Los padres millennials tienen miles de puertas –digitales más que reales– a las que tocar en busca de consejos y sugerencias sobre cómo sacar adelante a sus hijos, en un mundo hoy más sensibilizado con el medio ambiente y lo natural, y cada vez más permeado por la corrección política. Algunas opiniones de “expertos” provocan cuando menos una sonrisa, como las que sugieren que los padres pidan permiso a su bebé antes de cambiarle el pañal, “para que sepa desde la cuna que su opinión importa”.
“Cada padre y cada madre tienen un estilo que conecta mejor con sus hijos. Tenemos que explorar y ver el modo de llegar a ese punto”
Quizás por eso algunos de estos jóvenes padres estallan. En el blog Scary Mommy, Farrah Alexander titula casi a modo de súplica: “Por favor, dejen de decirles a los padres millennials que lo hacen todo mal”. La comentarista enumera una serie de recriminaciones que les llegan de padres mayores o de especialistas, como que les prestan demasiada o ninguna atención a sus niños, que son muy blandos o muy severos con ellos, y concluye: “Estamos intentando darles [a nuestros hijos] la mejor vida que podemos. Tengan un poco de fe en que somos capaces de hacerlo”.
Sobreprotección
Entre tantas observaciones hay, no obstante, algunas más sensatas que pedirle permiso a un bebé. Entre ellas, la que alerta contra la sobreprotección, algo tan actual en un contexto en que un rasponazo en la rodilla de un niño que juega es casi equivalente a una herida en combate. “Un hijo es un tesoro, y a los padres se nos olvida que, para que vaya madurando como corresponde, hay que saber proporcionarle la autonomía necesaria para que pueda hacerlo”, precisa Álvaro Lucas, director de la plataforma de recursos para colectivos Aceprensa Fórum.
“Eso no quiere decir despreocuparse –añade–. Frente a los denominados ‘padres helicóptero’ que les evitan a los hijos cualquier esfuerzo o sufrimiento, están los ‘padres halcón’, aquellos que están pendientes de sus hijos sin atosigarles ni ahorrarles las responsabilidades que pueden asumir ellos mismos de acuerdo con la edad y las circunstancias”.
También Rocío Meca, terapeuta de familia y de pareja, señala el problema de la protección excesiva, y agrega que a los pequeños no se les ponen límites “por comodidad”. “Los padres piensan que ser firmes y consistentes es ser duros. Nada más alejado. La firmeza hace referencia a que se tiene claro qué es lo que se persigue, y la consistencia es que un día y otro se luche por construir ese proyecto de mejora personal y familiar”.
Estaría, además, la marcada tendencia a blindar al niño contra todo revés, “¡no sea que se me traumatice!”. Para Meca, “hay que retomar esas situaciones para crecer y aprender de los errores. No es malo cometer errores; lo malo es no reconocerlos, y por tanto, no asumir el cambio necesario para salir de la frustración. Es una lección de vida que todos tenemos que aprender antes o después”.
Poner siempre el sello personal
Ante el maremágnum de indicaciones que vuelan en todas direcciones sobre cómo criar a un hijo, sus jóvenes destinatarios pueden acabar saturados y confundidos. Así, quizás en ocasiones convenga apagar el móvil o el ordenador y escuchar la voz interior. “El instinto materno es fabuloso”, nos asegura Zuzet Menduiña, una joven madre que ha preferido no agobiarse: ha seleccionado algunas técnicas sugeridas en la bibliografía parental y las ha adaptado a su caso específico.
“Si un padre tiene claras las fuentes en las que informarse –explica Lucas–, por lo general nunca tendrá problema en que le vayan sugiriendo nuevos modos o maneras de afrontar la educación de los hijos, porque lo esencial lo tendrá claro. Todo debe pasarse por el filtro del servicio a los demás, de lo que hace mejores personas a tus hijos, del buen humor y la alegría proyectados a largo plazo y no como una cuestión del momento. Si algo de lo que le ofrecen a uno no está vinculado con estos principios, mejor seguir el instinto personal”.
“Hay que saber proporcionarle al hijo la autonomía necesaria para que pueda madurar”
Para la profesora Meca, las sugerencias externas “siempre pueden estar ahí”, pero son los progenitores quienes deben darle su impronta personal. “Yo puedo decirles a unos padres que es importante que un niño tenga límites y referentes en su desarrollo, pero el modo en que este criterio se aplica puede variar en cada familia. Cada padre o madre es quien tiene que ver cómo incorporarlo, de forma que él o ella se identifique con ese principio educativo y también con su personalidad”.
Más que de un instinto para saber cuándo aparcar los consejos de terceros y dar paso a las decisiones personales, la especialista prefiere hablar de intuición y sensibilidad, de ver “cuáles son las necesidades del otro” –el hijo– e intentar cubrirlas del mejor modo posible. “Hay que ser empático y conectar con la otra persona para poder ayudar. Corregir sin conectar es complicado. Cada padre y cada madre tienen un estilo que conecta mejor con sus hijos. Tenemos entonces que explorar y ver el modo de llegar a ese punto”.
“También creo que es importante partir del presupuesto de que las orientaciones externas pueden ser una luz para cambiar el punto de vista, tomar perspectiva y a partir de ahí construir libremente un proyecto de maduración en el que acompañamos al hijo, con todo lo que eso implica”, concluye.