo a un viejo que a un joven; a una persona culta que a un ignorante; a un enfermo que a un hombre sano. Querámoslo o no, por mucha que sea la igualdad y la camaradería entre chicos y chicas, entre hombres y mujeres, en bastantes ocasiones, a veces traicionándonos a nosotros mismos, adoptamos diferente actitud según que quien esté ante nosotros sea un hombre o una mujer.

La escuela mixta, en lugar de liberar a las mujeres, empieza por crear las condiciones adecuadas para un trato discriminatorio, no por parte de los profesores, sino por parte de los chicos; el comportamiento dominante de los muchachos respecto de las muchachas, las agresiones verbales, a menudo vinculadas a acosos sexuales, y las mayores dificultades de disciplina que ofrecen los muchachos son factores más bien opresivos que liberadores de la mujer (3).

Las cuentas de la escuela

Según sus partidarios, la coeducación es más barata, puesto que exige menos edificios escolares, menos clases, menos instalaciones, menos personal docente. El encarecimiento de los recursos necesarios para una educación en la vida moderna exige que las escuelas tengan un determinado número de alumnos y, cuando a él no se llega, las dificultades económicas pueden hacer imposible la existencia del centro. Otros aspectos como los transportes escolares y las posibilidades de relación entre padres y profesores pueden hacerse más fáciles -y más económicas- en la educación mixta que en la educación separada.

A esto se replica que los aspectos económicos tienen distinta validez según las circunstancias y los elementos que se tengan en cuenta. En pequeños núcleos, como acontece en muchos medios rurales, tiene sentido organizar una sola escuela para niños y niñas. Pero en una población donde haya un centenar o muchos centenares de alumnos es mucho más económico organizar centros para niños de un solo sexo que organizar centros de enseñanza mixta o coeducación, dado que éstos requieren atenciones e instalaciones diferentes como las sanitarias y las deportivas, por ejemplo.

La escuela mixta, más que resolver, plantea problemas. Bien sintomática es la frustración de muchos de los actuales profesores de Educación Física que se ven obligados a impartirla indiferenciadamente a chicos y chicas en virtud de la legislación actual. Por otra parte, los problemas económicos dependen en gran medida de la buena organización de las actividades escolares y alrededor de la escuela.

Los argumentos sociales

A favor de la coeducación se argumenta que proporciona una convivencia mucho más natural y armoniosa de los sexos, análoga en cierto modo a la vida en familia. Fomenta la comprensión, el conocimiento y el intercambio recíproco entre las personas de diferente sexo, de suerte que la relación en escuelas mixtas fomenta la convivencia inocua de los sexos desarrollando el espíritu de compañerismo y colaboración social entre mujeres y hombres.

En la actual vida social, por ejemplo, en el trabajo, en el tiempo libre, en la vida política, participan conjuntamente hombres y mujeres. La escuela mixta ejercerá una influencia favorable como preparación para la convivencia social.

En defensa de la educación separada se dice que es más conveniente precisamente para completar la vida familiar, en la cual se mezclan las personas de uno y otro sexo. De otro lado, en la situación actual, en la cual hay una desaforada sexualización del ambiente, es más necesaria que nunca una institución donde sea posible tratar con una cierta serenidad la formación de los muchachos y muchachas separadamente en función de la peculiar vida afectiva de cada sexo. Esta necesidad tiene particular importancia en el comienzo y desarrollo de la adolescencia, cuando las tendencias sexuales se desarrollan rápidamente, provocando en muchos casos frustraciones y aun perversiones sexuales.

Rendimiento y ambiente escolar

A los partidarios de la coeducación no parece importarles mucho el problema del rendimiento escolar.

Respecto de los aspectos afectivos de la educación, se esperaba una disminución de las dificultades de disciplina, especulando con la influencia «suavizadora» de la personalidad femenina frente a la rudeza en las reacciones masculinas. Se supone que la presencia de las chicas refinaría las relaciones sociales en la clase.

Pero los estudios de los últimos años, se subraya desde la otra postura, ponen claramente de manifiesto que las escuelas mixtas constituyen un perjuicio para las alumnas. Quizás son los periódicos ingleses aquellos en que con mayor frecuencia aparecen noticias de estudios sobre los resultados de alumnas en uno y otro tipo de centros, con clara diferencia a favor de las alumnas de centros femeninos (4).

En cuanto a los aspectos afectivos de la educación, también se pone de relieve que los alumnos procedentes de clases mixtas tienden más a actitudes «asociales» y eran más agresivos y egoístas que los chicos de clases con separación de sexos.

La psicología

La coeducación, dicen sus partidarios, fomenta el equilibrio de las tensiones entre los sexos, suprime la curiosidad unilateral, favorece un mayor conocimiento mutuo entre los hombres y las mujeres.

Incluso en la promoción de las particularidades de los sexos, la coeducación puede dar lugar a que la presencia de los chicos influya en el refuerzo de las características femeninas, y recíprocamente.

En favor de la educación separada, se afirma que no se puede olvidar la diversidad psicosomática en las fases del desarrollo de los muchachos y de las muchachas. Es sabido que entre los diez y los trece años las muchachas se desarrollan más deprisa, y que luego, entre los catorce y los diecisiete, la evolución de las muchachas es lenta, mientras que la de los muchachos es más rápida. Igualar la educación en estas edades es un contrasentido psicológico.

Por otra parte, no conviene olvidar que la participación de uno y otro sexo en la procreación es totalmente distinta no sólo en el acto de la fecundación sino en el proceso evolutivo del nuevo ser, en el que la función del sexo femenino es incomparablemente más compleja y larga que la del hombre (5). ¿No necesitará la mujer una actitud y una preparación adecuada para una misión que necesita sin duda una especial capacidad de decisión y fortaleza?

Razones éticas

En favor de la escuela mixta se dice que la coeducación fomenta la moralidad, evitando las aberraciones que originan la separación de los sexos. Libera a la mujer de los tabúes tradicionales que han venido oprimiendo la vida femenina. El uso del sexo -dicen algunos partidarios de la escuela mixta- no tiene por qué plantear problemas morales.

Frente a esto, se afirma que la educación separada evita muchos riesgos que se producen en la coeducación y permite en los años difíciles de la adolescencia un trato adecuado para muchachos y muchachas que vaya haciéndoles comprender el papel de su propio sexo. En realidad, la coeducación no libera a la mujer, sino que, poniéndola en riesgo de experiencias sexuales precoces, quien más tiene que perder en la experiencia sexual es la muchacha. Los divorcios y los fracasos matrimoniales se dan con mayor frecuencia entre personas procedentes de escuelas coeducativas que entre personas procedentes de escuelas para un solo sexo. Las consecuencias negativas de la coeducación (embarazos precoces, abortos, promiscuidad sexual manipulada) son manifiestas, cosa que no ocurre con los pretendidos riesgos de la educación separada.

Dejar libertad de opción

Visto que el problema de la coeducación o educación separada desborda los límites puramente científicos, resulta claro que la decisión sobre la preferencia por uno u otro tipo de educación tiene carácter ético, depende de la voluntad libre del responsable de la educación. Si un padre está convencido de que para la educación de su hija o de su hijo es mejor la educación separada, ¿puede una autoridad política cerrar la posibilidad de escuelas de este tipo? Y dígase otro tanto de quien prefiera una escuela mixta. La elección de uno u otro tipo de escuela no es un problema de técnica científica sino de libertad personal y social.

Vale la pena tener presente, en primer término, que la coeducación no representa un problema moral en todas las épocas de la vida humana. Las polémicas se refieren por lo general a las escuelas para chicos y chicas de 10 a 18 años; en las edades anteriores y posteriores no se cuestiona.

Al comienzo de este trabajo se habló de la influencia política en el empeño de promover la educación mixta frente a la tradicional separación de las escuelas según el sexo de sus alumnos. La vieja ideología de Dewey, que ejerció una autoridad casi absoluta en la educación norteamericana, resulta hoy de un «progresismo» sospechoso que se contradice con los resultados obtenidos en la mayoría de las investigaciones recientes (6).

Por lo que se refiere a España, vale la pena fijarse en las conclusiones del seminario citado sobre «La coeducación como alternativa». En una de ellas se subraya que no se trata simplemente de que niñas y niños estén sentados juntos en la misma aula, sino de que haya «un modelo único de educación». Este es el más grave problema; junto a oscuras motivaciones, la coeducación es un postulado claro del totalitarismo educativo que no admite pluralidad de centros, sino que busca «un modelo único de educación»; a la postre, imponer por obligación la coeducación es una manera de ir hacia «la escuela única».

Víctor García Hoz_________________________(1) En España, la Dirección General de Educación Básica publicó el 27-VIII-1984 una circular que dispuso que todos los centros públicos de E.G.B. se organizasen en régimen de educación mixta.(2) I. Von Martial y M.V. Gordillo, Coeducación, EUNSA, Pamplona, 1992 (ver servicio 163/92).(3) M. Arnot, «A cloud over coeducation», en Walker and Barton (eds.), Gender, Class and Education, Falmer Press, Sussex.(4) Véase a título de ejemplo The Times, Londres (30-IX-93), The Daily Telegraph (Londres, 21-II-95). También se pueden ver referencias, aunque no tan frecuentemente, en publicaciones de los Estados Unidos. Véase Aceprensa, servicio 84/90.(5) G. Veronese, Corporeidad y amor, Ed. Ciudad Nueva, Madrid, 1987.(6) Véase M.V. Gordillo, «Coeducación y libertad de enseñanza», segunda parte de Von Martial y Gordillo, op. cit.

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