La mayor parte de los países europeos incluyen la enseñanza de la religión en la escuela, con soluciones distintas, respetuosas de la libertad personal de los alumnos y de las responsabilidades de las jerarquías correspondientes. Pero, sobre todo a partir del 11 de septiembre, se impone la convicción de que el hecho religioso tiene que formar parte del plan de estudios, para que los alumnos puedan entender mejor la historia, comprender tantas manifestaciones artísticas y culturales vinculadas a las grandes religiones y analizar su influjo en la vida social.
Jack Lang, ministro francés de Educación, encargó un informe a Régis Debray, un intelectual de largo recorrido, que enseña Mediología en la Sorbona. Hoy milita entre los que sostienen la candidatura a la presidencia de Jean-Pierre Chevènement. En los años sesenta se hizo famoso por acompañar al Ché Guevara en sus guerrillas americanas. Luego apoyó y asesoró a François Mitterrand. Pero ofrece siempre un trasfondo que evoca de algún modo su origen cristiano, como se advierte en su último libro, de 2001, Dieu, un itinéraire. Lo cierto es que Debray aporta ideas sugestivas a un debate abierto en varios países.
Ante todo, se propone evitar los apasionamientos crispados que tantas veces han hecho imposible un estudio sereno del problema. Debray está convencido de que se puede y se debe pasar hoy de una «laicidad de indiferencia» a una «laicidad de inteligencia».
El Estado laico ha venido permaneciendo al margen de la construcción de lo religioso, tarea exclusiva de los creyentes y de las Iglesias. Pero no puede ser ya indiferente, porque le corresponde procurar que se comprenda el hecho religioso, como elemento cultural e histórico insoslayable, y también como instrumento de convivencia en una sociedad multicultural, en la que no falta el bullir de nuevas seudocreencias. La escuela debe estar en condiciones de situar «las grandes religiones en la aventura irreversible de las civilizaciones».
Desde 1996 existen en Francia contenidos de cultura religiosa en los programas de diversos cursos de la enseñanza obligatoria. Por ejemplo, en sexto (11-12 años) se estudian en Historia los comienzos del cristianismo; y los textos de la cultura antigua -la Biblia, la Odisea- en Lengua francesa. En segundo (15-16 años), los profesores de Historia pueden elegir entre un capítulo sobre los fundamentos de la civilización occidental y otro sobre el encuentro de los tres monoteísmos en el Mediterráneo del siglo XII. Pero la propuesta fundamental del informe no se dirige tanto a revisar los programas, como a mejorar decididamente la formación del profesorado en este campo. Propone crear un módulo obligatorio de Filosofía de la Laicidad e Historia de las Religiones en el segundo año de los Institutos Universitarios de Formación de Maestros. Además, para la formación continua, Francia dispone ya de un centenar de especialistas, por ejemplo, en la Escuela Práctica de Altos Estudios, aparte de Facultades de Teología y centros islámicos y judíos. A la quinta sección de esa Escuela de altos estudios, rebautizada como Instituto de Altos Estudios en Ciencias Religiosas, se le encomendaría evaluar los programas y manuales escolares en uso, así como elaborar textos de referencia y material pedagógico.