En materia de apoyo familiar, una línea muy fina, imperceptible en ocasiones, puede separar en los tribunales la posibilidad de una sentencia justa de una condescendencia cómplice.
La prensa española ha aireado por estos días varios casos de jóvenes de casi 30 años —y en ocasiones, mayores de esa edad— que han logrado que el juez decida a su favor en reclamaciones para que sus padres les sigan manteniendo económicamente. El diapasón es amplio, y comprende lo mismo a titulados universitarios que han buscado empleo activamente —quizás el caso de una licenciada coruñesa, que en ocho años solo ha “podido” trabajar tres—, que a veinteañeros que no han pegado jamás palo al agua, escudados en la escasez de empleo, y que menos lo harán cuando un ma…
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