El gobierno británico acaba de presentar una reforma parcial de la ley de reproducción asistida de 1990. El cambio más significativo se refiere a la supresión del anonimato de los donantes de esperma, óvulos y embriones.
Si el Parlamento aprueba la ley, entrará en vigor sin carácter retroactivo el 1 de abril de 2005. Desde esa fecha, las personas concebidas mediante técnicas de reproducción asistida tendrán derecho, a partir de los 18 años, a conocer la identidad de sus padres genéticos. La identificación no llevará consigo ninguna obligación legal o económica para los donantes. La ley actual permite informar a los nacidos in vitro -una vez alcanzada la mayoría de edad- que han sido concebidos mediante esa técnica, pero sin revelar la identidad de los que donaron los gametos. También establece que se les advierta de posibles parentescos cuando quieran contraer matrimonio.
Según explicó la secretaria de Estado para Sanidad, Melanie Johnson, «la finalidad de la legislación es equiparar la situación de los hijos adoptivos y la de los hijos nacidos de inseminación artificial».
La iniciativa británica no es novedosa en el panorama europeo. En Suecia los hijos pueden conocer la identidad de los donantes de su material genético cuando alcanzan los 18 años. Y en Austria cuando tienen 14.
También en estos días, la presidenta de la Human Fertilisation and Embriology Authority de Gran Bretaña, Suzi Leather, ha propuesto un cambio en la ley para permitir que las mujeres solas y las lesbianas puedan utilizar estas técnicas para tener un hijo. La iniciativa es contraria a la tendencia mayoritaria en Europa, que permite solo la fecundación artificial para parejas. Así ocurre, por ejemplo, en Francia, Italia y Austria.
Para justificar esta propuesta, Leather alegó que ha cambiado la percepción social sobre la maternidad en solitario, por lo que no se puede discriminar en la reproducción asistida a las mujeres solas y a las lesbianas. Su postura ha provocado las críticas de organizaciones familiares, que la acusan de poner los deseos de los adultos por encima de las necesidades del niño. Si se puede prescindir intencionadamente del padre, dicen, ¿por qué en otros casos se insiste en que es clave que el padre se involucre en la crianza y educación de los hijos?