Como la contabilidad nacional no tiene en cuenta el valor económico del tiempo de trabajo en el hogar, las estimaciones del crecimiento económico de las últimas décadas que no incluyen este factor están distorsionadas, según ha asegurado el premio Nobel de Economía de 1992, Gary S. Becker, en Business Week (6-X-95).
«Ya es hora -escribe- de reconocer el trabajo del hogar como una parte de los bienes y servicios en el PIB de una nación. Las largas horas invertidas en el trabajo doméstico indican que la producción en el hogar es una proporción considerable del producto nacional. Después de todo, cuando una familia contrata a alguien para que cuide de los hijos, limpie la casa y cocine, ese trabajo se contabiliza en el PIB. Pero si lo hacen los padres, no».
Pero, si el PIB incluye sólo la producción de bienes y servicios que se compran y se venden, ¿cómo valorar económicamente el trabajo doméstico? El profesor de la Universidad de Chicago recuerda que la contabilidad nacional incluye también el valor que tiene el uso de una casa para su propietario, en función del coste del alquiler de una vivienda con superficie e instalaciones semejantes. Igualmente, se puede valorar económicamente el trabajo doméstico calculando «lo que costaría contratar servicios en el mercado (por ejemplo, una niñera) para reemplazar los realizados por los padres».
Ya se han puesto en práctica algunos métodos para hacer esa valoración. Becker cita un estudio (The Total Incomes System of Accounts) de un colega suyo en la Northwestern University, Robert Eisner, según el cual, entre 1940 y 1980, el valor de la producción doméstica en Estados Unidos es superior al 20% del PIB. Otros cálculos menos rigurosos, como el realizado por las Naciones Unidas para el último informe sobre Desarrollo Humano, indican que la producción familiar equivale al 40% de la producción mundial total.
«El olvido de la producción doméstica en el cálculo del PIB distorsiona las medidas del crecimiento económico», asegura Becker. Así, «la creciente participación de las mujeres casadas en la población activa durante las décadas pasadas se produjo principalmente a expensas de la reducción del tiempo que la mujer dedicaba a la producción no remunerada del hogar. El rápido crecimiento del PIB durante estas décadas no tiene en cuenta el importante declive del tiempo invertido en el trabajo doméstico».
Y es la sustitución de la «producción doméstica» por la «producción de mercado», lo que explica la rápida expansión de la industria de la atención infantil desde los años 70: «Las mujeres que trabajan reducen el tiempo dedicado a cuidar de sus hijos y contratan a otras mujeres que lo hagan por ellas», dice. Además, si se contabiliza la producción doméstica en el PIB «se elevaría la autoestima de las mujeres y hombres que permanecen en casa para cuidar de los hijos y realizar otras tareas domésticas».