El aire que Evan Williams había respirado toda su vida era el de las granjas de Nebraska. Poco tiempo había pasado desde que se inscribió en la University of Nebraska-Lincoln (UNL) cuando, paseando por un centro comercial, agarró de casualidad la segunda edición de la revista Wired. Estamos a inicios de los años noventa. Nunca la había visto antes. La abrió y allí respiró algo que era nuevo pero que, de una manera extraña, le pareció tan familiar como los campos de maíz: allí se hablaba de Internet. Se hablaba de conectar los cerebros de gente ubicada en cualquier parte del mundo.
“Tal vez fue porque crecí en la granja, con tantas ideas en mi cabeza y tan pocas personas con las cuales poder compartirlas, que no podía pensar en nada más emocionante”, dice Evans, quien, un par de décadas después, puede contar que ha sido cofundador de Blogger, Twitter y Medium. Sin embargo, con esa experiencia a sus espaldas, el balance que hace hoy de Internet es bastante menos ingenuo que entonces.
Las posibilidades abiertas por Internet han ido por delante de nuestro pensamiento crítico
Williams, de 45 años, regresó hace unas semanas a Nebraska para dictar la conferencia de graduación de la UNL. El Pinnacle Bank Arena, usualmente utilizado para partidos de básquet, con capacidad para más de quince mil personas, estaba repleto. En el estrado, Williams, de toga negra con decorados rojo y blanco, había recibido minutos antes el doctorado honoris causa en Humane Letters. Dijo que no se siente parte de Silicon Valley sino que, en el fondo, es un cornhusker –deshojador de maíz– de corazón. Y tuvo la audacia de denunciar que, equivocadamente, quienes trabajan en el valle de la tecnología se ven a sí mismos como Prometeo, aquel titán que roba fuego a Zeus para dárnoslo a nosotros, pobres mortales. “Lo que tendemos a olvidar es que Zeus estaba tan harto de Prometeo que lo encadenó a una roca para que las águilas puedan sacar sus entrañas a picotazos durante toda la eternidad”, añadió, como ilustración de las ideas que estos días rondan por su cabeza. En pocos años, Internet pasó, para Williams, de ser una idea vertiginosa a convertirse en un héroe caído al cual dan ganas de destriparle sin fin.
Pelea campal por la atención del público
Para explicar lo que sucede con Internet, Williams, en una entrevista con David Streitfeld en el The New York Times, utilizó el ejemplo del transeúnte que observa, atontado, un accidente de auto. Al pasar por ahí, junto a la catástrofe, es imposible no girar el cuello. Si en Silicon Valley no logran controlar algo que él llama “la arquitectura de la creación, distribución y monetización de contenidos”, todo en Internet será una variante del choque sangriento. La red se está convirtiendo en una pelea campal, todo vale, por la atención. Y para salir de la metáfora podemos cambiar la variable “accidentes de autos” por cualquier contenido que funcione como buena –nunca mejor dicho– carnada. “Al estar en Twitter, de hecho, uno ya tiene esa sensación”, confiesa Streitfeld. Con su última red de publicación de texto, Medium, más allá de su discutido éxito, Williams está tratando de dar valor a lo que tiene más probabilidad de merecerlo. Los sistemas guiados por anuncios –dice– no están hechos para recompensar la respuesta correcta.
Los sistemas guiados por anuncios –dice Williams– no están hechos para recompensar los mejores contenidos
Su lema inicial, aquel tiempo en el cual su emoción primaba por sobre la realidad, era: “Cuando todos puedan hablar libremente e intercambiar ideas, el mundo automáticamente será un mejor lugar”. Bajo ese grito de guerra creó, primero, la capacidad de expresarte en tu propio sitio web –Blogger. Y, después, la posibilidad de enunciar frases cortas de manera inmediata para que cualquiera pudiera leerlas –Twitter.
Ahora Williams, después del ciberacoso, las fake news y las adicciones virtuales, ahoga su grito de guerra: “I was wrong about that”. Giovanni Maddalena en Il Foglio explica que el exdueño de Twitter, a su modo, “ha reconocido uno de los puntos más agudos y misteriosos de muchas culturas, comenzando por la judeocristiana: la caída original”. Su nuevo lema es “humans are humans”, lo cual, según él mismo lo reconoce, no tiene por qué ser una constatación pesimista. Y, además, Williams ahora señala que las precauciones que se deben tener en la web son exactamente las mismas que aquellas de la vida no virtual: “La puerta de nuestra oficina y de nuestras casas están con seguro por la noche. Internet comenzó a funcionar con la idea de que eso no lo necesitamos hacer online”. Y la lista de cosas que no se hacen offline pero online son “privadas” puede ser bastante larga. Las posibilidades abiertas por Internet –como sucede con casi todo avance tecnológico– han ido por delante de nuestro pensamiento crítico. Pero Evan Williams sabe que nunca es tarde para pensar qué demonios queremos hacer con ellas.